El libro es resultado de la colaboración entre dos autores, especialistas ambos en Historia Antigua. Los profesores Antonio Duplá, de la Universidad del País Vasco, y Gloria Mora, de la Universidad Autónoma de Madrid, proponen una revisión crítica, un análisis, de cómo se ha mirado a la Antigüedad en España. Se trata, por lo tanto, de un desafío muy interesante. El resultado de dicha tarea se ha organizado en una serie capítulos, ocho, sobre una base cronológica. Tal y como indica el título del libro, se arranca con Isidoro de Sevilla, esto es, en la época visigoda, y se concluye en nuestros días. La profesora Mora escribe la parte inicial del libro, desde el primer capítulo y el mundo de Isidoro hasta el tercero inclusive, que tiene que ver con la Ilustración. El profesor Duplá se ha encargado de la historiografía desde el siglo XIX hasta hoy, es decir, del capítulo cuarto al octavo.
La influencia que en las crónicas altomedievales tuvo la figura de Isidoro es analizada en las primeras páginas del volumen. En particular, queda reflejada la construcción ideológica de la relación entre godos y romanos en Hispania como una suerte de unidad política y religiosa, y como modelo de referencia en las crónicas del siglo XIII.
Los cambios políticos en las Coronas de Aragón y de Castilla a finales del siglo XV, con la hegemonía de los Reyes Católicos y, ya en el siglo XVI, con la consolidación de la Casa de Habsburgo, supusieron el contexto de una intensificación del interés de la historiografía por la Antigüedad. En esa línea, los autores subrayan el elemento goticista como sucesor del Imperio romano en Hispania, y como referente de ese modelo ya citado de ideología de unidad católica y política.
El humanismo renacentista, que ya había emergido en ese momento de finales del siglo XV, encuentra nuevas avenidas historiográficas en el siglo XVI. El libro se va deteniendo en nombres como Florián de Ocampo, Esteban de Garibay, y Ambrosio de Morales, entre otros.
Es acaso uno de los principales méritos del libro, precisamente, rescatar con un enfoque crítico y académico estos y otros muchos nombres que aparecen por sus páginas. Es una faceta de extrema utilidad, por ejemplo, para los estudiantes universitarios actuales. Digo esto porque, en los planes de estudio de hoy en día, no suele ser frecuente que exista mucha ocasión para la reflexión sobre la ideología en la historiografía hispánica que ha mirado a la Antigüedad desde la Edad Media hasta nuestros días. El libro resulta, por ese mismo motivo, muy pertinente y oportuno.
El público disfrutará con la lectura del volumen. Son numerosas, las referencias en la construcción de un ideario hispánico de unidad que buscaba su propia génesis en la Antigüedad. Y los autores han seleccionado las más relevantes. Es el caso de figuras como Mariana, cuya historia general de España fue editada en latín a finales del XVI y traducida en el inicio del nuevo siglo. Son proyectos historiográficos, como bien observan los autores, explícitamente construidos para mayor gloria de la monarquía.
Dentro de esos parámetros, hay que subrayar la observación de los autores sobre el carácter anticuarista de la historiografía durante la Ilustración. Las páginas que el libro dedica al siglo XVIII alcanzan especial intensidad debido a la proliferación de proyectos, instituciones, viajes, que aceleraron la presencia de la Antigüedad en el discurso ideológico e historiográfico.
La óptica de la nación como eje de los parámetros historiográficos del siglo XIX es un hilo conductor que el volumen plantea con clarividencia, con páginas muy sugerentes al respecto. La idea de nación como sujeto ahistórico, atemporal, proyectada por una historiografía esencialista, es analizada con brillantez. Por supuesto, el lector encontrará detalles sobre cómo fue utilizada la Antigüedad en semejantes discursos. Pero, también, hallará las alternativas que cuajaron ya en el mismo siglo XIX, las visiones regeneracionistas, críticas, que trataban de aligerar los grandes mitos de la historiografía esencialista. Otra vía que surgirá a finales de siglo, y que los autores explican de nuevo con agudeza, es la historiografía nacionalista periférica.
Son de particular interés para nuestra profesión las páginas dedicadas a la génesis de las primeras cátedras universitarias vinculadas a la Antigüedad. Tal expansión universitaria está en inicio especialmente vinculada a la dimensión arqueológica. Para las nuevas generaciones actuales, que, por el devenir de los tiempos, están más familiarizadas con las nuevas tecnologías que con el acceso a las bibliotecas tradicionales de nuestros Departamentos y Facultades, me atrevo a decir que pueden ser páginas muy reveladoras. El público encontrará el origen de numerosas escuelas académicas que después, en el resto del siglo XX, irán evolucionando con el surgimiento y la proliferación de las cátedras de Arqueología y de Historia Antigua. En ese sentido, las últimas páginas del libro suponen un breve acercamiento al panorama más reciente de nuestra disciplina en el sistema universitario y científico español.
El libro es una excelente revisión crítica de las aproximaciones a la Antigüedad en el panorama intelectual en las distintas sociedades peninsulares desde el mundo de Isidoro hasta nuestros días. Tanto por la calidad de los contenidos, como por la claridad expositiva, así como por las selecciones bibliográficas que van acompañando a cada sección, me parece que va a resultar muy útil al profesional académico, a los estudiantes y, como los propios autores proponen, al público en general.
Santiago Castellanos
Universidad de León, España
smcasg@unileon.es