América Latina Hoy, 2024, 94
ISSN: 1130-2887 - e-ISSN: 2340-4396
DOI: https://doi.org/10.14201/alh.31703
Daniel Montañez Pico dmontane@ucm.es 1
1 Universidad Complutense de Madrid
Envío: 2023-08-07
Aceptado: 2024-09-11
Publicación: 2024-12-31
RESUMEN: Una mayoría de analistas coinciden en que el intelectual y político aymara Fausto Reinaga abandonó la perspectiva marxista en su etapa indianista (1962-1974) porque priorizó la cuestión racial sobre la cuestión de clase. El presente trabajo problematiza su producción intelectual en esta época, planteando que, por el contrario, articuló las nociones de raza y clase desarrollando una perspectiva marxista heterodoxa, que criticaba las versiones eurocéntricas del marxismo en su contexto y que el mismo Reynaga llegó a bautizar como «marxismo indio».
Palabras clave: marxismo; pueblos indígenas; indianismo; Fausto Reinaga; Bolivia.
ABSTRACT: Most analysts agree that the Aymara intellectual and politician Fausto Reinaga abandoned the Marxist perspective during his Indianist phase (1962-1974) because he prioritized the racial issue over the class issue. The present work problematizes his intellectual production during this period, proposing that, on the contrary, he articulated the notions of race and class in the development of a heterodox Marxist perspective, which criticized the Eurocentric versions of Marxism in their context and that Reinaga himself came to baptize as «Indian Marxism».
Keywords: Marxism; Indigenous Peoples; Indianism; Fausto Reinaga; Bolivia.
Fausto Reinaga (1906-1994) creció en el seno de una familia campesina quechua-aymara del norte de Potosí. Fue un estudiante brillante, lo que le permitió estudiar en 1932 la licenciatura en Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Xan Javier de Chuquisaca, donde conoce el pensamiento marxista. Este momento coincide con la guerra del Chaco (1932-1935), que marcó profundamente la historia contemporánea de Bolivia. Fruto de la intensa participación de soldados indígenas en la guerra, comenzó a cuestionarse por primera vez con fuerza la categorización racial negativa hacia los pueblos indígenas. La concepción racialista, reforzada por el histórico despojo colonial de los territorios de estos pueblos, ya no era útil en un contexto de necesidad de movilización militar de las masas campesinas. Por ello, comenzó a operar la idea de incluir a los pueblos indígenas dentro de la concepción del «pueblo boliviano», planteándose realizarlo a través de la integración en forma de asimilación modernista-occidentalista de estos pueblos (Cuadros, 2003, p. 38).
En 1934 Reinaga se graduó con una tesis titulada La cuestión social en Bolivia, que presentaba un análisis marxista de la composición de clase en su país y que más tarde publicó bajo el título de Mitayos y Yanaconas (1940). En 1943 el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) subió al poder a través del alzamiento del general Gualberto Villarroel, participando Reinaga en este gobierno como diputado nacional. En 1946 el Gobierno fue derrotado por otro alzamiento, teniendo Reinaga que partir al exilio en Buenos Aires hasta 1949. En 1949 regresa a Bolivia y participa en los preparativos de la revolución de 1952. Después del triunfo de la revolución, publicó su obra Tierra y libertad (1953), donde desarrolló una postura nacionalista revolucionaria marxista con centralidad en la cuestión indígena. Además, advirtió de los peligros de una deriva conservadora en el proceso de institucionalización del proceso revolucionario. Finalmente, sus presagios se cumplieron y la institucionalización conservadora de la revolución se realizó gracias a pactos derivados de concesiones con el sector rural y campesino mayoritario del país. En este momento se desliga del MNR y sufre una «crisis de conciencia», momento en el que realiza un importante viaje por Europa y la URSS para buscar inspiración política.
En 1962 resuelve sus contradicciones e inaugura una nueva etapa y perspectiva política: el indianismo. Funda el Partido de Indios Aymaras y Keswas (PIAK), del cual sería el principal ideólogo y líder en sus inicios. El indianismo se enfrentaba al indigenismo, comprendiendo a este último como una ideología de los Estados criollos y mestizos de América Latina para asimilar y dominar al indio. Frente a ello se proponía el indianismo, una ideología del indio para su auténtica liberación. Esta perspectiva ha tenido mucha importancia en la historia política de Bolivia hasta la actualidad.
En este artículo analizaremos las ideas que Reinaga desarrolló en su etapa indianista (1962-1974) acerca de la articulación de raza y clase en Bolivia. Frente a la mayoría de analistas que consideran que abandona el marxismo en esta etapa priorizando la cuestión de clase sobre la cuestión racial, planteamos que despliega una aplicación original y no-eurocéntrica del materialismo histórico a su contexto. Defenderemos que realiza un acercamiento al fenómeno del racismo desde claves marxistas heterodoxas, donde el diálogo con el pensamiento radical negro es fundamental. Este tipo de análisis le permite un entendimiento de los problemas históricos, estructurales y políticos de Bolivia diferente al propuesto por la mayoría de los pensadores marxistas de su contexto, poniendo radicalmente en el centro la cuestión indígena y llegando a denominar su perspectiva un «marxismo indio».
Desde la publicación de Tierra y libertad en 1953 hasta 1956 Reinaga trató de incidir en el contexto político posrevolucionario sin mucho éxito. Sus críticas a los líderes del MNR y sus advertencias de que la revolución nacional no cumplía las expectativas generadas le impedían acceder a los círculos donde se organizaba el nuevo sistema político (Ticona, 2015, p. 185). Finalmente, sus peores presagios se cumplieron en lo que René Zavaleta denominó «Estado del 52»: un gobierno con políticas conservadoras que se hacía pasar por reformista y progresista, sostenido en un entramado corporativo de organizaciones políticas y sindicales con fuerte arraigo en las clases populares, especialmente las campesinas, gracias a concesiones y prebendas derivadas de la nacionalización de tierras y sectores productivos estratégicos (Zavaleta, 1986, p. 10)[1].
En estas condiciones sufrió una época de ostracismo en la que su energía política e intelectual no encontraba contexto ni público en la que desarrollarse (Cruz, 2013, p. 115). El desencanto producido por su falta de influencia le lleva a abandonar en 1956 su militancia en movimientos sindicales y políticos, renunciando a su participación en la Central Obrera Boliviana (COB) y en el MNR. Ante tal disyuntiva, decide viajar a la URSS a modo de peregrinaje marxista, dedicando un interesante libro a describir sus vivencias en dicha experiencia titulado El sentimiento mesiánico del pueblo ruso (1960).
Al regreso del viaje sufre lo que denomina una «crisis de conciencia» cada vez más evidente, donde sus críticas al socialismo realmente existente y a las derivas eurocéntricas del pensamiento marxista son cada vez más recurrentes. En esta tesitura es cuando da el viraje hacia la posición indianista. Gustavo Cruz, uno de los biógrafos más relevantes de Reinaga, advierte que entre 1960 y 1961 no existen casi datos biográficos suyos (Cruz, 2013, p. 132). Por tanto, no sabemos bien qué pasó entre su etapa de desesperanza y su relanzamiento político en noviembre de 1962, cuando participó activamente en la fundación del PIAK, que era el primer partido abiertamente indianista de Bolivia, como se puede comprobar en las ideas que se exponen en el siguiente extracto de su acta fundación, en cuya redacción participó activamente Reinaga:
En Peñas, a horas doce del día quince de noviembre de mil novecientos sesenta y dos, en el mismo sitio, en que hace 181 años atrás (15 de noviembre, 1781) fue descuartizado Tupaj Katari; juramos vengar su sangre, proseguir y ejecutar su obra: la liberación de la raza india. Y con este objeto y fin fundamos el Partido de Indios Aymaras y quechuas (PIAK); instrumento ideológico, político y bélico que, derrotando a nuestro enemigo secular: el cholaje… hará el milagro del renacimiento de la cultura milenaria colla incaica, la que asimilando intususceptivamente (sic) la heredad universal y humanista, abrirá todas las posibilidades de la ingénita potencia de nuestra sangre y de nuestro espíritu, para el bien de la patria del Collasuyo, de América y del mundo. La meta suprema del PIAK es el Poder. El poder, por la razón democrática o por la fuerza de la revolución. Para alcanzar esta finalidad no escatimaremos ningún sacrificio ni el de nuestra propia vida. (Reinaga, 2014 [1970], pp. 341-342)
En este extracto del manifiesto podemos percibir varias cuestiones que revolucionan el pensamiento de Reinaga, las cuales desarrolla a profundidad en una serie de obras que son consideradas sus primeros textos plenamente indianistas, entre las que destacan El indio y el cholaje boliviano (1964), La intelligentsia del cholaje boliviano (1967) y El indio y los escritores de América (1968). Durante estos años fue el principal líder político e ideológico del PIAK, partido que tuvo un rápido auge social y en 1966 pasó a llamarse Partido Indio de Bolivia (PIB), su denominación más conocida (Gamboa, 2009, p. 134). Los principales elementos ideológicos que transforma en esta época de surgimiento de la nueva perspectiva indianista son:
Hasta este momento, Reinaga había planteado en sus obras y en su activismo político que los sujetos fundamentales de la lucha de clases en Bolivia eran la oligarquía y el pueblo. La oligarquía la formaba una minoría de la población, compuesta por un conglomerado de latifundistas, propietarios de medios de producción y grandes comerciantes, todos ellos al servicio de los intereses del imperialismo de las potencias capitalistas, siendo una pieza clave en el despojo de los recursos del país y la superexplotación de la mayoría de la población. Por otro lado, el pueblo era la mayor parte de la población, formado por una clase trabajadora plural, compuesta por un diverso crisol de grupos sociales en donde destacaban y tenían un papel crucial los pueblos indígenas[2]. Sin embargo, en este momento el proyecto de Reinaga se transforma, postulando dos nuevos sujetos fundamentales en el análisis social: el cholo y el indio.
La palabra cholo viene muy probablemente del aimara (chhulu) y en el contexto prehispánico hacía referencia a una persona cuyos progenitores eran de diferente grupo social (RAE, 1992, p. 279). Desde la época colonial ha sido utilizada generalmente como un calificativo peyorativo y racista, que hace alusión a personas de origen o aspecto indígena que han sido occidentalizadas, siendo casi sinónimo de la categorización colonial de «mestizo» (Cosamalón, 1993, p. 212). Partiendo de esta idea peyorativa y colonial, Reinaga define al cholo como una «subraza» corrupta y degenerada que enarbola la bandera del patriotismo al mismo tiempo que malvende los recursos del país a bajo coste a las potencias imperialistas. Les atribuye las características que antes definía para la oligarquía, pero expandiendo su comprensión de esta clase opresora a toda la clase política del país, incluyendo sectores de izquierda (Reinaga, 2014 [1964], p. 40).
Frente a ellos están los indios, definidos como una raza originaria y mayoritaria oprimida por quien representa los intereses del capitalismo y el imperialismo en Bolivia: el cholo. Reinaga apuesta por el término «indio» debido a que es el término históricamente atribuido a esta población desde la época colonial, renegando del término «indígena», que considera una denominación universal que se refiere a los habitantes originarios e históricos de cualquier territorio (Reinaga, 2014 [1964], p. 57). Además, considera que es un término adecuado porque que alude claramente a la condición de opresión. «Indios» fue el término que los opresores coloniales usaron para nombrar a los habitantes originarios del continente, por tanto, mientras dure la opresión, es el nombre más adecuado con el que nombrarse, para remarcar esa condición (Reinaga, 2014 [1964], p. 56). Los indios, como parte mayoritaria de la población oprimida en Bolivia, serán considerados como el sujeto político que liderará la liberación de la explotación capitalista y la transformación revolucionaria del país.
Por plantear la dialéctica de clases en términos de raza, además de por usar en ciertos pasajes un lenguaje de «venganza racial», Reinaga y la corriente indianista en general suelen ser acusados de practicar un supuesto «racismo invertido». Es evidente que pueden existir sentimientos e ideas vengativas, de revanchismo hacia quienes les oprimen racialmente, pero la intención es animar la revolución, no reproducir la lógica racista. En su defensa, Reinaga plantea que los indianistas no son racistas, lo que quieren es liberar al indio del racismo y acabar con el racismo en sí mismo:
El indio no es, no puede ser racista. Su odio al blanco es el grito de su libertad encadenada, el grito de su derecho a ser hombre no un monstruo. Su odio al blanco es la voz de reconquista de su patria india, hoy esclavizada y martirizada por el cholaje blanco advenedizo y criminal. (Reinaga, 2014 [1968], p. 644)
Queremos que la conducción del Estado y la nación pase a manos del indio-inca, para que, con el pensamiento, la ciencia y la técnica contemporáneas, edifique los Estados Unidos de Latinoamérica, una sociedad moderna y digna, donde reine, no sólo la más absoluta igualdad de razas, sino que la fraternidad y la libertad sean como el aire y el sol de todos y para todos los hombres. (Reinaga, 2014 [1967], p. 235)
También hay analistas que encuentran en esta nueva dialéctica cholo-indio un desplazamiento de la lógica de la clase por la de la raza, planteando que en este momento Reinaga abandona la perspectiva marxista[3]. Consideramos que afirmar esto no es preciso. Lo que está planteando Reinaga es que la lucha de clases en Bolivia está determinantemente atravesada por la cuestión racial. En la cúspide de la opresión se encuentran las potencias occidentales imperialistas, que han creado la idea de que son una raza aria superior al resto del mundo. Por debajo de ellos, se encuentran los cholos, intermediarios que gestionan los intereses de esta burguesía internacional, entre los que encontramos tanto a dueños de grandes medios de producción (latifundismo, minería, etc.) como a las burocracias del Estado. Reinaga denuncia que los cholos han vendido los recursos de la nación a bajo coste, gracias a la explotación de la mayoría de la población: los indios. Los indios son despreciados por los cholos, considerados la raza más inferior del país. Pero Reinaga les reivindica, considera que es el indio el sujeto más oprimido, el mayoritario, y que su explotación no es solo individual, sino que se le explota como pueblo, como nación, como raza.
En este análisis la centralidad de la clase se mantiene. Su propuesta sigue los lineamientos de la perspectiva leninista sobre la cuestión nacional, con un claro paralelismo con las demandas en clave nacional y racial que hicieron los pueblos negros de EE. UU. y Sudáfrica en el marco de la III Internacional[4]. Reinaga encuentra que la gran mayoría de los sujetos explotados, los indios, lo son no solo como individuos, sino como raza, como nación, debido a una prolongación de la acción colonial e imperial que comenzó con la conquista hispana del territorio. Aquí radica el giro de su pensamiento. Anteriormente tenía una visión antiimperialista en donde contraponía la lucha del pueblo plural boliviano frente a la oligarquía nacional aliada de la burguesía internacional. Consideraba que los pueblos indígenas tenían una labor importante en esa lucha, pero no eran la centralidad de su análisis ni de su propuesta política. Ahora el indio pasa a ponerse en el centro de su propuesta, es el indio la mayoría explotada como pueblo y, por tanto, el sujeto revolucionario en este contexto. Plantear esto, según el propio Reinaga no solo no es antimarxista, sino que se trata de un ejercicio efectivo de la aplicación de la dialéctica marxista al contexto boliviano:
Los indios no somos adversos al marxismo, todo lo contrario, creemos y pensamos que el marxismo en Bolivia no tiene otro objeto que liberación de la raza india; puesto que el indio en este país es el único ser esclavizado, oprimido y explotado. Esclavizado, oprimido y explotado en cuanto indio; no solamente como clase social propicia a la extorsión, sino en su situación y por su condición de indio. Y como lo oprimido es su raza, y como se lo oprime a causa de ella, ante todo debe tomar conciencia de su raza. (Reinaga, 2014 [1964], p. 60)
No somos anti-marxistas, cómo vamos a serlo si en esta obra demostramos la relación casi personal de Marx con el indio; cómo vamos a ser anti-marxistas si precisamente por el método dialéctico es que llegamos a la desnuda realidad india; para arrancar de allí la fuerza espiritual con que debe armarse el indio para conquistar su plena libertad de hombre. Nuestra doctrina indianista triunfará sobre la alienación del indio, causada por el Occidente. (Reinaga, 2014 [1968], p. 646)
Antes de su transformación ideológica, Reinaga planteaba la confrontación de dos grandes proyectos políticos. Por un lado, estaba el proyecto del imperialismo capitalista, impulsado por potencias extranjeras y defendido por la oligarquía boliviana con el objetivo de velar por el mantenimiento de su fuente de riqueza. Por otro lado, el proyecto de la revolución nacional, que debía ser abrazado y defendido por el pueblo porque planteaba una lucha contra el imperialismo y la liberación de su explotación a través de una restitución de tierras y la reconstrucción en clave socialista del país (Reinaga, 2014 [1953], p. 164). Sin embargo, en este momento postula la confrontación de dos proyectos políticos diferentes, el indigenismo y el indianismo.
El indigenismo es una corriente política, intelectual y literaria nacida en los albores del siglo XX e institucionalizada a nivel continental en el Congreso Indigenista Interamericano de 1940 en Pátzcuaro, México[5]. Reinaga participó activamente en esta corriente hasta su transformación ideológica indianista (Reinaga, 2014 [1968], p. 453), pero ahora se convertirá en el foco central de sus críticas, considerándola como la agenda del Estado colonial imperialista liderado por los cholos para la asimilación del indio. El indigenismo es ahora analizado como un sistema ideológico que desarrolla en torno al indio toda una serie de prácticas e ideas destinadas a domesticarle y asimilarle a la sociedad occidental, como pueden ser políticas públicas, estudios sociológicos, obras literarias, proyectos educativos, etc. Es una corriente que moviliza toda una intelligentsia a su servicio, bien dotada financieramente por diversos organismos nacionales e internacionales para cumplir con el objetivo último de mantener al indio dominado y domesticado, para frenar y aniquilar su espíritu y capacidades revolucionarias. Frente a esta ideología indigenista, postulará entonces al indianismo como el auténtico proyecto de liberación del indio para el indio, desde la que creará sus propias organizaciones revolucionarias sin la interferencia ni influencia del cholo:
El indigenismo es una corriente literaria y política producida y salida de la pluma del cholaje intelectual boliviano acerca del indio […] Ningún indigenista desea la liberación del indio, de la raza india. El indigenismo […] sólo desea a través de la cristianización antes y la civilización occidental ahora, conquistar, asimilar e incorporar a su propia sociedad al indio. (Reinaga, 2014 [1964], p. 59)
Ni protectorado ni pelaje cholo, sino el indio puro y desnudo deberá dirigir y conducir su movimiento de liberación […] Con una ideología social clara y a través de un partido político indio férreamente organizado por un programa científico, los indios conquistarán el poder y organizarán una república de trabajo, justicia y libertad: ¡su República! El indianismo de hoy ha superado al indigenismo de la primera mitad del siglo XX. (Reinaga, 2014 [1964], p. 104)
Una vez hecho el análisis sociológico y de coyuntura política, Reinaga define el contenido programático del indianismo, su propuesta para una nueva sociedad en Bolivia. Para ello, como buen marxista, una vez analizada la composición de clase en Bolivia y ubicado el sujeto revolucionario, realiza una profunda historización de este. Encuentra así en el pasado prehispánico de los pueblos indígenas bases sociales sólidas para un proyecto futuro, adhiriéndose a las tesis sobre el comunismo incaico[6]. El sistema colonial hispánico habría aprovechado lógicas de este sistema comunista incaico, utilizando sus formas de trabajo colectivo para sus intereses extractivistas (Reinaga, 2014 [1940], p. 56). Finalmente, con la llegada de la independencia y la toma de poder por parte de los criollos, el proceso de modernización capitalista se instauraría en una forma periférica y dependiente, obstaculizando el desarrollo de las fuerzas productivas y el proceso de proletarización, especialmente de población indígena (Reinaga, 2014 [1953], p. 174). Gran parte de la población indígena estaría incorporada al sistema capitalista a través del proceso político y mercantil, pero la relación salarial no sería tan predominante, gracias a lo cual habrían podido mantener en cierta medida elementos culturales, sociales y productivos precapitalistas (Reinaga, 2014 [1953], p. 213).
Por tanto, el proceso de alienación no habría sido en el sector indígena tan evidente como en los cholos, manteniendo algunos elementos del antiguo comunismo incaico, que Reinaga considera que fueron fundamentales para orientar las grandes luchas anticoloniales de los pueblos indios en este contexto, donde destacaría el intento de revolución liderado por Túpac Katari y Bartolina Sisa (Reinaga, 2014 [1940], p. 66). Estos elementos latentes del comunismo incaico también serían fundamentales a la hora de proyectar la revolución y el socialismo en el contexto contemporáneo. La nueva sociedad revolucionaria se fundaría desde las bases de la cultura india y los remanentes sociales del comunismo incaico, sumados a los aportes de las teorías comunistas contemporáneas y los avances científicos modernos, estableciendo para Bolivia un camino propio e indianista hacia el comunismo[7]. Siguiendo esta idea, plantea que los cholos que quieran sumarse al proyecto revolucionario en Bolivia tendrán que «indianizarse», lo que implica un aprendizaje de la cultura india y su modo propio de practicar el comunismo en diálogo con sus condiciones territoriales y e históricas (Reinaga, 2014 [1967], p. 248). La clave para la revolución y la instauración de un proyecto comunista en Bolivia sería entonces esta indianización, que estaría enfrentada dialécticamente a su contrario: el proceso de «cholaje» o «cholificación», que para Reinaga funciona casi como sinónimo de proletarización[8].
La propuesta indianista de Reinaga en este momento, lejos de ser una especie de «chauvinismo indio» o de «racismo inverso», advierte que la lucha de liberación del indio está en consonancia con la lucha mundial por el socialismo y la descolonización que se está dando en el Tercer Mundo frente a Occidente. Ubica la lucha indianista en el marco de un internacionalismo socialista descolonizador tercermundista, que coincide en el tiempo con la celebración en 1966 de la Primera Conferencia Tricontinental de La Habana. En este contexto, plantea que en Bolivia los cholos son los representantes del imperialismo occidental y los indios los hermanos de lucha de las razas amarillas y negras que han sido tratadas de modo similar que los indios. En el marco de estas reflexiones reconoce por primera vez la influencia del pensamiento negro radical, citando una obra fundamental del pensamiento anticolonial, antirracista y antiimperialista que a partir de ahora será para él una referencia recurrente: Los condenados de la tierra (1961) de Frantz Fanon[9]:
Han sido necesarias la revolución del continente negro del África y de la raza amarilla del Asia para que Indoamérica, por ende, Bolivia, abra los ojos y sienta como un baño eléctrico la sensación de su situación real y presente. (Reinaga, 2014 [1964], p. 69)
Hemos enfrentado al Occidente con los espíritus de mayor honradez, de mayor capacidad y sensibilidad de Europa, Asia, y sobre todo, con el genial negro Fanon, cuyo pensamiento es el soplo vital de la liberación de mil quinientos millones de «indígenas-naturales» que pueblan el África, Asia y Latinoamérica y que hoy se levantan contra los quinientos millones de blancos racistas de Europa y Estados Unidos de Norteamérica, al grito de «Patria o Muerte», que es el grito de su liberación. (Reinaga, 2014 [1968], p. 443)
En 1964, el mismo año que Reinaga publicó su primera obra indianista, El indio y el cholaje boliviano, el Gobierno del MNR liderado por Estenssoro fue derrotado por un golpe de Estado. El general René Barrientos tomó el poder a través de un alzamiento armado instaurando una junta militar de gobierno, que estaba en sintonía con las dictaduras militares que surgían en el mismo momento en muchos otros países de Sudamérica, apoyadas por el imperialismo de Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría (Roitman, 2019, p. 14). Al igual que otras dictaduras sudamericanas, la de Barrientos se caracterizó por la persecución y represión implacable de las organizaciones sindicales y de izquierdas. Además, fue muy astuto al mantener y reforzar las redes clientelares que la Revolución boliviana de 1952 había creado en el campo, construyendo lo que se conoce como el «pacto militar-campesino» (Soto, 1994, p. 32). Con las organizaciones campesinas y el imperialismo norteamericano de su lado, pudo reprimir cómodamente al proletariado urbano y establecer una sólida hegemonía, hasta el punto de que se permitió convocar unas elecciones generales en 1966 con sufragio universal que ganó con amplia mayoría, gobernando cómodamente hasta 1969, momento en que falleció por un accidente aéreo (Klein, 1982, p. 252).
En este contexto el movimiento indianista sufrió persecución del régimen militar, pero a un nivel menor debido a que se concentraron sobre las grandes organizaciones obreras urbanas, ilegalizando sindicatos históricos como la Federación de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) (Cruz, 2013, p. 188). Reinaga logró en este periodo publicar otras dos obras indianistas más que seguían versando, como ya hemos analizado, sobre el cholaje boliviano, que son La intelligentsia del cholaje boliviano (1967) y El indio y los escritores de América (1968). En estas obras ataca a ciertos escritores indigenistas vinculados al gobierno de Barrientos, pero se cuida de no hacer una crítica frontal al Gobierno ni de elogiar a sus enemigos[10]. Muerto Barrientos en 1969 los acontecimientos políticos se aceleraron en Bolivia. En un principio tomó el poder su vicepresidente, el también militar Alfredo Ovando, pero su Gobierno no logró mantener la hegemonía creada por Barrientos. En 1970 Ovando fue derrocado por una revuelta popular que, aliada con ciertos sectores del ejército, puso en el poder al general Juan José Torres, inaugurando un Gobierno corto, de un año, pero con una gran importancia para la historia de Bolivia, considerado por muchos como el Gobierno más izquierdista que había existido hasta el momento (Klein, 1982, p. 254). Durante su gobierno integró en el aparato de Estado a sectores sindicales y obreros de izquierdas, aceptó la ayuda financiera de la URSS, nacionalizó importantes minas y expulsó del país a los «cuerpos de paz» de los Estados Unidos (Sivak, 1998, p. 54).
Ante estos acontecimientos la reacción de Reinaga es interesante. Muerto Barrientos se acerca a los gobiernos militares que le suceden, especialmente al de Torres, a quien considera una figura capaz de liderar la revolución india. Algunos sectores del ejército en el Gobierno se interesan por sus ideas y lo invitan a participar en diversos actos (Ticona, 2015, p. 191). También realiza un acercamiento al sindicato rural más importante de este momento ligado al Gobierno, la Confederación Nacional de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CNTCB). En este momento Reinaga plantea la necesidad de un «pacto militar-indio» o una «unidad militar-india», que pueda llevar las ideas y la revolución indianista al poder apoyándose en el ejército liderado por Torres (Escárzaga, 2015, p. 162). Esta propuesta la defiende en numerosas publicaciones, entre las que destacan las que componen su clásica trilogía indianista, las obras más importantes e influyentes de toda su trayectoria: La revolución india (1970), Manifiesto del Partido Indio de Bolivia (1971) y Tesis india (1971).
Estas obras no realizan un avance significativo de fondo de sus ideas indianistas expuestas en los anteriores trabajos ya analizados, pero ofrecen una mayor síntesis argumental y expositiva dirigida a difundir sus ideas sobre un público más amplio y cada vez más interesado en sus planteamientos. Pese a ello, existen algunas propuestas nuevas en esta trilogía indianista que son importantes en el desarrollo de su pensamiento:
En su trilogía indianista Reinaga desarrolla una nueva estrategia expositiva de su pensamiento indianista: la idea de las «dos Bolivias». Una Bolivia de los cholos, la opresora, y otra Bolivia del indio, la oprimida, una nación sin Estado. Se trata de la dialéctica cholo-indio ya estudiada, pero presentada ahora bajo otra metáfora que será muy influyente en los movimientos indianistas hasta nuestros días (Rivera, 2013, p. 19). La idea de «dos Bolivias» es influencia de la idea de «dos Perús» que utilizaba otro pensador indianista, el peruano Guillermo Carnero Hoke, autor del famoso libro indianista Nueva teoría de la insurgencia (1968), con quien Reinaga colaboraba y se carteaba frecuentemente[11]. Para Reinaga estas dos Bolivias han de unificarse en una sola: la Bolivia india (Reinaga, 2014 [1970], p. 26)[12]. Esta unificación, realizada a través de una Revolución india, logrará la liberación de la opresión en ambas Bolivias (Reinaga, 2014 [1970], p. 154).
Para sustentar y justificar la centralidad de lo indio en este proyecto político, avanza y desarrolla en este momento todavía más su teoría crítica de la raza y el racismo. Para ello, además de como ya estudiamos con la influencia de Fanon, ahora inicia el diálogo con el movimiento del Poder Negro de los Estados Unidos. En este sentido, cita especialmente textos de Stokely Carmichael, quien durante 1966-1967 lideró el Student Nonviolent Coordinating Committee (SNCC) y desarrolló junto a otros activistas de este movimiento la idea de «Poder Negro» en famosas obras como Black Power: The Politics of Liberation (1967). La idea de Poder Negro trascendió esta organización y fue apropiada durante estos años e incluso hasta la actualidad por numerosas organizaciones de lo que en términos generales se conoce como el «Black Liberation Movement». El pensamiento de las organizaciones e intelectuales del movimiento del Poder Negro en los Estados Unidos le sirve para establecer un paralelismo entre la idea de «Poder Negro» y su nueva propuesta de un «Poder Indio»[13]. Pero sobre todo le sirve para dar mayor profundidad y sentido analítico a sus reflexiones sobre el racismo, considerando que los intelectuales negros radicales habían mejorado y superado las hipótesis del marxismo clásico sobre la cuestión racial:
Concretándonos a raza y clase, tenemos la maravillosa experiencia de la lucha negra de Estados Unidos donde los líderes negros Malcolm X, Stokely, Carmichael y Charles V. Hamilton han planteado el poder negro. Superando la teoría de la lucha de clases que sostiene que la lucha entre los blancos y los negros es una lucha de clases, han planteado para la redención negra, no una lucha de clases, sino una lucha de razas. Y por este camino han llegado a formular el nacionalismo negro y el Poder Negro. Exactamente lo que nosotros planteamos para el indio […] Marx había estudiado en la sociedad nada más que dos clases enconadas: la explotadora y la explotada. No sospechó los extremos a que llegaría la civilización occidental blanca, respecto a los hombres de otro color de piel y otro color de conciencia. No soñó, ni imaginó el exterminio de los judíos por la esvástica de Hitler, ni en la dimensión y profundidad del movimiento negro de nuestros días en los Estados Unidos de Norteamérica; donde para asombro de los marxistas, los negros, luchan con tal ímpetu, no por la supresión de la discriminación o segregación, o por la igualdad de los derechos civiles entre los «blancos» y los negros; no; los negros luchan, nada menos, que por el ¡poder negro! (Reinaga, 2014 [1970], pp. 115-117)
En sintonía con el pensamiento que venía realizando, Reinaga plantea que la idea de poder indio, fuerza constructora de la nación india, de la Bolivia india, no podría ser una copia del modelo nacionalista burgués de liberación europeo, tendrá que surgir desde su historia y condiciones para alumbrar una nación adecuada a su propia realidad. Además, introduce ahora una proyección desde la nación india boliviana hacia el proyecto de la construcción de una nación india en el continente, que denomina «Indoamérica». Es más, establece un desafío a la histórica propuesta de la Patria Grande de Simón Bolívar, llegando a plantear que solo el proyecto de nación india a nivel continental, solo el proyecto de una Indoamérica podrá llevar a buen puerto esa histórica idea del cholaje latinoamericano:
El Poder Indio, hoy por hoy, es la idea-fuerza de la reconstrucción, la resurrección, el renacimiento, la reconquista de su nación y de su Estado. El primer paso del Poder Indio en Bolivia es la liberación del Kollasuyo; el segundo la reconstrucción del Tawantinsuyo del siglo XX; y el tercer paso, la edificación de la nación continente, el Estado continente de Indoamérica. Sólo por esta vía y no por otra, se logrará la «nación latinoamericana», la organización de «América Latina: un solo país». Esperar que el cholaje blanco mestizo nacionalista, social cristiano, nazi-facista o comunista europeizado de Indoamérica, se ponga de acuerdo y celebre un «contrato social» a lo Rousseau equivale a esperar que la mula, y la muy blanca, se empreñe y tenga cría. El cholaje blanco mestizo marxista o antimarxista de Indoamérica no podrá jamás ponerse de acuerdo y menos edificar el Estado-nación en este continente. ¡Le está reservada al indio esta tarea gloriosa! (Reinaga, 2014 [1970], pp. 159-160)
Para finalizar, mencionaremos el destacado avance que hace en su trilogía indianista sobre su crítica al marxismo eurocéntrico. Dada la visceralidad de sus críticas al marxismo y al comunismo en ciertos pasajes, que corresponden casi siempre en realidad a una crítica a las posiciones de los partidos de izquierdas de su contexto concreto, como ya hemos comentado se ha considerado ampliamente que Reinaga en su etapa indianista abandona el marxismo. Pero, como señala agudamente Álvaro García Linera, el indianismo reacciona visceralmente contra el marxismo en Bolivia por la ceguera ante los asuntos indígenas que muestran los marxistas de su contexto (García, 2008, p. 116). Por tanto, incidimos en nuestra consideración de que realmente lo que está proponiendo Reinaga es una aplicación del método de Marx a su contexto, lo cual implica para él tomar muy en cuenta, hasta llevarlo a la centralidad del análisis, la cuestión racial, la cuestión india. Pero ello no implica que abandone la cuestión de clase, considera de hecho en estas últimas obras indianistas que su ideología indianista bien puede definirse como un «marxismo indio», en el que «la clase obrera debe ser la vanguardia de la Revolución india»:
La revolución socialista del cholaje no es la revolución del indio. El marxismo-leninismo mestizo, la «lucha armada» de la COB son cosas anti-indias. La «clase obrera» espera que el indio vaya hacia ella; espera que el indio se integre en su seno. La «clase obrera» que sigue a los partidos comunistas se halla en un tremendo error, error que es un crimen. La «clase obrera» ha olvidado desgraciadamente su historia. La «clase obrera» sin el indio, separada del indio, tiene un solo destino: la masacre. El deber de la «clase obrera» es no traicionar a su sangre; la «clase obrera» no debe vender ni prostituir a su madre, a su raza. Todo lo contrario, la «clase obrera» debe ir en busca del indio, pero no con el «marxismo» mestizo, sino –y valga la palabra– con el «marxismo indio», con el indianismo. Con la ideología de la Revolución India. ¡La «clase obrera» debe ser la vanguardia de la Revolución India! (Reinaga, 2014 [1971], p. 506)
Después de publicar su trilogía indianista, en 1971 la ambiciosa política reformista de izquierdas del general Torres que llenó de esperanza a Reinaga fue frenada por el golpe de Estado del general Hugo Bánzer, apoyado por el imperialismo de Estados Unidos y las oligarquías nacionales. El de Bánzer fue uno de los golpes de Estado más sangrientos de la historia de Bolivia, muchos sectores populares dieron su vida por defender el régimen de izquierdas liderado por el también asesinado general Torres (Sivak, 1998, p. 28). Bánzer impuso un férreo régimen conservador proestadounidense apoyado en las clases oligárquicas y una nueva versión más moderada del pacto militar-campesino, reprimiendo duramente las organizaciones obreras y de izquierdas, incluidas las indianistas (Roitman, 2019, p. 164). Reinaga no se libró de esta persecución, su biblioteca fue confiscada y él duramente apaleado, por lo que tendría secuelas físicas el resto de su vida (Cruz, 2013, p. 205). En medio de esta situación publicaría su última obra considerada indianista, América india y Occidente (1974), cuyos argumentos siguen las líneas establecidas en su trilogía indianista fundamental.
A partir de mediados de los 70, con problemas físicos y sufriendo la constante amenaza de la represión política, Reinaga sufrió otra «crisis de conciencia» que le llevó a abandonar la postura indianista. Este giro coincide también con el mayor desarrollo de los movimientos indianistas en el país, los cuales, aunque muy influenciados por sus ideas, cada vez le tomaban menos en cuenta como dirigente y guía político (Ticona, 2015, p. 234). Su falta de incidencia política en el movimiento indianista, sumada al duro contexto ya señalado, propició que se germinara en él, a sus 70 años, una nueva y última perspectiva intelectual, que denominaría amautismo o reynaguismo (Cruz, 2013, p. 270). En esta perspectiva, apartada de los movimientos revolucionarios, prevalecería una impronta egocéntrica, místico-mesiánica y antimarxista visceral, con mayor desarrollo de ideas abstracto-filosóficas y el abandono absoluto de la centralidad de la cuestión de clase.
Durante los años 1962-1974 Fausto Reinaga fundó y desarrolló la perspectiva política e intelectual indianista en Bolivia. Partiendo de un análisis de la composición de clase en el país y siguiendo la metodología del materialismo histórico marxista, ubicó a los pueblos indígenas como el sujeto revolucionario en su contexto. Este análisis le llevó a situar la cuestión racial como un elemento fundamental para comprender el desarrollo del capitalismo en Bolivia, realizando una propuesta revolucionaria en clave nacional/racial, que seguía los lineamientos leninistas sobre la cuestión nacional, con gran similitud a como se había tratado la cuestión negra en EE. UU. y Sudáfrica durante la III Internacional. De hecho, la propuesta indianista de Reinaga se influenció intensamente del pensamiento radical negro, destacando sus referencias a autores como Frantz Fanon y Stokely Carmichael. Consideramos que se podrá debatir si el alcance de sus ideas y estrategias es más o menos correcto respecto al materialismo histórico y la crítica marxista de la economía política, pero lo que se nos muestra como una certeza después de analizar sus obras es que su voluntad, más que la de abandonar o rechazar el marxismo, es la de aplicarlo correctamente a su contexto; es la de, en sus propias palabras, desarrollar un «marxismo indio». Esta perspectiva ha tenido un gran desarrollo en Bolivia hasta nuestros días, como se puede observar tanto en los discursos políticos de organizaciones indianistas y kataristas contemporáneas, así como en obras de referencia sobre el tema de autores como Ramiro Reynaga (1972) o de Álvaro García Linera, alias Qhananchiri (1988).
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[1] La institucionalización conservadora de la revolución se apoyó en la alianza del Gobierno con la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) y la Central Obrera Boliviana (COB), pero su poder se consolidó especialmente en el campo. La reforma agraria de 1953 otorgó tierras a los campesinos indios, que se organizaron en sindicatos y milicias armadas asociadas al Estado. Con este apoyo el Gobierno pudo enfrentar la oposición y eventualmente moderar sus posturas, llegando a aceptar programas imperialistas norteamericanos como los llamados «planes de rehabilitación» o la devaluación de la moneda nacional, así como recomendaciones fiscales del Fondo Monetario Internacional (FMI). El apoyo campesino y obrero, comprado con prebendas y diversas tácticas corruptas, permitió al MNR gobernar de forma conservadora con un halo reformista. Además de por Zavaleta, este sistema político ha sido analizado en Rivera, 1984; Tapia, 2008; y Viaña, 2014.
[2] Este análisis de la composición de clase en Bolivia anterior a su etapa indianista lo realiza fundamentalmente en dos obras: Mitayos y Yanaconas (1940) y Tierra y libertad (1953).
[3] Esta afirmación suele ser habitual, entre muchas referencias véase Ávila, 2019, p. 58.
[4] No hay indicios de que Reinaga conociera los debates y resolutivos sobre la cuestión negra en la III Internacional, donde intelectuales y activistas comunistas de EE. UU. como Harry Haywood y de Sudáfrica como James La Guma consiguieron desarrollar un análisis del racismo hacia la población negra en clave nacional, siguiendo las ideas de Lenin. Estos debates están en clara consonancia con lo que aquí está planteando Reinaga. Entre otros materiales véase Adi, 2013.
[5] Esta corriente tuvo y sigue teniendo un gran desarrollo en la región, defendiendo siempre una política de integración a través de modernización de los pueblos indígenas, hoy en día algo más matizada por la emergencia de los enfoques de la «interculturalidad». Las principales instituciones que han promovido este enfoque han sido el Instituto Indigenista Interamericano y la OIT arropada por varios Estados latinoamericanos, consiguiendo el hito fundamental de la adopción del Convenio 107 sobre poblaciones indígenas y tribales (1957), que se tradujo en Bolivia en forma de proyectos de ayudas al campesinado indígena financiadas por Naciones Unidas (Fábregas, 2021).
[6] Desde sus primeras obras, incluso antes de ser indianista, Reinaga es seguidor de la tesis del comunismo incaico, defendida en diversos sectores del marxismo peruano, siendo uno de sus más célebres defensores José Carlos Mariátegui. Esta tesis se enfrentaba tanto a quienes definían el incanato como un «comunismo primitivo», como a quienes lo ubicaban dentro del modelo de «despotismo asiático», planteando que el gobierno de los incas fue un sistema comunista de Estado muy avanzado (Reinaga 2014 [1940], p. 43).
[7] Las constantes referencias que estamos analizando de Reinaga sobre la necesidad de imbricar la ideología incaica con los aportes científicos de la modernidad tendrían que bastar para enfrentar la recurrente acusación de que pretende una recuperación idealista del pasado. Además, esta idea de construir el comunismo desde condiciones sociohistóricas propias arraigadas en elementos precapitalistas no es nueva para la tradición marxista, estando presente ya en el propio Marx cuando debate con Vera Zasúlich la posibilidad de desarrollar el socialismo en Rusia desde la comuna rural rusa (Marx, 1980 [1881]). Reinaga plantea algo muy similar, en este caso desde la realidad sociohistórica de la principal formación rural indígena de los Andes: el ayllu (Reinaga, 1940, p. 27).
[8] Esta dialéctica indianización-cholificación demuestra que Reinaga tiene una concepción de las razas que no es biológica ni esencialista, sino que las comprende como constructos sociohistóricos que tienen fundamentos materiales en relaciones sociales concretas. Para Reinaga en este contexto los elementos precapitalistas que persisten en la población indígena tienen potencial revolucionario, posicionándose contra las tesis marxistas eurocéntricas etapistas que planteaban justamente lo contrario, que el proceso de proletarización y modernización de la población indígena era un elemento necesario en el camino a la revolución. La postura del marxismo eurocéntrico partidario de la cholificación en el contexto andino está bien expresada en la primera etapa del pensamiento del intelectual peruano Aníbal Quijano, véase Quijano, 2014 [1980].
[9] El uso que Reinaga hace en esta etapa de la obra de Fanon ha sido muy debatido. Hay desde quienes consideran que es una influencia más entre otras, hasta quienes llegan a plantear que es la referencia fundamental que le permite dar el giro epistemológico en su pensamiento para construir la perspectiva indianista. En cualquier caso, Reinaga es considerado como uno de los grandes introductores de la obra del revolucionario martiniqués en el contexto intelectual andino. Véase Lucero, 2008 y Zapata y Oliva, 2016.
[10] Durante el gobierno de Barrientos tuvo lugar en la selva boliviana la famosa guerrilla liderada por Ernesto «Che» Guevara (1966-1967). Reinaga se cuida de ser vinculado a este proceso y realiza escasas y parcas alusiones sobre la guerrilla, en la que además participó un sobrino suyo como guerrillero (Cruz, 2013, p.181).
[11] Para una revisión de la correspondencia de Reinaga con Carnero véase Escárzaga, 2014.
[12] Véase un análisis detallado de la cuestión en Hyun, 2020
[13] Para una revisión de la influencia del movimiento del Poder Negro en la obra de Reinaga véase Cruz, 2015.