Revista Sistema Penal Crítico
ARTÍCULOS
Vol. 5, 2024
e31455
eISSN: 2697-0007

Ideologías y criminalidad

Ideologies and crime

Tomás Darío GUTIÉRREZ HINOJOSA

Profesor Titular Universidad Popular del César (UPC), Colombia

Email: tomasdariogutierrezh@hotmail.com

https://doi.org/10.14201/rspc.31455

Artículo original sin previa publicación

Fecha de recepción: 12/10/2023

Fecha de aceptación: 30/11/2023

Resumen

Las ciencias buscan la causa de un fenómeno o diversos factores que inciden en la gestación de éste, conforme se trate de fenómenos naturales o sociales, esto es indispensable para predecir y, de este modo, poder implementar medidas preventivas. Se plantea en este artículo que existe un factor nunca señalado, y que, no obstante, ha contribuido a la gestación de la criminalidad, a través de la historia de manera dramática y permanente, son las ideologías de diferentes naturalezas, mismas que forjan un tipo particular de criminal ideológicamente alienado y, como tal, fanático nunca dispuesto a arrepentirse de sus acciones a las que, además, considera benéficas.

Palabras clave: Criminalidad ideológica; Alienación doctrinal; Explicación; Fanatismo.

Abstract

The sciences look for the cause of a phenomenon or various factors that influence its development, depending on whether they are natural or social phenomena, this is essential to predict and, in this way, be able to implement preventive measures. This article proposes that there is a factor that has never been mentioned, and that, however, has contributed to the creation of crime, throughout history in a dramatic and permanent way, it is ideologies of different natures, which forge a type particular of an ideologically alienated criminal and, as such, a fanatic never willing to repent of his actions, which he also considers beneficial

Keywords: Ideological criminality; Doctrinal alienation; Explanation; Fanaticism.

Sumario: 1. Introducción. 2. Ideologías, conciencia inducida y criminalidad. 3. ¿Satanismo en las criminalidades ideológicas? 4. Cómo adoctrinan las ideologías para criminalidades masivas. 4.1. La doctrina comunista. 4.1.1. La criminalidad ideológica en Corea del Norte. 4.2. La doctrina nazi. 4.3. La innegable y sutil criminalidad del capitalismo neoliberal. 4.4. Criminalidad ideológica religiosa. 5. Conclusiones. 6. Bibliografía.

1. INTRODUCCIÓN

Se intenta extraer de la historia el que podría ser el factor de mayor incidencia en la criminalidad a través de los tiempos, no obstante, y paradójicamente, este factor nunca había sido tomado en cuenta por los investigadores de la criminología genética. Se trata de ideologías portadoras de métodos adoctrinantes de carácter masivo, delirante y fanático, que, mediante la imposición de una alienación doctrinal, precipitan a las colectividades hacia execrables criminalidades, bajo propósitos raciales, religiosos, económicos o de cualquier otra naturaleza, susceptible de predicación y enajenación artificial. Es común ver nacer estas ideas en las mentes de líderes carismáticos y asombrosamente persuasivos1, capaces de guiar a las “masas” hacia una locura colectiva, a veces indescriptible, con una fuerza de convicción en sus principios ideológicos que, a pesar de sus fines aparentemente contrarios, para una u otra ideología, actúan de idéntica forma y manejan los mismos métodos, aunque se trate de organizaciones con propósitos de diferente naturaleza.

Un criminal construido a propósito por una ideología, necesariamente tiene que ser diferente; particularmente debe estar revestido de una peligrosidad única, así como de especiales características diseñadas intencionalmente por la ideología que lo forja. En particular él, como alienado doctrinal, no solo actuará pensando que sus acciones no son inicuas, sino que, además, son benéficas o hasta redentoras de, por lo menos, la parte de la humanidad a medida de la cual ha sido concebida la ideología en virtud de la que se actúa. Esto hace que este tipo de actores jamás conozcan el arrepentimiento, por lo que es común verlos sonreír plácidamente mientras incurren en las peores aberraciones criminales. Recordemos a los nazis; a las hordas estalinistas; a los terroristas islámicos o a los incineradores de “herejes” de la inquisición. En el fondo, todos defienden una verdad absoluta ante la cual ningún derecho es digno de ser respetado. Es un fanatismo por encima del cual parece no existir ningún otro principio. La ejecución de las acciones criminales más atroces producirá en el actor lo que podríamos mirar como una especie de satisfacción sádica, pero no es lo mismo. El criminal ideológico, enajenado mental artificialmente, actúa con el sobrado placer que le produce su desquiciamiento psíquico, pero convencido irreductiblemente de que su fin es una “verdad” por encima de todas las verdades; todo será por su “raza”, por su credo o por su ideología política.

Apenas es obvio imaginar que una criminalidad individual y espontánea nunca podría igualarse a otra que tiene tras de sí a instituciones oficiales u organizaciones o entes cuidadosamente diseñados para crear mentes programadas que ejecutarán acciones específicas. Estas organizaciones e ideologías se generaron o fueron gestadas por líderes cuyos nombres continúan escritos con sangre de inocentes en la historia de la humanidad. Estos cerebros criminales, a menudo involucrados en sectas y ocultismos, se hicieron respaldar, para sus fines, por organizaciones nefastas como las SS o la Gestapo; la mafia roja soviética; los Jemeres Rojos camboyanos; la Garduña; el yihadismo, y otras máquinas ideológicas del crimen doctrinal organizado.

Si analizamos cuidadosamente que cada uno de estos movimientos, en su mayoría típicos del siglo XX, tienen tras de sí una ideología y un método de adoctrinamiento para perpetrar sus propósitos, resulta fácil concluir que se trata de factores criminógenos de mucha más fácil identificación que tantos otros hipotéticos e imaginarios, como la predeterminación genética o la irresponsable propuesta de las estaciones naturales como determinantes de conductas desviadas, lo cual nos hace pensar que, hasta hoy, la criminología ha perdido gran parte de su tiempo formulando presuntas teorías cuyo único logro ha sido colocar esta disciplina al margen de las ciencias2.

2. IDEOLOGÍAS, CONCIENCIA INDUCIDA Y CRIMINALIDAD

Frente al fenómeno que nos proponemos desentrañar genéticamente, no es difícil entender que se actúa haciendo uso de plena conciencia, y que esta conciencia es inducida mediante un proceso meticulosamente programado e implementado para un fin preestablecido por el líder o los lideres, cuyo mecanismo será un activo adoctrinamiento transformador de la personalidad de quienes luego serán los actores del propósito criminal.

Corresponderá a los psiquiatras, neurólogos, psicólogos y demás especialistas explicar cómo, a partir de cierta especie de persuasión coactiva, puede un líder penetrar de tal forma la conciencia de los individuos y de los grupos, hasta el punto de conducirlos al absurdo absoluto, bajo la convicción general de ser poseedores de la única gran verdad.

Un antropólogo moderno comenta que, mediante cierto tipo de actividad cerebral interna en los individuos, durante el proceso de interacción con el mundo, surgiría lo que los partidarios de la visión “internalista” consideran la conciencia; mientras que la visión “externalista” la constituyen quienes opinan que “la conciencia es una construcción que depende de las relaciones sociales y culturales basadas en el lenguaje”3.

Está claro que, para lo que se pretende verificar, la visión internalista no cuenta para nada, menos aun cuando se piensa que según esta “las estructuras cognitivas son dispositivos cerebrales determinados genéticamente”. La conducta del hombre es aprendida, ha dicho el criminólogo norteamericano Edwin Sutherland4.

Precisamente las conciencias inducidas doctrinariamente, que es de lo que se trata en nuestro caso, son un vivo ejemplo de que una conciencia no solo puede ser edificada a nivel individual, sino también colectivamente. Y es que los hechos sociales tienen un poder de coerción en virtud del cual se imponen, ha dicho Durkheim: “Consisten en maneras de actuar, de pensar y de sentir exteriores al individuo, y que están dotadas de un poder de coerción en virtud del cual se le imponen”5.

Si hechos sociales imaginarios, como el de la “raza superior” o la “lucha de clases”, son acompañados por una doctrina que los impone y enaltece, entonces su natural poder de coerción aumentará tan considerablemente que llegarán a asemejarse a una locura colectiva, y el resultado esperado habrá de ser abrumador cuando no catastrófico. Así las cosas, lo malo no radicaría en poner en práctica una convicción personal, sino en intentar imponerla a los demás, por cualquier medio, conociendo las consecuencias y buscándolas como objetivo ideológico.

Es obvio que no solo vamos tras la incidencia criminal de las doctrinas e ideologías, sino de su innegable supervivencia y repercusión durante décadas en la mayor parte del mundo, en algunos casos. Mientras tanto la humanidad es víctima de ese desquiciamiento colectivo que ha producido decenas de millones de muertos, como aconteció a partir de la doctrina nazi durante la Segunda Guerra Mundial o a partir de la Revolución bolchevique, o durante los períodos aún más largos de las cruzadas y la Inquisición6.

Lo más dramático es que las ideologías son falsas conciencias. Precisamente al interrogarse sobre esto, Guadarrama sostiene: “… siempre existe la posibilidad de sostener como válidos múltiples juicios cuyo carácter insostenible la historia luego se encargará de revelar”7.

A veces por crasa ignorancia, a veces por error o interpretación acomodaticia de la ciencia, y en ocasiones por la soberbia de quienes se creen dueños absolutos del poder o representantes de Dios en la tierra, la humanidad cae víctima del oscurantismo o el fundamentalismo fanático por increíbles períodos de tiempo. Cuando la sociedad al fin crea conciencia de la verdad real, parece ser tarde, pues la sangre, a esas horas derramada, nada será capaz de enmendarla ni justificarla.

La humanidad parece tardar milenios en superar formas alienantes de su poder como los que generan el oscurantismo y, especialmente, los fundamentalismos, que se presentan como verdades supremas e indiscutibles. Tal es el grado de alienación predominante que da lugar a que aquellos que logran sobreponerse a tales engaños aparezcan ante las mayorías creyentes como seres anormales o carentes de la cualidad de lo humano. El poder de las ideologías es significativo cuando se empeñan en tergiversar o entorpecer el conocimiento de las relaciones realmente existentes entre los hombres, así como entre éstos y la naturaleza8.

Parece que después del siglo XV y mediante la autorización del papa Sixto IV, época en que florecería el dogma de la ideología católica medieval, el mejor tiempo para las criminalidades ideológicas fue el siglo XX; desde principios de este (1917), a partir de la Revolución bolchevique, nacería la Unión Soviética, cuyo legado trascendió en la política internacional durante todo este siglo. Fue la mayor amenaza contra los derechos humanos desde su nacimiento, en especial los derechos a la vida, a la libertad de movimiento, de expresión, de reunión, así como los derechos políticos: al voto, a ser elegido o a agruparse políticamente. Todos estos parecen haberse esfumado a partir del dogma comunista. El marxismo hizo de las relaciones entre los hombres una fuente permanente de conflicto, mediante su propuesta de la “lucha de clases” sustentada en el “incuestionable” principio o “método” del materialismo dialéctico.

Por su parte, unas tres décadas después, el nazismo dividiría a la humanidad en superiores e inferiores, puros y degenerados; otorgándoles a los primeros el derecho y la obligación de eliminar a los segundos, también con pretendida fundamentación científica mediante la “analogía” entre la selección natural en la naturaleza y esta misma en la sociedad. El “fuerte” debería eliminar al “débil”, solo que, si en la naturaleza esto sucedía espontáneamente, en la sociedad habría que implementarlo9. Una ideología, un nuevo partido político, se encargaría de ello. El resultado de esta nueva propuesta es tal vez uno de los mayores atentados criminales que registre la historia de la humanidad. Conste que intelectuales destacados no solo formaron parte de esta ideología, sino que dedicaron sus obras a defenderla y, quién lo creyera, libros de criminología en los que, como en el caso de Garofalo, se hace una vehemente apología del fuerte eliminando al débil.

El pensamiento producto de una ideología contiene falsedad y engaño, pero los agentes de las ideologías, aunque actúen equivocadamente, lo hacen a veces con sinceridad, pues ellos también han sido víctimas de la alienación inducida por sus líderes. De ahí depende su abnegación y el hecho de que jamás se arrepientan de sus crímenes. En este sentido, Jacques Delarue, al referirse a los criminales nazis, expresa: “En la mayoría de las ocasiones estos monstruos fueron hombres normales y corrientes, con rasgos incluso atractivos. Su destino cambió de rumbo el día en que el hitlerismo les dio una nueva moral que sustituyó su conciencia por una sumisión total al dogma nazi”10.

Con acierto comenta este mismo autor, al referirse a los nazis capturados después de la guerra: “La mayoría de los detenidos no sentían ningún remordimiento y parecían incapaces de darse cuenta de su situación”11.

Claro, no puede sentir ningún remordimiento el criminal que actúa con plena convicción, y siempre será incapaz de darse cuenta de su situación todo aquel que ha obrado bajo alienación, sobre todo cuando se trata de una enajenación doctrinal.

Lo vivimos en Colombia hace poco tiempo cuando un líder guerrillero tomó como un desplante el que se les exigiera pedir perdón por las atrocidades cometidas.

Se debe insistir en tratar de explicar12 y fraguar la posibilidad de comprensión de un factor codeterminante de criminalidades masivas como lo es el constituido por las ideologías y sus respectivas doctrinas, solicitando particular observación sobre el hecho según el cual, en la mayoría de los casos, son los mismos Estados los promotores, luego de que el poder político cae en manos de los gestores de determinadas ideologías. Estado e ideología marcharán juntos en casos como el del propósito hitleriano que desembocaría en la muerte de más de sesenta millones de seres humanos durante la Segunda Guerra Mundial. De este modo, y mientras se mantenga el dominio de la respectiva ideología, los peores horrores cometidos contra los derechos de las personas no solo dejarán de ser delitos, sino que se practicarán, quién lo creyera, como un programa prioritario de los Estados inspirados en dichos principios. Es esta una de las razones por las cuales la criminología etiológica debe tener como objeto no los factores codeterminantes de los delitos, sino los de las conductas desviadas o divergentes en general, puesto que los hechos divergentes en referencia no solo desaparecerán del Código Penal, sino que serán promovidos por el Gobierno como proyecto institucional.

Ahora, pretender exterminar del planeta a toda “raza” que no sea la del detentador de la ideología o pretender dividir a la humanidad en dos porciones o clases sociales de las cuales una debe eliminar a la otra requiere de un verdadero programa doctrinal que, mediante la implantación de convicciones psicóticas, predisponga a una parte de la población a actuar criminalmente bajo lo que se considera una verdad irreductible.

La alienación de las personas, lo que los psicoanalistas llaman el yo psicótico, se manifiesta clínicamente por síntomas (convicciones y juicios dogmáticos, formulaciones ideo-verbales, comportamientos y actitudes gobernadas por creencias irreductibles que constituyen para el sujeto una especie de verdad y de ideal que no está de acuerdo con la realidad ni se adaptan a la coexistencia con los demás…)13.

Al tiempo, un antropólogo halla en el pensamiento ideológico un carácter inherentemente evasivo, exacerbado en intrincadas urdimbres simbólicas vagamente definidas y emocionalmente cargadas14.

Las ideologías fundamentalistas persiguen extirpar cualquier posibilidad de derechos humanos para sus perseguidos, ya sean considerados inferiores, burgueses o herejes; para este fin, uno de los primeros propósitos es el control total de comportamientos para un resultado aplastante y abrumador. “Lo que hace de la ideología una creencia, no es, en efecto, su validez, sino su capacidad de control de comportamiento”15.

Históricamente este control de comportamiento ha implicado, en ocasiones, hechos dramáticos, pues se logra a veces mediante la más severa intimidación, como en el caso de la ideología marxista, o a través de una incondicional sumisión que, en cuanto a los nazis, fue conocida como kadavergehorsam, que significa “obediencia de cadáver”, mediante la cual se logró la despersonalización de los militantes para una sumisión programada16.

A veces los resultados de tales métodos nos parecen insólitos e inconcebibles, tal es el caso de los varones de una religión muy particular, que en gran número, y en algunas ocasiones, han aceptado casarse bajo la prohibición inquebrantable de tener relaciones con sus esposas, privilegio que solo le corresponde al líder, quien además se permite todo tipo de aberraciones con niños y niñas de su Iglesia y, en casos públicamente conocidos, hasta con sus propios hijos, como se documentará más adelante. Son las consecuencias de la alienación para la criminalidad doctrinal.

Y es que el individuo no cuenta, dice Delarué refiriéndose a la alienación nazi: “solo existe como miembro de la colectividad a la cual debe sacrificarlo todo. Esto significa que son necesarias, una disciplina absoluta y una obediencia total al ‘jefe’, por este motivo los intelectuales han de ser vigilados y, si son ‘peligrosos para el país’, deberán ser eliminados sin piedad”17. Obediencia ciega y absoluta parece ser el principio que predispone a los alienados doctrinales a cometer los actos más inicuos en la historia de esta criminalidad.

Es difícil concebir la idea de la implantación de ideologías que obnubilen el uso de la razón en pleno siglo XXI, luego de que, precisamente, la razón hubiera sido la más célebre conquista del siglo XVIII, la época en que la humanidad intentó liberarse después de siglos de oscuridad y fanatismo, gracias a mentes redentoras cuyos pensamientos giraban en torno al respeto por la vida, la libertad, la democracia, la dignidad humana. Todo se lograría a partir de la autonomía de la razón. El lema de la Ilustración sería: “Ten el valor de servirte de tu propia razón”18.

Así han sido históricamente las estrategias de la persuasión ideológica para lograr su programado objetivo de la alienación de quienes luego serán los agentes para la expansión de la ideología, puesto que, con un pensamiento claro y elocuentemente expresado, resultaría imposible conducir a los futuros adeptos por los oscuros caminos del fundamentalismo.

3. ¿SATANISMO EN LAS CRIMINALIDADES IDEOLÓGICAS?

Pero, ¿es posible hablar de brujería, satanismo, ocultismo y cosas parecidas en temas de nivel científico o académico? Parecería algo ridículo, no obstante, las circunstancias actuales lo han convertido en algo para ser tratado con plena seriedad. En efecto, hechos de esta naturaleza que involucran, según conocimiento público, a jefes de Estado de nuestros tiempos nos hacen volver la mirada hacia los trabajos de investigación que intelectuales como Richard Wurmbrand o Abel Basti realizaron y publicaron demostrando la presencia de este insólito ingrediente en la vida y obra de personajes como Carlos Marx o Adolfo Hitler. Que la ciencia es solo de la materia parece ser verdad, no obstante, el mundo espiritual y, en particular, su cara oscura, lejos de ser desdeñados, fueron frecuentemente explorados por personajes detentadores de gran poder, según las propias confesiones yacentes en documentos de serias investigaciones. Recordemos que hoy son motivo de escándalo las aventuras satanistas supuestamente practicadas al interior del Vaticano; en efecto, hoy se conocen muchos libros publicados sobre este tema. Se citarán en este sentido documentos que llaman la atención por lo increíble de las afirmaciones y por el gran prestigio de los investigadores, así como por el carácter público de los sucesos de esta naturaleza acontecidos durante los últimos años.

Tal vez sea más fácil explicarse la monstruosidad de la condición humana en personajes como Adolfo Hitler, al descubrir a su alrededor componentes de esta índole, que imaginándola como el resultado de un carácter o una personalidad originadas simplemente en un programa político o una ideología.

… Hitler se formaría escuchando fascinado la teoría de la magia de las runas, la ascendencia cuasidivina de las tribus germánicas, el poder de los símbolos ocultos, la astrología y la alquimia y, además leyendo literatura antisemita de gran difusión durante esa época19.

Se conoce como “runas” a los signos del alfabeto germánico nórdico, principalmente escandinavo. A estos signos se les atribuyeron poderes mágicos; cada una de dichas letras actúa en nombre de los poderes que representa. Las runas tendrían que ver con el origen del cosmos. El desarrollo del alma requiere “métodos de adquirir y utilizar energías”. Las runas por su poder adivinatorio brindan el más conocido de estos métodos para sus partidarios. Es sabido que Hitler fue uno de ellos, muchos de sus poemas de juventud así lo demuestran: “En las noches agitadas a veces voy / Al roble de Wotan en el quinto jardín, / Para hacer pactos con oscuras fuerzas. / La luz de la luna hace que aparezcan runas / Aquellas que fueron bañadas por el sol durante el día / se vuelven pequeñas ante la fórmula mágica”20.

Wotan, Woden o Wodin es conocido como el dios de la guerra, el dios más poderoso de los nórdicos y germánicos. Esta ensaladilla de términos esotéricos: Wotan, runas, fuerzas oscuras, fórmula mágica, todo en una sola estrofa de un mismo poema, constituye un indicador de la conducta que usaría todas las fuerzas y “energías” posibles para provocar “odio”, “terrorismo” y “destrucción” en la historia de la humanidad, que también es concebida por Carlos Marx como un eterno e inexorable choque entre fuerzas contrarias.

Marx es un pensador científicamente materialista o, por lo menos, esa fue la idea que nos inculcaron desde la educación secundaria. Siendo así, es lógico que estuviéramos dispuestos a rechazar de facto algo que pocos han escuchado y que es frontalmente contrario a lo aprendido mediante esa doctrina. Pero ahora sería necesario entender que Carlos Marx en su etapa juvenil no solo fue creyente, sino que, posteriormente, sería confeso enemigo de Dios y partidario del “príncipe de las tinieblas”21.

Lo increíble, como ya se ha dicho, es la similitud en cuanto a esto, entre la vida de Marx y la de Hitler; sobre todo cuando ambos confesaron tales creencias a través de la poesía durante su juventud. Habiendo visto una estrofa de Hitler, veamos ahora algo tan elocuente en el mismo sentido, de Carlos Marx. Pero primero recordemos que Oulanem es el nombre del poema de Marx, escrito en 1893 durante sus tiempos de estudiante. También es indispensable explicar previamente que la palabra oulanem es un anagrama de la palabra Emanuel; que Emanuel es un nombre bíblico de Jesucristo; que anagrama significa palabra o vocablo resultante de la trasposición de otra palabra o frase. Los anagramas son de uso común en rituales de magia negra, al parecer cosa corriente en la Alemania de los tiempos de nuestros dos personajes. Veamos entonces una de las estrofas del poema Oulanem de Carlos Marx: “Los vapores infernales / suben y llenan el cerebro / hasta que enloquezco / y mi corazón cambia totalmente / ves esta espada? / El príncipe de las tinieblas me la vendió / para mí él marca el compás del tiempo / y da las señales / siempre más descaradamente / bailo la danza de la muerte”22.

Interesante que los estudiosos dedicaran tiempo a meditar hasta dónde los cerebros de estas ideologías de la violencia fueron sinceros y hasta dónde su obra magistral fue un engaño a la humanidad. Marx resultaría algo muy diferente a lo que hasta hoy se ha creído.

Siempre hemos estudiado a este autor como el padre del materialismo dialéctico; la lucha de clases; el determinismo económico; la evolución inexorable de los sistemas económicos de producción, y, en general, del comunismo. Debe ser particularmente interesante conocer una fase de su pensamiento que se nos había mantenido oculta y que, según todo parece indicar, tiene relación directa con la ideología del “odio”, el “terrorismo” y la “revolución”. Esta etapa de su pensamiento parece que siempre fue expresada en versos durante el período intermedio entre la juventud y la madurez, en donde queda claro un cambio radical de su ubicación espiritual que nada tendría que ver con el materialismo científico, aspecto que al final se le atribuyó.

La siguiente es una estrofa de su poema La doncella pálida: “Así he perdido el cielo / Lo sé perfectamente bien / Mi alma, una vez fiel a Dios; / Ha optado por el infierno”23.

Y esta otra, de otro investigador, como para probar que el tema no fue casualidad en el joven Marx, sino, hasta ahora, una inexplicada constante. Aquí se trata de una estrofa de su poema El violinista: “Ese arte, Dios ni quiere ni rechaza, / Salta al cerebro desde la negra niebla del infierno / Hasta el corazón embrujado / Hasta que los sentidos titubeen: Con satán he hecho mi trato”24.

He aquí algo insólito, sobre todo en el pensamiento de personajes que se supone que solo transitaron por los caminos de la ciencia ¡Quién lo creyera! Carlos Marx el ocultista; Carlos Marx el satanista; Carlos Marx el enemigo de Dios. El Dios en el que se supone que nunca creyó. ¿Será simple coincidencia que estas dos doctrinas: el comunismo y el nazismo, cuyos ideólogos parten de las mismas inconcebibles confesiones del ocultismo, hayan fructificado en tan horrorosos hechos de criminalidad? Porque los hornos y los campos de concentración de Hitler no fueron más nefastos que la programada mortandad por hambre en Ucrania en donde murieron, de este modo, millones de personas por orden de Stalin; o las cárceles dispuestas por Lenin para encerrar a sus propios partidarios, y en donde pereció la increíble cantidad de seres humanos que la historia registra.

Solo se pretende traer a la memoria este tipo de hechos que podrían encarnar algunos de los máximos casos de criminalidad de la historia, detrás de cuyas ideologías gestoras se encuentra este capítulo oscuro e insospechado. Vale una pregunta: ¿Si los creyentes en Satanás lo asumen como la encarnación de la maldad, sería necesario que esto mediara para el surgimiento probable de algunos de los máximos grados de iniquidad registrados hasta hoy?

Recuérdese, el objeto de este trabajo es tratar de establecer el vínculo genético entre ideología y criminalidad. Por ahora, solo se hace el inevitable paralelismo entre ideología comunista e ideología nazi, pero eso no quiere decir que escapará de la lente el tipo de criminalidad generada más sutilmente, por ejemplo, por la ideología capitalista y su moderna estrategia del neoliberalismo, para un “capitalismo salvaje”.

En cuanto a la doctrina nazi, el ocultismo estuvo presente y ocupando lugar de privilegio desde el nacimiento hasta el colapso, al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Los escogidos para esta enseñanza fueron Friedrich Hielscher y Wolfram Sievers, además del escritor Ernst Jünger y el filósofo judío Martin Buber25.

En todo caso, los nazis estuvieron siempre involucrados en sectas, sociedades ocultas y fanatismos. Una de las sectas más destacadas entre ellos fue la Sociedad Thule, a la que Hitler había ingresado desde 1922 por voluntad del segundo líder de esta organización, Johann Dietrich Eckart. Según la mitología germana, la expresión Thule proviene de un paraíso perdido donde habían vivido superhombres de la raza aria. Solo ingresaban a este grupo místico quienes acreditaban la pureza de la sangre aria26.

Sin lugar a duda, una de las influencias esotéricas más fuertes para Hitler fue la del profesor universitario Karl Haushofer, también miembro de la sociedad Thule. Haushofer estaba vinculado con las logias secretas, Sociedad Viril y Sociedad del Dragón Verde, quizás, por entonces, las dos más importantes del mundo27.

Pero, al mismo tiempo, uno de los más destacados líderes nazis fue Himmler, fanático de las ciencias ocultas y creador de la Sociedad de Estudios para la Historia Antigua del Espíritu (Deutsches Ahnenerbe), conocida como “Herencia de los Ancestros”. El gran fanático Himmler, ministro de Asuntos Interiores de la Alemania nazi, se creía la encarnación de Enrique I, rey de Germania y emperador de Alemania en 910. Creía que era posible utilizar poderes ocultos para beneficio del ejército nazi. El centro esotérico del nazismo era el castillo medieval de Wewelsburg. Himmler lo había reconstruido y adaptado con este fin; poseía habitaciones reservadas para Hitler y Himmler28.

Si se medita sobre esto, ¿cómo explicarse a un profesor universitario como Haushofer o a un ministro como Himmler, profundamente comprometidos con la brujería y el satanismo que, a juzgar por la cantidad de organizaciones esotéricas a las que pertenecían, puede suponerse que estas prácticas eran lo más importante para ellos? Himmler, en particular, es reseñado por la historia como uno de los más sobresalientes criminales nazis. Derramar sangre de miles de inocentes y hacerlo con orgullo y disfrute solo parece ser posible mediante este tipo de locuras inducidas. Es la criminalidad ideológica.

Se reitera que el orgullo en la forma de los hechos y las expresiones de satisfacción por los horrores protagonizados constituyen algunas de las características particulares de la criminalidad ideológica; recuérdese que se ha insistido en que otra particularidad es la del no arrepentimiento, debido a que se actúa bajo la convicción psicótica de que se está haciendo un bien; es por eso que la insólita terminología de nazis y comunistas sigue siendo caso único en la historia de la criminalidad. Traigamos como ejemplo las palabras de Necháyev, a quien Carlos Marx llamaba “esplendido joven fanático”, él fue su gran colaborador en la formación de la Primera Internacional. Precisamente en un texto que llama El Catecismo de la Revolución, Necháyev escribió: “Nuestra causa es la destrucción inmisericorde, terrible, completa, universal… Unámonos con el mundo criminal, salvaje, estos verdaderos y únicos revolucionarios de Rusia”29.

Es difícil imaginar que puedan originarse en una mente normal ideas de esta naturaleza; es necesaria una alienación con propósitos claramente determinados.

4. CÓMO ADOCTRINAN LAS IDEOLOGÍAS PARA CRIMINALIDADES MASIVAS

Es indispensable, para mayor elocuencia y contribución con la comprensión del tema, traer un determinado número de ejemplos, o casos especiales ampliamente conocidos, sobre los cuales debe reconocerse una capacidad criminógena colectiva a la que se llega según mecanismos o estrategias similares, aunque la ideología no sea siempre la misma.

Un adoctrinado es un ser al que se le impone un dogma que adopta de manera integral y sin objeción alguna, hasta el punto de perder por completo su personalidad o manifestarla en forma fanática, mientras asume como verdad irrefutable y absoluta las enseñanzas que le han sido impuestas, en virtud de las cuales actuará sin consideración a valores diferentes. El individuo ya no será una persona autónoma, sino un adoctrinado activo y delirante; las ideas percibidas están ahora por encima de su sensatez y equilibrio. Un criminal político y uno religioso no parecen tener nada en común, al tiempo que los fines de su comportamiento suelen ser similares; esto lo confirman los frecuentes hibridismos, pues no es raro encontrar comunistas religiosos, mientras al mismo tiempo predican como principio el materialismo dialéctico. De todos modos, no hay ninguna diferencia entre un asesinato cometido por un comunista, un nazi o un clérigo de la Inquisición.

En el caso de las doctrinas religiosas, simplemente se consideran detentadoras de la única verdad (aunque la suya sea el producto de una malformación o adaptación con intereses determinados), mientras que las doctrinas políticas o económicas suelen sustentar sus creencias y prácticas en “verdades” y “leyes científicas”. Nos referimos al materialismo dialéctico, para el caso del marxismo, y a la ley de la selección natural para el caso del nazismo. En ambas circunstancias, creemos, se partió del error consistente en la tentativa de aplicación del método nomológico deductivo de las ciencias naturales, en las ciencias sociales. Fue así como el marxismo habría tomado de una ciencia natural el principio de las fuerzas contrarias que al chocar generan cambio positivo, para proponer el materialismo dialéctico, en consecuencia, la “lucha de clases” aplicada a la sociedad. En el mismo sentido, Erbert Spencer construyó la analogía entre la ley de la selección natural en la naturaleza y la aplicación de esta en la sociedad, explicando cómo, según él, el organismo de un ser vivo, en este sentido, es similar a la sociedad, compuesta, según su opinión, por un conjunto de “órganos” con funciones específicas; de este modo, señaló la presunta equivalencia entre evolución biológica y evolución social30. Insólitamente, por consiguiente y bajo la influencia de propuestas como la del “superhombre” de Nietzsche, se inició lo que hoy conocemos como el darwinismo social, una de cuyas tendencias llegaría pronto a señalar diferencias y categorizaciones entre las “razas humanas”; suficiente motivo para que los nazis del siglo siguiente hallaran una pretendida justificación científica a su idea de destruir a todas las “razas” diferentes e “inferiores” a la raza aria. Sencillamente esta es la manera doctrinal como dos ideologías conducirían a la humanidad hacía el vórtice de una criminalidad que costaría, durante el siglo XX, decenas de millones de vidas. Esto es lo que debería tomarse en cuenta en nombre de la ciencia criminológica, tal vez como el mayor de los factores criminógenos de la historia: la criminalidad ideológica.

4.1. La doctrina comunista

Esta se inspira en una manera de interpretar ideológicamente la historia económica de la humanidad, intentando profetizar y manipular su destino al encasillarla en períodos o “sistemas económicos de producción” inexorables, frente a los cuales la fórmula es la “revolución”, que tendría siempre como estímulo la “lucha de clases”. Tal vez ninguna otra doctrina ha disfrutado de tanta teorización y estrategias para ser llevada a la práctica. Carlos Marx y Federico Engels son los adalides y, como tales, los responsables de las consecuencias que han repercutido en buena parte de la humanidad a partir del siglo XX. En uno de sus primeros libros: el Manifiesto del Partido Comunista, esa especie de catecismo mediante el cual los comunistas del mundo predican, con religiosa abnegación, su credo, como la única verdad, los autores trataron meticulosamente de ajustar su creación ideológica a un principio básico: el materialismo dialéctico o materialismo histórico. Ahora, según ellos, la sociedad no se dividiría en tribus, culturas, gens, etc., sino en dos clases sociales irreconciliables, la burguesía y el proletariado, y la fórmula para arreglar los problemas de la humanidad sería única: el proletariado deberá enfrentarse a la burguesía hasta exterminarla. Ya no mediarían ni la inteligencia, ni la razón, ni el diálogo; solo la revolución, la lucha armada, la destrucción de un modo de producción, la eliminación de la propiedad privada. No se trata de un racional intercambio de ideas, sino de la imposición de un dogma; no es una propuesta, es una doctrina cuya esencia es la violencia.

Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clases, toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado31.

Se observa la pretensión intencional de la existencia no solo de dos clases sociales caprichosamente únicas, sino “enemigas”; así se prepara el camino para la “revolución” y la violencia ideológica, como fórmula para una criminalidad programada y dirigida. Está claro que, de esta forma, Marx y Engels sientan las bases de su doctrina con una manifiesta tendencia ideológica que, no obstante, se predicaría como formulación científica. Además, según Marx, la sociedad contaría con una infraestructura constituida por el modo de producción y una superestructura determinada por este e integrada por el derecho, la moral, la cultura, etc. Es la concepción estructural de la sociedad, que conduciría al famoso determinismo económico marxista.

La afirmación nuclear del materialismo de Karl Marx era que el modo de producción de la vida material, domina en general el desarrollo de la vida social, política, intelectual. La historia nos dice otra cosa. Los modos de producción pueden depender de ideas previas y, desde luego, de sentimientos previos32.

Tanto en el materialismo dialéctico como en la teoría infraestructural de la sociedad, puede observarse el direccionamiento de esta hacia la revolución, la lucha armada, es decir, la violencia ideológica.

Cuando se habla del terrorismo adoptado por estas ideologías, es fácil pensar que, en materia de criminalidad, solo se trata de homicidios individuales o masivos, cuando la verdad es que este delito constituye un medio para posibilitar muchos otros. Al final del artículo se documentará la forma como los protagonistas de la Inquisición, por ejemplo, expropiaban la totalidad de los bienes del inmolado, y cuando ya pareció que no quedaban más herejes que matar para expropiar, se ideó la manera de condenar como tales a ricos ya muertos, con el fin de expropiar a los herederos para apropiarse de sus bienes33. Esta inefable condena implicaba exhumar los huesos para ser quemados en público. Del mismo modo se sabe que uno de los motivos del exterminio judío por parte de los nazis fue la intención de apropiarse de sus grandes fortunas34, pero también se conoce que las mujeres judías fueron con frecuencia víctimas de violaciones. Tampoco debe olvidarse el horror de las torturas a que fueron sometidos los judíos por parte de los nazis. Similares procedimientos han sido los adoptados en todo el mundo por los impulsores del comunismo, quienes pregonan el exterminio de la “burguesía” para apoderarse de los medios de producción, los cuales pasan de inmediato a constituir la incalculable riqueza de los dictadores; ya sabemos que antes de lograrlo se han puesto en práctica crímenes como el secuestro, la extorsión, el reclutamiento de menores, etc.

4.1.1. La criminalidad ideológica en Corea del Norte

A propósito de la cantidad y diversidad de crímenes generados programadamente por las ideologías, recordemos el informe de la Comisión de Investigación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), según el cual en Corea del Norte se cometen multiplicidad de crímenes de lesa humanidad: “Exterminación, asesinatos, esclavitud, torturas, encarcelamiento, violaciones, abortos forzados y otros tipos de violencia sexual; persecución política, religiosa, racial y por razones del género; desapariciones forzadas, desplazamiento forzoso de población y el acto inhumano de causar hambrunas programadas”35.

Estos delitos son comunes e inherentes a esta ideología, las hambrunas programadas hoy por Kim Jong-Un simplemente nos recuerdan las decretadas contra Ucrania por Stalin con los nefastos resultados conocidos.

Las atrocidades de Corea del Norte no solo se pueden comparar con las del nazismo, sino también con la de los soviéticos quienes usaban campos de trabajo y de concentración. Este es uno de los pocos países que aún tienen campos de trabajo, donde hay condiciones tan fuertes que hacen que muchos de los prisioneros mueran36.

Tal vez ningún acto de criminalidad en el mundo actual sea más trascendental y conmovedor que los de este tipo, no solo por el nivel de su inhumanidad, sino por ser de carácter colectivo y provenir de la doctrina y la voluntad estatal conscientemente encaminada a esto. Es estremecedor, pues el Estado, que es el llamado a luchar contra la criminalidad y velar por la protección de los ciudadanos, para el caso de esta doctrina, hace todo lo contrario.

Quizás lo más grave en la situación de Corea del Norte es que esos crímenes son cometidos con base en políticas estatales. El reporte de la ONU ‒que fue elaborado con el testimonio de más de 240 víctimas y testigos de las atrocidades que también envuelven a niños y mujeres‒ señaló que los principales perpetradores de las violaciones de los derechos humanos son oficiales de las instituciones norcoreanas que actúan bajo el control de órganos centrales como el Partido de los Trabajadores, la Comisión Nacional de Defensa y el líder supremo norcoreano, que en la actualidad es Kim Jong-Un.37

Si analizamos comparativamente los horizontes de la perspectiva criminológica formulada hasta hoy, será posible concluir que el hecho nefandamente delincuencial que aquí nos ocupa no se ajusta a los parámetros de ninguna criminalidad biológica, sociológica, antropológica, psicológica, ni a ninguno de los enfoques y teorías planteadas por esta ciencia. Tendríamos entonces que aceptar la posibilidad de una gestación criminal a partir de una ideología, con consecuencias que rebasan cualquier otro tipo de génesis delincuencial contemplada por la criminología causal explicativa hasta hoy.

Se sugiere tener en cuenta que no se trata de un hecho nuevo, pues, en particular, doctrinas religiosas crearon escenarios similares desde la Edad Media. Lo importante es intentar descubrir cómo opera el mecanismo de los sistemas que, luego de imponer una ideología, actúan mediante un adoctrinamiento consecuente con aquella, para desatar en la historia, tal vez, los dramas de criminalidad más inicuos y masivos que haya padecido la humanidad en todos los tiempos. En este sentido, continuemos contemplando, mediante el informe de la ONU, el drama actual de Corea del Norte, equiparable a los de la Unión Soviética, China, Cuba, Venezuela, Camboya o Nicaragua en sus respectivos momentos.

Michael Kerby, presidente de la Comisión de Investigación de la ONU, le dijo a este diario que muy pocos países tienen en el mundo una situación parecida a la de Corea del Norte en términos de la variedad, horror y duración de las violaciones de derechos humanos38.

Y continúa el mismo documento:

Los sistemas de adoctrinamiento y discriminación basados en la clase social son reforzados por una política de aislamiento entre ciudadanos y con el mundo exterior39.

Obsérvese que, por su actualidad, se ha tomado como ejemplo el caso de Corea del Norte, en donde hoy un ciudadano al exponer su vida para lograr traspasar la frontera lo hace con idéntica satisfacción a la del presidiario que escapa de una terrible cárcel de alta seguridad.

Este caso no difiere mucho del de la Unión Soviética, pues Stalin nada tendría que envidiarle a Kim Jong-Un; lo mismo podría decirse de la China de Mao y, aunque con visos diferentes, Hugo Chávez hizo de la prosperidad y riqueza de su hermoso país un brutal campo de hambre y miseria agudizado con el drama de millones de desplazados hacia otros países. En este último caso, a la doctrina comunista se le sumó superstición y brujería hasta el grado de la paranoia.

La doctrina comunista ha tendido, en los últimos tiempos, a equipararse a la doctrina nazi; por lo menos así lo demuestran las acciones del actual dictador norcoreano: condenar a muerte a una persona por hacer una llamada al exterior; portar una Biblia (ochenta fueron ejecutados en el 2013 por este motivo); escuchar música; usar un corte de pelo diferente a los autorizados por el Estado; usar internet sin un permiso especial; salir del país; ver televisión (más de 130 personas han sido ejecutadas durante los últimos tres años por ser sorprendidos viendo televisión de Corea del Sur)40.

4.2. La doctrina nazi

La ideología nazi podría constituir el mejor ejemplo de una criminalidad ideológica, pues fue programadamente gestada con fines esencialmente asesinos; no sucedió lo mismo con algunas otras doctrinas cuya criminalidad fue el resultado de la desviación de sus principios, como puede opinarse del catolicismo medieval y su oprobioso engendro la Santa Inquisición.

Recordemos que la expresión nazi se originó al abreviar las dos primeras sílabas de Nazionalsozialistiche Partei (Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes). Este partido se creó en 1919 con ideas recogidas de la ideología fascista italiana. A partir de 1921 Adolfo Hitler se convertiría en su director41.

De la derrota sufrida por el ejército alemán al final de la Primera Guerra Mundial, se originó el nazismo. Los militares alemanes asumieron dicha derrota simplemente como el resultado de una traición y difundieron el carácter invicto de sus tropas. “Habían cultivado desde siempre unas actitudes y sentimientos militares que desarrollaron hasta la hipertrofia”42.

La muchas veces señalada despersonalización de los alemanes, esa alienación inducida como rígida disciplina, sería el principal ingrediente para la implantación de la ideología capaz de concebir el propósito de exterminar de la faz de la tierra toda “raza” diferente a la aria, pues todas las demás eran “degeneradas” e “inferiores”.

Los militares alemanes se darían a la tarea de organizar cursos o formas de crear o implantar, de manera meticulosa, los rudimentos de su futura doctrina.

A comienzos del verano de 1919 surgió de esos cursos un nuevo Bildungsoffiziere, se trataba de Adolfo Hitler, que acababa de recibir los rudimentos de la futura doctrina nacionalsocialista. Ya se ha dicho todo sobre el decisivo papel de los militares alemanes en el nacimiento del nazismo. Aliados de ciertos grandes industriales, crearon o apoyaron a los grupúsculos que propagaban ideas antidemocráticas, preconizaban el militarismo y relanzaban el antisemitismo que para entonces ya había desaparecido por completo43.

Detrás de los “cursos de pensamientos cívico”, urdidos por los militares como germen de la rígida formación doctrinal hacia el nazismo, se encontraba, entre otros, el capitán Ernst Rôhm. En uno de los grupos que de esta manera se había formado: el DOP, el partido obrero alemán de Drexler, fue donde realizó el “capitán Rôhm, su conversión al NSDAP, el partido Obrero Nacional Socialista Alemán, el 8 de agosto de 1921”44.

Progresivamente y con la innegable capacidad de liderazgo de Hitler, el nazismo iría incorporando adeptos, de los cuales la historia registra nombres macabros como Göring, Himmler, Hess, etc.

Todos identificamos hoy la cruz gamada o cruz esvástica como el emblema de la ideología nazi. Este fue originalmente el símbolo solar hindú de la fuerza y la buena suerte. Gracias a un viaje a la India del prior Theodor Hagen, quien, impresionado por la filosofía de esa región del mundo, al regresar a Alemania, llenó su iglesia de cruces esvásticas. Debido a que Hitler, para esa época, era un entusiasta miembro del curso de la abadía de Lambach, y por su tendencia a este tipo de creencias, no tardaría en adoptar este signo como símbolo, al incorporarlo a la bandera nazi45.

Pero quizás, por la clara necesidad de construir un soporte filosófico para su ideología, fue como Hitler, así como sus copartidarios, se nutrieron de ideas de personajes que de algún modo eran afines a los principios de la nueva doctrina: el compositor Richard Wagner; el filósofo Friedrich Nietzsche; el también filósofo Artur Schopenhauer; el científico Charles Darwin; el sociólogo Herbert Spencer; sin olvidar la influencia que, en este tipo de ideas, yacen en el pensamiento de filósofos griegos como Platón y Aristóteles; suficiente bagaje para fortalecer la idea del “superhombre”, o la de “el fuerte y el débil”; esta última idea fue tan apreciada por Hitler que dispondría que cada militar nazi, al saludar, la simbolizara en su mano derecha, al colocar siempre el dedo meñique bajo el dedo pulgar.

Spencer, como ajustando ideas preconcebidas a algunas investigaciones empíricas, como se le criticó, supuso una “analogía” entre la evolución de los organismos vivos en la naturaleza y la evolución de la sociedad. Volvamos a recordar que la mayoría de los errores contenidos en las propuestas de los padres de las ciencias sociales se debió al afán de pregonar presuntas similitudes entre las ciencias naturales y las ciencias sociales, más allá del carácter fáctico de ambas. De tal manera que para Spencer la sociedad era un “organismo vivo”, como antes lo había expresado, sin señalar consecuencias, Augusto Comte46.

Todo esto tiene relación directa con la idea del superhombre, tan presente en el pensamiento hitleriano. Esta había sido tomada de Friedrich Nietzsche, el filósofo de cabecera de Hitler. Nietzsche, a su vez, era muy cercano al compositor Richard Wagner, también preferido de Hitler y poseedor del mismo género de ideas; del mismo modo, Schopenhauer fue inspirador de buena parte de las ideas de Nietzsche, todo para una confluencia de pensamientos aptos para el propósito nazi. También coincide esto con el ocultismo, pues las óperas de Wagner eran tradicionalmente utilizadas durante los ritos esotéricos de las escuelas ocultistas de la época47.

Valga recordar que durante el encarcelamiento de que fue objeto Hitler, en el curso de su proceso por el poder, en medio del amontonamiento de los regalos que recibía en la cárcel, se destacaba una edición en cinco volúmenes de las obras completas del filósofo Arthur Schopenhauer, así como un paquete con varios elementos de uso personal como una manta, una chaqueta, unos calcetines, etc., que le habían sido enviados por Siegfried Wagner, hijo del mencionado famoso compositor48.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, había cobrado fuerzas el denominado “racismo biologizante”. Uno de sus máximos exponentes en Europa fue el francés Arthur de Gobineau, que impresionó a Wagner; y el inglés-alemán por adopción, Houston Stewart Chamberlain. Ambos difundieron la idea de la superioridad de “la raza aria” frente al judaísmo. Chamberlain se casó en 1908 con Eva, la hija de Richard Wagner49.

Se concluye que el soporte intelectual con que contó Hitler para impulsar el racismo como doctrina genocida fue amplio, vigoroso y diverso. Tal vez nunca antes se realizó un compromiso con un propósito criminal, como en este caso, entre fuentes tan diversas como la filosofía, las artes, la ciencia, los militares y los satanistas. Algunas de estas fuerzas habrían sido víctimas de la alienación, mientras que otras serían protagonistas.

4.3. La innegable y sutil criminalidad del capitalismo neoliberal

Hasta ahora se señalaron ideologías y sus respectivas formas de adoctrinar y alienar como estrategia para el logro de fines criminales; seguidamente corresponde incluir al capitalismo neoliberal y la propiedad privada ilimitada que le es inherente, pero debo resaltar lo que considero una diferencia entre este caso y los anteriores. Se conoce la idea marxista según la cual la propiedad privada ha sido históricamente el origen de todos los males; es bueno recordar que existió en forma rudimentaria desde los tiempos del “colectivismo primitivo”, en donde el individuo, por lo menos, era propietario de sus flechas y su arco, de su ropa y hasta de un bohío. El problema empezaría cuando la propiedad se hizo objeto de una ideología segregacionista que, en lugar de propugnar por el bien común a través de una real libertad de empresas, hizo de esta un privilegio exclusivo de muy pocos, condenando al resto de la sociedad a la pobreza extrema.

Recordemos que la propiedad privada forma parte de la difícil conquista de los derechos humanos lograda a partir de las Revoluciones norteamericana (1776) y francesa (1789). Pero este derecho, en particular, se consagraría como tal a partir de la Declaración Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre de 1948 (art. 17); como tal fue acogido, además, por el art. 212 de la Convención Americana de Derechos Humanos del 28 de noviembre de 1969.

Desde que el sociólogo y economista Alexander Rüstow, hacia los años treinta del siglo XX, propusiera adoptar el término “neoliberalismo” como respuesta a los colectivismos comunistas y fascistas, la idea de lo “social” parece haber evolucionado siempre en contra de la sociedad, puesto que, conociendo como conocemos hoy las consecuencias de los colectivismos mencionados, estaríamos quizás en condiciones de pensar lo mismo de la idea de “economía social de mercado” tal como la concibiera inicialmente Rüstow.

Hasta donde esto fue solo un “derecho” conforme a los principios de justicia y equidad, pudo haber sido también un elemento de progreso y armonía, pero en la medida en que se convirtió el capitalismo en una ideología y se transformó su soporte filosófico: el liberalismo, en neoliberalismo, así como el mismo sistema en “capitalismo salvaje”, definitivamente todo tendería a desembocar en un atropello de los derechos de las mayorías, por el apetito insaciable de quienes lograban ser los dueños exclusivos del gran capital.

… la falta de aceptación de los límites, tanto personales como sociales, nos lleva a una espiral de acción compulsiva, a un hacer constantemente cosas, a un acumular infinito tanto de objetos como de experiencias y relaciones. El resultado es doblemente negativo. En términos individuales, la ansiedad maligna; en términos sociales, la desorganización social506.

Se ha fortalecido la opinión de muchos connotados intelectuales del mundo, en el sentido de que el capitalismo neoliberal o capitalismo salvaje constituye una amenaza para la humanidad; este, que emergió del capitalismo original como una evolución cancerosa, hizo de la libertad de empresas una fuente de desigualdad y del capital un instrumento de dominación insaciable e inconsecuente con las realidades sociales.

Negar hoy que el capitalismo neoliberal constituye un riesgo para la humanidad, definitivamente implicaría hacerlo bajo un sesgo ideológico, dada la cantidad de evidencias sobre la certidumbre de este hecho.

Pero la propuesta socialista como solución a las crisis generadas por el neoliberalismo, además de implicar un desacierto, contendría un contrasentido, puesto que, como dijimos, las ideas neoliberales fueron presentadas como solución a los amenazantes “colectivismos” implementados por el comunismo y el fascismo. En efecto, Márquez Covarrubias considera modelos, en este sentido, los casos de “Venezuela, Bolivia, Ecuador y Cuba”, y los cita como ejemplos de oposición ante la “reestructuración y expansión neoliberal”51. Si estas ideas son acertadas o no, ya lo sabemos con creces hoy, más de una década después.

Parece estar claro que el mundo capitalista neoliberal se ha tornado en “un mundo absolutamente desigual” con muy pocas oportunidades, en donde cerca de la mitad de la humanidad (3.400 millones de personas) viven en la pobreza, tanto que a 2019, unos 2.153 millonarios del mundo poseían más riquezas que 4.600 millones de personas, equivalentes al 60 % de la población mundial52.

La autonomía individual y el crecimiento infinito han convertido la inicialmente promisoria libertad de empresas en una especie de cáncer que ha hecho metástasis hasta tornarse incontrolable. La desigualdad y la injusticia social en general, que no son superiores a las vividas en el sistema socialista, generan, en este caso, criminalidad tanto particular como estatal, puesto que el Estado, al consagrar y proteger los principios del sistema, con frecuencia viola derechos tal como sucede con el terror implícito en los altos intereses bancarios que permiten rematar judicialmente la vivienda de una familia pobre, luego de que esta haya cancelado muchos años de capital e intereses por su préstamo hipotecario. Por su parte, el pueblo pauperizado cae fácilmente en la delincuencia o es objeto de grupos armados que lo conducen a integrar las filas de la delincuencia política o común, de todas las tendencias. La miseria los arrastra hacia la prostitución de menores o el consumo de narcóticos, y formas tan aberrantes de criminalidad como el sicariato, al que caen con facilidad en un mundo en donde la violencia es el mercado que les genera un medio de subsistencia. Es la desigualdad el germen de tantos males, hasta el que lleva a la execrable acción de negociar la muerte, luego de que alguien haya puesto precio a la vida de un ser humano53.

Nunca como hoy han estado tan articuladas las ideas de autonomía individual y crecimiento infinito como principios del desarrollo capitalista. En esa articulación reside el alma del neoliberalismo. Vivimos en una época dominada por el poder de la idea de autonomía individual, que ha de realizarse en un mercado planetario constituido por una miríada de mercados locales, nacionales y globales, en los que potencialmente todas las dimensiones de la vida individual y social se negocian de acuerdo con el valor que marca su precio54.

Cuando los precursores de la Revolución francesa predicaron el “ser capaces de gobernarse por su propia razón” como principio que inauguraría un nuevo paradigma, al otorgarle a la humanidad derechos que le habían sido negados a través de los mil años de oscuridad absoluta de la Edad Media, tal vez nunca imaginaron que el vicioso crecimiento de este propósito emancipador, convertido en autonomía individual para un crecimiento infinito, tendería, hacia el futuro, a ser privilegio exclusivo de unos pocos, que, a su vez, forjarían la carencia de libertad y autonomía para el resto de la población.

Vivimos en un tiempo en el que las más insólitas injusticias sociales y el más injusto sufrimiento humano no parecen ya generar la indignación moral ni la voluntad política de combatirlos de manera efectiva y de crear una sociedad más justa y equitativa55.

Pero volviendo sobre lo ya tratado, reiteremos al recordar que el neoliberalismo fue propuesto como solución a métodos ideológicos ya probadamente absurdos; por lo que no sería válido hoy regresar a la propuesta comunista pretendiendo eliminar la injusticia social cuando sabemos, con creces, que mucha de esta ha sido perpetrada por dicho sistema al tiempo que se generan algunas de las más grandes criminalidades estatales de que se tenga noticia.

De ninguna manera el objeto de este artículo es proponer soluciones, sino contribuir a la formulación de una teoría explicativa de un tipo específico de factor causal de cierta criminalidad; para este caso el factor señalado son las ideologías con sus correspondientes formas de adoctrinamiento. El sistema de producción capitalista moderno o neoliberal, creo que codetermina una criminalidad muy sui géneris por sus consecuencias sociales, dados los desajustes generales originados en la desigualdad que le es inherente.

4.4. Criminalidad ideológica religiosa

Parecería un contrasentido que una doctrina religiosa condujera a la criminalidad, pero la historia nos enseña no solo que es posible, sino que este tipo de conductas, además de haber sido constantes y masivas a través del tiempo, se cuentan entre las más crueles y repugnantes, dados el fanatismo y la convicción inquebrantable de quienes actúan espantosamente, sin ningún pudor, y con la satisfacción psicopatológica que les produce el hecho. Una constante, por ejemplo, son las acciones terroristas islámicas; las hogueras de la Inquisición, o las masacres contra los protestantes como la de la “noche de san Bartolomé”, un 24 de agosto de 1572. Este último caso, como todos los demás, es un ejemplo de la satisfacción y orgullo que, en lugar de arrepentimiento, manifiestan los autores de este tipo de crímenes. Recordemos que luego de esta fatídica noche con sus miles de inocentes masacrados, el papa Gregorio XIII ordenó que se cantara un Tedeum para celebrar el hecho, y el rey Felipe II, al enterarse de la consumación, rio en público por primera vez y ordenó celebraciones56.

La matanza de hugonotes en la noche de San Bartolomé el 24 de agosto de 1572, fue perpetrada por los parisinos pobres con la autorización del rey y su madre Catalina de Medici. Una señal dada por las campanadas de Maitines de la iglesia de Saint-Germain 1-Auxerrois, junto a Louvre, dio comienzo a la masacre. Murieron entre 7.000 y 12.000 personas… No hubo remordimiento sino alivio… El Papa acuñó una medalla para el gran día. Cuando el embajador francés acudió al Alcázar de Madrid a contar las novedades, Felipe II empezó a reírse dando muestras de placer y satisfacción, y aseguró que tuvo aquel día, uno de los mayores “contentamientos de mi vida”57.

El comportamiento por parte de los determinadores de este tipo de crímenes ideológicos no es una casualidad, todos recordamos hoy, conforme lo mostraron los medios de comunicación, la risa del determinador cuando se enteró de la noticia de la caída de las Torres Gemelas. Se repite la historia al celebrar con risas la muerte de miles de inocentes.

Un caso como el de la noche de San Bartolomé no es sino uno de los centenares de dramas dantescos que propiciaría la Santa Inquisición en sus casi trescientos años de torturas y asesinatos “en nombre de Dios”. Su enajenación doctrinal fue tal que disfrutaban, con la mayor satisfacción, el suplicio padecido por sus víctimas.

Una de las más grandes masacres de origen religioso aconteció en 1209 en la ciudad francesa de Béziers, la cual hoy es famosa y de gran atractivo turístico por una frase histórica y estremecedoramente lapidaria: “Matadlos a todos, Dios ya reconocerá quiénes son los suyos”. Esta frase, atribuida, por algunos, al propio papa Inocencio III y, por otros, al delegado de éste, Arnaldo Amaury, fue pronunciada cuando al sitiar dicha ciudad en la llamada cruzada albigense contra los cátaros, considerados herejes, el jefe militar preguntó cómo se haría para diferenciar a los herejes de los católicos, que también eran abundantes58. En consecuencia, la masacre fue total y una de las más terroríficas que recuerde la historia. Toda la población de la ciudad, tanto hereje como católica, fue asesinada59.

Exterminar a toda una población como forma de garantizar que no escapara ningún hereje sucedió en más de una ocasión, tal como lo demuestran la noche de San Bartolomé en París y el caso de la ciudad de Béziers en el sur de Francia. Tal vez una locura colectiva de esta magnitud solo sea posible como resultado de una alienación doctrinal con propósito específico. Se calcula que murieron más de seis millones de personas en la ya mencionada hambruna conocida como Holodomor o genocidio ucraniano dispuesto por Stalin contra Ucrania entre 1932 y 1933. “Fue una consecuencia del terror por hambre, aplicado por un Estado totalitario con un fin determinado, o sea genocidio”60.

Pero pasando a los tiempos modernos, habría que reconocer la vigencia de los efectos criminales de doctrinas religiosas actuales, sin que se haga necesario ilustrar rigurosamente, por su plena actualidad, hechos como el terrorismo islámico, las aberraciones sexuales masivas practicadas en ciertas religiones o el denominado suicidio colectivo de Jonestown en 1978. Precisamente este último caso, tuvo como protagonista a un pastor norteamericano creador de una secta conocida como “Templo del Pueblo”, quien, según parece, obtuvo uno de los máximos resultados en materia de alienación doctrinal, al lograr algo que no es propiamente un “suicidio colectivo”, como suele calificársele, puesto que, de las 914 víctimas, un alto porcentaje eran niños cuya voluntad no cuenta para considerar que ellos también se suicidaron; por lo tanto, la acción criminal doctrinalmente inducida fue la de sus padres que les suministraron el letal veneno consistente en cianuro de potasio diluido en refresco61.

Debe tomarse en cuenta que la obtención de similares resultados se logra siempre mediante el uso de los mismos mecanismos sin importar que se trate de doctrinas religiosas, políticas, económicas o de cualquier otra naturaleza: una locura criminal doctrinalmente inducida que generará una execrable acción meticulosamente programada conforme a una ideología. El caso anterior es inimaginable: padres suministrando el veneno letal a sus propios niños, fruto de una convicción doctrinal masiva inducida irreductiblemente por un líder desquiciado.

No cesan los escándalos en el mundo, debido a casos de la peor forma de criminalidad sexual cometida, muchas veces impunemente, por líderes religiosos. Un informe escalofriante de la Fiscalía sobre 600 niños sometidos a abusos por clérigos en Maryland, sobre lo cual los investigadores señalan alrededor de 158 sacerdotes pederastas de la Arquidiócesis de Baltimore.

5. CONCLUSIONES

Al final debo expresar que, no obstante, el señalamiento que se hace del factor ideológico en la gestación de un determinado tipo de criminalidad, de ninguna manera se pretende establecer una determinación rígida y absoluta, sino una codeterminación o confluencia de factores, aun cuando sobresalga el predominio de uno de ellos sobre los demás. En el artículo “La explicación científica en criminología” he expuesto mi criterio al respecto. Un buen ejemplo de la codeterminaciòn de una ideología sobre una criminalidad podría representarlo el caso de las criminalidades producto de ideologías políticas en Colombia, y su confluencia con factores culturales, sociológicos, geográficos, etc.,62 para la gestación del abrumador resultado que la ubica entre las mayores de este género en el mundo. Quizás sea hasta ahora insospechado el papel coadyuvante que factores como la topografía montañosa y selvática han tenido en el favorecimiento del propósito predicado por la doctrina marxista para el logro de sus objetivos en dicho país.

Precisamente, si alguien llegara a preguntar, ¿por qué la ideología marxista no produjo los mismos resultados en otros países latinoamericanos en donde también se realizó adoctrinamiento?, habría que responder conforme a la enseñanza de Max Weber: “Pluralidad de factores en el desencadenamiento de los hechos históricos”. Recordemos que cuando comenzó el adoctrinamiento marxista en Colombia, a principios del siglo XX, este país venía de una tradición de violencia que copó todo el siglo anterior con un promedio de una guerra general por cada década y más de treinta conflictos armados provinciales. Así fue como combatientes liberales se convirtieron en líderes comunistas protegidos con ventaja por uno de los sistemas montañosos más extensos y complejos del mundo, y nutridos por una población de jóvenes resentidos a causa del antiguo estado de cosas. Resultaría imposible determinar con exactitud el grado de incidencia y causalidad de cada factor, como opina el mismo Weber, pero sí es posible establecer una jerarquía en cuanto a la importancia de cada uno de estos63.

De este modo concluyo que definitivamente el factor más importante es la ideología implantada, primero mediante la persuasión y luego mediante la violencia armada.

6. BIBLIOGRAFÍA

BAKKER, Gerald y CLARK, Len. La explicación. Una introducción a la Filosofía de la Ciencia. Madrid: Fondo de Cultura Económica, 1994.

BARATTA, Alessandro. Criminología Crítica y Crítica del Derecho Penal. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2004.

BARTRA, Roger. Antropología del cerebro. México: Fondo de Cultura Económica, 2014.

BASTI, Abel. Los secretos de Hitler. Bogotá: Editorial Planeta, 2017.

CARR, Edward H. ¿Qué es la Historia? Barcelona: Ariel Historia. Trad. de Joaquín Romero Maura, 2001.

COMTE, Augusto. La filosofía positiva. México: Editorial Porrúa, 1979.

CONSUEGRA BOLIVAR, J. La educación humanista en el poscovid. Obtenido de El Espectador: https://www.elespectador.com/actualidad/la-educacion-humanista-en-el-poscovid-article/ (26 de julio de 2020).

COZBY, Paul C. Métodos de investigación del comportamiento. 8ª edición. México: Mac Graw Hill, 2004.

DELARUE, Jacques. Historia de la Gestapo. Buenos Aires: Editorial El Ateneo, 2015.

DURKHEIM, Emile. Las reglas del método sociológico. Buenos Aires: Losada, 2006.

ERDELY, J. Suicidios colectivos rituales: un análisis interdisciplinario. Ciencias Ergosum. 7 (1), pp. 67–80, mar. 2015

EY, Henry, BERNAD, P. y BRISSET Ch. Tratado de Psiquiatría. Barcelona: edición española Toray Mason, S. A., 1969.

GAROFALO, Raffaele. La Criminología. Trad. de Pedro Donado Montero. Montevideo: Editorial B. de F., 2005.

GEERTZ, Clifford. La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa Editorial, 1995.

GIL VILLA, Fernando. Introducción a las teorías criminológicas. Madrid: Tecnos, 2013.

GONZáLEZ, Justo L. Historia del Cristianismo, t. II. Miami: Editorial Unilit, 1994.

GRANDE-CABALLERO, L. B. El humo de Satanás (3): el asalto a los cielos de Karl Mordecai Marx. Obtenido de: Alerta Digital https://www.alertadigital.com/2017/08/25/el-humo-de-satanas-3-el-asalto-a-los-cielos-de-karl-mordecai-marx (25 de agosto de 2017).

GUADARRAMA GONZáLEZ, Pablo. Democracia y Derechos Humanos, t. I. Bogotá: Penguin Ramdom House, 2016.

HEMPEL, Carl G. La explicación científica. Trad. de M. Frassineti de Gallo. Barcelona: Paidós, 2005.

KING, David. El juicio de Adolf Hitler. Trad. de Íñigo Filomana. Bogotá: Editorial Planeta Colombia, 2019.

LENGYEL, Olga. Los hornos de Hitler. Trad. de Andrés M.ª Mateo. México: Editorial Planeta Mexicana, S. A., 2014.

LLORENTE, Juan Antonio. España y la Inquisición. Salamanca: Editorial Renacimiento, 2007.

LYMAN, Jesse. Historia de la Iglesia Cristiana. Miami: Editorial Vida, 1999.

MARINA, José Antonio y RAMBAUD, Javier. Biografía de la Humanidad. Historia de la evolución de las culturas. Bogotá: Editorial Planeta, S. A., 2018.

MÁRQUEZ Covarrubias, H. La gran crisis del capitalismo neoliberal. Andamios. 2010, 7(13).

MARX, Carlos y ENGELS, Federico. Manifiesto del Partido Comunista. Bogotá: Panamericana Editorial, 1993.

RAMÍREZ CARREÑO, Sandra. Los crímenes de Corea del Norte. Obtenido de: El Tiempo. https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-13545081 (22 de febrero de 2014).

SORIANO, Ramón. Sociología del Derecho. Barcelona: Ariel Derecho, 1977.

SOUSA Santos, Boaventura De. Derechos humanos, democracia y desarrollo. Bogotá: Antropos Ltda, 2014.

SUTHERLAND, Edwin H. y Cressey, Donal R. Criminology. 10.ª ed. Nueva York: Universidad de California, 1978.

TAYLOR, I.; Walton, P. y Young, J. La nueva criminología. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2001.

VAN Loon, H. W. Tolerancia. Historia de la lucha del hombre por el derecho a pensar libremente. Buenos Aires: Editorial Claridad, 1945.

WEBER, Max. Sociología del Poder. Madrid: Alianza Editorial, 2012.

WURMBRAND, Richard. El Marx desconocido. Trad. de René Cueto. San José de Costa Rica: La Voz de los Mártires, 1988.

1. Cfr. WEBER, Max. Sociología del Poder. Madrid: Alianza Editorial, 2012, p. 45-48.

2. Cfr. COZBY, Paul C. Métodos de investigación del comportamiento. 8ª Edición. México: Mac Graw Hill, 2004, p. 20.

3. BARTRA, Roger. Antropología del Cerebro. México: Fondo de Cultura Económica, 2014, p. 111.

4. SUTHERLAND, Edwin H. y CRESSEY, Donal R. Criminology. 10.ª ed. Nueva York: Universidad de California, 1978, pp. 83 y ss.

5. DURKHEIM, Emile. Las reglas del método sociológico. Buenos Aires: Losada, 2006, p. 42.

6. Cfr. HEMPEL, Carl G. La explicación científica. Trad. de M. Frassineti de Gallo. Barcelona: Paidós, 2005, p. 308.

7. GUADARRAMA, González Pablo. Democracia y Derechos Humanos, tomo I. Bogotá: Penguin Ramdom House, grupo editorial, 2016, p. 33.

8. GUADARRAMA, ibídem.

9. GAROFALO, Raffaele. La Criminología. Trad. Pedro Donado Montero. Montevideo: Editorial B. de F., 2005, pp. 215-216.

10. DELARUE, Jacques. Historia de la Gestapo. Buenos Aires: Editorial El Ateneo, 2015, p. 14.

11. DELARUE, ibídem.

12. BAKKER, Gerald y CLARK, Len. La explicación. Una introducción a la Filosofía de la Ciencia. Madrid: Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 50 y ss.

13. EY, Henry; BERNARD, P. y BRISSET, Ch. Tratado de Psiquiatría. Barcelona: Toray Mason, S. A., 1969, p. 125.

14. GEERTZ, Clifford. La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa Editorial, 1995, p. 172.

15. ABACNANO citado por GUADARRAMA en Democracia y Derechos Humanos, t. I. Editorial Taurus. Bogotá: U. Católica de Colombia, 2016, p. 36.

16. DELARUE, ibídem, p. 18.

17. DELARUE, ibídem, p. 21.

18. MARINA, José Antonio y RAMBAUD, Javier. Biografía de la Humanidad. Historia de la evolución de las culturas. Bogotá: Editorial Planeta, S. A., 2018, p. 391.

19. BASTI, Abel. Los secretos de Hitler. Bogotá: Editorial Planeta, 2017, p. 26.

20. HITLER, Adolfo citado por WURMBRAND, Richard. El Marx desconocido. San José, Costa Rica: La Voz de los Mártires, 1988, p. 28.

21. WURMBRAND, Richard. El Marx desconocido. Traducido por René Cueto. San José, Costa Rica: La Voz de los Mártires, 1988, pp. 17-18.

22. MARX, C. citado por WURMBRAND, ibídem, p. 18.

23. MARX C. citado por WURMBRAND, ibídem, p. 27

24. GRANDE CABALLERO, Laureano Benítez. El asalto de los cielos de Carlos Marx, 2017, p. 2508.

25. BASTI, Abel. Los secretos de Hitler. Bogotá: Planeta, 2017, p. 33.

26. BASTI, op. cit., p. 28.

27. BASTI, op. cit., p. 30.

28. WURMBRAND, op. cit., p.125. BASTI, op. cit., p. 34.

29. DOSTOIEVSKI citado por WURBRAND, op. cit., p.125.

30. SPENCER, Herbert citado por SORIANO, Ramón. Sociología del Derecho. Barcelona: Ariel Derecho, 1997, pp. 87-88.

31. MARX, Carlos y ENGELS, Federico. Manifiesto del Partido Comunista. Bogotá: Panamericana Editorial, 1993, pp. 20-21.

32. MARINA, José Antonio y RAMBAUD, Javier. Biografía de la Humanidad. Historia de la evolución de las culturas. Bogotá: Editorial Planeta, S. A., 2018, p. 95.

33. LLORENTE, Juan Antonio. España y la Inquisición. Sevilla: Editorial Renacimiento, 2007, p. 92.

34. LENGYEL, Olga. Los hornos de Hitler. Trad. Andrés M.ª Mateo. México: Editorial Planeta Mexicana, S. A., 2014, pp. 39-41 y 151 y ss.

35. RAMÍREZ CARREÑO, Sandra. Los crímenes de Corea del Norte. Colombia: El Tiempo, 2014.

36. HAWK, David en RAMÍREZ CARREÑO, Sandra. Los crímenes de Corea del Norte. Colombia: El Tiempo, 2014.

37. RAMÍREZ CARREÑO, ibídem.

38. HERBY, Michael en RAMÍREZ CARREÑO, Sandra. Los crímenes de Corea del Norte. Colombia: El Tiempo, 2014.

39. RAMÍREZ CARREÑO, ibídem.

40. RAMÍREZ CARREÑO, ibídem.

41. LENGYEL, ibídem, p. 15 (en nota de pie de página).

42. DELARUE, Jacques. Historia de la Gestapo. Trad. de José Miguel Parra. Editorial El Ateneo, 2015, p. 17.

43. DELARUE, ibídem, p. 19.

44. DELARUE, ibídem, p. 20.

45. BASTI, ibídem, p. 25.

46. COMTE, Augusto. La filosofía positiva. México: Editorial Porrúa, 1979, p. 109.

47. BASTI, ibídem, pp. 23-24.

48. KING, David. El juicio de Adolf Hitler. Trad. de Íñigo Filomana. Bogotá: Editorial Planeta Colombia, 2019, p. 205.

49. BASTI, ibídem, p. 24.

50. GIL VILLA, Fernando. Introducción a las teorías criminológicas. Madrid: Tecnos, 2013, p. 95.

51. MÁRQUEZ COVARRUBIAS, Humberto. La gran crisis del capitalismo neoliberal. Andamios. 2010, 7(13), p. 79.

52. CONSUEGRA BOLÍVAR, J. La educación humanista en el poscovid. Obtenido de El Espectador: https://www.elespectador.com/actualidad/la-educacion-humanista-en-el-poscovid-article/ (26 de julio de 2020).

53. Cfr. TAYLOR, I.; WALTON, P. y YOUNG, J. La nueva criminología. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2001, p. 297.

54. DE SOUSA SANTOS, Boaventura. Derechos humanos, democracia y desarrollo. Bogotá: Antropos Ltda., 2014, pp. 17-18.

55. DE SOUSA SANTOS, ibídem, p. 18.

56. GONZÁLEZ, Justo L. Historia del Cristianismo, t. II. Miami: Edit. Unilit, 1994, p. 110.

57. MARINA y RAMBAUD, op. cit., pp. 352-353.

58. VAN LOON, H. W. Tolerancia, historia de la lucha del hombre por el derecho a pensar libremente. Buenos Aires: Edit. Claridad, 1945, p. 133.

59. LYMAN, Jesse. Historia de la Iglesia Cristiana. Miami: Editorial Vida, 1999, p. 123.

60. http://conucramis.com.ar>ucrania-1

61. ERDELY, J. Suicidios colectivos rituales: un análisis interdisciplinario. Ciencias Ergosum. 7(1), pp. 67-80, mar. 2015.

62. BARATTA, Alessandro. Criminología Crítica y Crítica del Derecho Penal. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2004, p. 11.

63. CARR, Edward H. ¿Qué es la Historia? Trad. de Joaquín Romero Maura. Barcelona: Ariel Historia, 2001, p. 148.