ISSN: 1130-2887 - eISSN: 2340-4396
DOI: https://doi.org/10.14201/alh.30765
Narcisa Sinche Morocho narcisasinche2019@gmail.com 1
Ana Dolores Verdú Delgado anad.verdu@yahoo.es 2
1 Universidad Iberoamericana Ciudad de México
2 Universidad Técnica Particular de Loja
Envío: 2022-10-27
Aceptado: 2023-03-16
Publicación: 2024-02-02
RESUMEN: En este artículo analizamos el hashtag #FuimosTodas, las condiciones que lo originaron, su resignificación en el contexto de conflicto entre el movimiento feminista y el Estado mexicano y también sus repercusiones. Nos centramos en el modo en que el hashtag, además de constituir una potente herramienta simbólica para el feminismo por su capacidad de articular una subjetividad política, funciona como catalizador de una voluntad popular que condensa diferentes experiencias y sentidos.
Palabras clave: hashtagtivismo; #FuimosTodas; subjetividades feministas; violencia contra las mujeres; movimiento feminista
ABSTRACT: In this paper, we analyze the hashtag #FuimosTodas, the conditions in which it was created, its resignification in the environment of a conflict between the feminist movement and the Mexican State as well as its implications. We focus on the way the hashtag, in addition to establishing itself as a powerful symbolic instrument for feminism due to its capacity to articulate a political subjectivity, acts as a catalyst for a popular will that condenses different experiences and meanings.
Keywords: Hashtag Activism; #FuimosTodas; Feminist Subjectivities; Violence against Women; Feminist Movement
Para entender de qué manera las prácticas discursivas y comunicativas digitales devienen en nuevas formas de experimentar las subjetividades / identidades por parte de las activistas feministas, es necesario poner el foco en los cambios que introduce la tecnología en la lucha política de las mujeres, al generar nuevas dinámicas de acción que inciden en el proceso de configuración de las identidades en múltiples escenarios donde se desdibujan las fronteras entre lo offline y lo online. Al mismo tiempo, las protestas feministas de los últimos años instan a repensar los nuevos sentidos de la acción colectiva, desde una perspectiva postmoderna, a partir de los conocimientos situados y las redes de afinidades abiertas que construyen las activistas, y que son relevantes en la configuración de sus nociones sobre identidad(es).
En este artículo analizamos cómo los discursos producidos a través del hashtag #FuimosTodas se configura como respuesta a un conflicto social en el que las mujeres, como voz en oposición al Estado mexicano, se visibilizan y reclaman justicia, mientras sufren acusaciones de vandalismo por la toma de monumentos y edificios históricos. Este hashtag forma parte de las estrategias simbólicas que el feminismo mexicano despliega en las redes sociodigitales y es tomado aquí como un símbolo de su lucha que nos permite analizar la situación actual de este movimiento social en el país. Particularmente, #FuimosTodas se construye a partir de su posición antagónica con respecto al Gobierno mientras que su condición viral refleja el modo en que las diferentes experiencias confluyen y son absorbidas por el feminismo.
La cuestión de las identidades colectivas ha sido ampliamente estudiada (Melucci, 1996; Touraine, 2000; Turner, 1990; Wall, 2007), dando lugar a una extensa literatura en la que los movimientos sociales se entienden como redes de acción colectiva formadas a partir de una identidad común. La mayoría de estas investigaciones parten de la sociología y la psicología social y se enmarcan en los enfoques europeos y norteamericanos sobre acción colectiva y movimientos contemporáneos que emergieron durante el ciclo de protestas de los años 70 en las sociedades postindustriales.
La identidad colectiva es concebida como el elemento principal que da consistencia a los movimientos sociales contemporáneos y cuyo proceso implica la experiencia común de sentimientos de opresión o injusticia, en función de cierto acceso a recursos diferenciales (educación, cultura o trabajo). Este último aspecto contribuye a la formación de un «nosotros» con base en unas metas, oportunidades y restricciones compartidas. La identidad colectiva dota al sujeto de un sentido de pertenencia y lo propulsa a la acción colectiva, generalmente a través de la participación en las protestas en las calles (Melucci, 1996).
En esa línea, la identidad colectiva es interpretada como una construcción subjetiva, pues es el resultado de interacciones cotidianas que dan lugar a la identificación grupal basada en los principios morales del sujeto y en su compromiso con el movimiento social. Por lo tanto, define los límites de quienes están dentro del grupo, sus creencias y, además, ayuda a establecer la confianza necesaria para que los integrantes ejecuten las acciones que el movimiento requiere (Wall, 2007).
Las redes de afiliaciones son cruciales para la formación de identidades colectivas porque proveen de experiencia y aprendizajes a los sujetos, quienes pueden contar con liderazgo propio y con algún grado de recursos organizacionales provenientes de vínculos comunitarios preexistentes. Estas redes de afiliación están conformadas por modelos de liderazgos mínimos y canales comunicativos o tecnologías de la comunicación, a través de las cuales los actores interactúan, se comunican e influyen mutuamente, negocian y toman decisiones, realizando una alta inversión emocional que les permite sentirse parte de una unidad (Melucci, 1996).
Además, los cambios materiales que introduce la tecnología imponen nuevas dinámicas de acción que inciden en el proceso de configuración de las identidades en escenarios híbridos de resistencia. Internet es la base material y tecnológica de la sociedad en red. Es más que una tecnología, ya que se constituye en un medio de comunicación, interacción y organización social (Castells, 2004). Las redes sociales en el marco de Internet funcionan como ensamblajes tecnoculturales, cuya lógica configura los procesos a través de los cuales se crea, reproduce y mantiene una identidad colectiva, reconfigurando las identidades en los propios términos de los actores sociales (Langlois, 2011). La apropiación de las redes sociodigitales por parte de las mujeres para luchar contra la violencia de género ha dado paso a la «feministización» de las movilizaciones sociales en todo el mundo (Rovira, 2018), lo que ha facilitado la conformación de subjetividades feministas fuera de los espacios tradicionales de lucha colectiva.
Es decir, la estructura clásica de organización de los movimientos se ha transformado con el auge de las redes sociodigitales, lo que ha derivado en nuevas formas de solidaridad y acción colectiva (García y Guedes, 2019). Desde este punto de vista, la virtualidad invita a repensar nuevas condiciones de posibilidad para la formación de identidades múltiples, contradictorias y fracturadas que rompen con la noción de unidad identitaria propia del paradigma tradicional de acción colectiva.
En su Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX, Donna Haraway discute sobre las identidades fracturadas que emergen en el feminismo de la postmodernidad. La autora defiende que, en las sociedades modernas, las experiencias humanas son modificadas por las relaciones sociales con la ciencia y la tecnología, sin que exista una esencia universal que dé sentido a una identidad común con la cual sea posible abocar la unidad. «No existe nada en el hecho de ser ‘mujer’ que una de manera natural a las mujeres» (Haraway, 1995, p. 264). Con esta afirmación, Haraway propone tomar distancia de las concepciones biologicistas o deterministas de la «identidad» y las «mujeres» para reflexionar sobre la construcción de conocimientos situados. Esta perspectiva niega cualquier influencia de una supuesta naturaleza «femenina» en relación con la desigualdad de género, entendiendo las distintas posiciones que ocupan las mujeres en la sociedad como resultado de las estructuras de poder.
No obstante, según Haraway, la conciencia de género, raza o clase puede crear una «coalición consciente de afinidad o de parentesco político» (Haraway, 1995, p. 266), pues constituye un «logro forzado» de las mujeres «por la terrible experiencia histórica de las realidades sociales contradictorias del patriarcado, del colonialismo y del capitalismo» (Haraway, 1995, p. 264). La identidad de las mujeres no estaría atravesada únicamente por el género, sino también por la sexualidad, la clase social y la etnia, cuya articulación es constitutiva de las subjetividades puestas en juego para la acción política. Partimos de una noción de identidades que trasciende la oposición, pudiendo ser vistas como abiertas, fragmentadas y móviles, «cruzadas por muchas y diversas diferencias» (Haraway, 1995, p. 31). Esta perspectiva también pone énfasis en la capacidad de agenciamiento del sujeto, no como algo dado o predeterminado, sino como algo que se está produciendo.
La autora propone que la nueva unidad política necesaria para afrontar con eficacia las dominaciones de raza, género, sexualidad y clase implicará rupturas y reinvenciones cotidianas en función de coaliciones o afinidades que están permanentemente atravesadas por las diferencias y las heterogéneas subjetividades femeninas. Se trata de afinidades políticas planteadas en relación «no por lazos de sangre, sino por elección» (Haraway, 1995, p. 263) y que estructuran los diversos artefactos de la experiencia femenina. Esas formas de afinidad política indispensables para las luchas contemporáneas necesitan ser reimaginadas a través de lenguajes y mitos políticos como el cyborg. El cyborg es planteado por Haraway como un mito de la identidad política feminista que articula la complejidad de la experiencia de las mujeres con las tecnologías de la escritura, cuya apropiación por parte de las mujeres posibilita su participación en las luchas contemporáneas por el sentido y el lenguaje. Las tecnologías de la escritura son prácticas que permiten habitar distintos espacios móviles donde se puede leer y escribir contra un código único de significados, decodificando las experiencias contemporáneas de las mujeres y articulando nuevas afinidades para la reconstrucción permanente de identidades fracturadas y parcializadas dentro de estructuras de dominación (Haraway, 1995).
El feminismo asociado al cyborg de Haraway rechaza, por tanto, la construcción de un «nosotras» en torno a una matriz natural asentada sobre determinismos biológicos, lo que cuestiona la existencia de una unidad en términos de estabilidad, equilibrio o permanencia en el tiempo. Su visión de «nueva unidad política» implica rupturas.
Existe una discusión teórica sobre cómo los hashtags, imbricados en las tecnologías de la escritura, operan como articuladores de subjetividades políticas por cuanto posibilitan la articulación de imaginarios y deseos. Esto puede darse, aunque sin agotarse en su dimensión tecnológica, debido a la proliferación de las redes sociodigitales en el siglo XXI y su potencial para crear y mantener conexiones sin ninguna interacción física, lo que ofrece oportunidades para que el activismo se amplíe (García y Guedes, 2019), pues multiplica los recursos simbólicos e interactivos a disposición de activistas consumados y potenciales (Gil, 2012; Milan, 2015).
En el contexto de las multitudes conectadas, cada vez más mujeres en todo el mundo hacen uso de las redes sociodigitales para exigir justicia y protestar contra la violencia de género. Sus luchas han resonado en hashtags con un gran impacto y se han extendido más allá de las propias organizaciones feministas. Esto ha originado lo que Guiomar Rovira denomina la «feministización de las movilizaciones sociales», concepto que vincula la eficacia del feminismo actual principalmente con el hecho de convertir la experiencia subjetiva en una cuestión política (Rovira, 2018, p. 224).
Esta visión conecta con el optimismo surgido en torno a las TIC inspirado en el ciberfeminismo[1], pues destaca el potencial político y liberador del uso de las tecnologías para las mujeres; aunque autoras como Judy Wajcman (2006) señalan la existencia de sesgos de género en el uso de las tecnologías, como la brecha digital, el hostigamiento y la estigmatización de la política feminista[2].
Los usos de las redes sociodigitales para el activismo político feminista han implicado el despliegue de múltiples estrategias, desde la convocatoria en las calles hasta la publicación de consignas, fotografías, videos, memes y hashtags. Los hashtags, o etiquetas, constituyen un dispositivo clave en el modo en que se relacionan los usuarios de las redes sociodigitales, especialmente para crear consensos, discrepar u oponerse a determinadas ideas. En este sentido, las protestas feministas que surgen en clave de hashtags han logrado conectar experiencias individuales, permitiendo que más usuarias y usuarios se involucren en las causas feministas, lo que contribuye a la formación de subjetividades en términos de sentido de pertenencia a una comunidad. Varias autoras y autores enmarcan este fenómeno dentro del feminismo del hashtag (Dixon, 2014; Rovira, 2018).
El concepto «feminismo hashtag» enuncia un espacio virtual donde se producen redes de afinidades y narrativas personales que exigen una sociedad más justa para las mujeres y que generan sentimientos de conexión e identificación (Dixon, 2014) entre usuarias y usuarios no necesariamente vinculados con grupos formales feministas. La conexión que genera un hashtag se relaciona con su capacidad de representar la voz de la sociedad (o la sociedad en protesta) (Zeifer, 2020), y, de hecho, es ahí donde radica su potencialidad, si observamos el hecho de que determinados hashtags son aceptados como representativos por una amplia audiencia (#NiUnaMenos, #MeToo, #VivasNosQueremos, #MareaVerde). «Los hashtags que son discursivos y generados por los usuarios se han convertido en el método para designar pensamientos, ideas, argumentos y experiencias colectivas» (Jackson et al., 2020, p. 28). De modo que los nuevos feminismos que emergen en línea se caracterizan por «el contacto entre distintas voces y experiencias», lo que los hace más eficaces que las propias organizaciones de mujeres en sus ámbitos locales (Rovira, 2018, p. 228) y muy capaces de conectar con las aspiraciones democráticas de emancipación e inclusión.
El hashtag posee, de hecho, un efecto fundacional de una nueva subjetividad por su potencial para instituir una realidad social que antes no existía, a través de un proceso de coenunciación, en el que el usuario se convierte en portavoz y representante de «la sociedad en protesta» (Zeifer, 2020). Esta reapropiación social de un elemento discursivo nativo de las redes sociales para expresar ideales políticos es lo que se conoce como «hashtagtivismo». Dependiendo de su mayor o menor viralización, el hashtag también puede ser visto como un «modo de figuración de la voluntad popular» (Zeifer, 2020), lo que lo convertiría en un nuevo pilar de la democracia. Esta última idea podría constituirse en una posible respuesta ante la cuestión de por qué hoy el feminismo constituye un actor fundamental en el contexto de la política y la vida en democracia.
En este artículo estudiamos el caso #FuimosTodas, hashtag difundido en Twitter y Facebook durante una serie de acontecimientos que detonaron una ola de protestas feministas en México entre 2019 y 2020. #FuimosTodas figuró como hilo discursivo del movimiento feminista mexicano, ampliamente compartido, recuperado y resignificado por activistas y organizaciones feministas en distintos episodios políticos hasta la actualidad.
Para los fines de esta investigación decidimos hacer uso de la observación directa y el análisis documental. Por un lado, revisamos las publicaciones creadas y difundidas por activistas y agrupaciones feministas en Facebook[3], pues las características de esta plataforma permiten explorar el hashtag #FuimosTodas en su dimensión de etiqueta temática y en su función discursiva-argumentativa. Este recurso narrativo (que alcanzó a 14000 perfiles en Facebook) forma parte de los mensajes mediáticos de lo que se considera una colectividad ideológica (van Dijk, 2005), el movimiento feminista, y, desde nuestra perspectiva, puede ser tomado como símbolo de la lucha feminista mexicana.
Nuestro objetivo fue analizar cómo la narrativa del #FuimosTodas se articuló en la construcción de una identidad colectiva (o subjetividad feminista), enfatizando algunos aspectos: su capacidad de crear sentidos de pertenencia y redes de afinidades entre activistas y usuarias de las redes; su resignificación en el contexto de un conflicto social en el que las activistas feministas fueron estigmatizadas y acusadas de vandalismo, y sus repercusiones, en tanto instrumento configurador de una voluntad popular.
Después de una revisión exhaustiva de las publicaciones de organizaciones y activistas vinculadas a dicha etiqueta, finalmente seleccionamos una muestra de 38 publicaciones en función de varios criterios: a) contienen el hashtag #FuimosTodas y/o adicionalmente otros que aparecieron como parte de los hilos discursivos que dicho hashtag desató entre agosto de 2019 y septiembre de 2020 (#NoMeCuidanMeViolan, #CNDH, #CNDHEcatepec,
#OkupaCNDH, #Antigrita, #NiUnaMenos, #EcatepecDeRepresion, #PrimeroLasMujeresLuegoLasParedes); b) han sido compartidas al menos 20 veces en Facebook, y c) las fuentes de las publicaciones son páginas de organizaciones feministas o de activistas seguidoras o simpatizantes de dichas organizaciones.
Paralelamente se revisaron noticias y artículos publicados en prensa digital en el mismo periodo para poder contextualizar las publicaciones estudiadas y establecer una línea cronológica que nos ayudaría a captar las condiciones de producción de las interacciones analizadas en su dimensión más pragmática, es decir, teniendo en cuenta especialmente la intención comunicativa, la relación entre emisor y receptor y el contexto comunicativo (Berlanga y Martínez, 2010, p. 53).
El 4 de septiembre de 2020, en medio de las restricciones sanitarias impuestas por la pandemia de COVID-19, madres de víctimas de violencia de género, junto con varias colectivas feministas, tomaron la sede de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) en la Ciudad de México (CDMX) como señal de protesta ante la inacción de las autoridades y para reclamar que los casos fuesen atendidos con justicia y celeridad. El acto se inició con la consigna política «Si no hay justicia para el pueblo, que no haya paz para el gobierno», y fue adquiriendo una mayor dimensión cuando los reclamos se replicaron en otros estados del país.
Esta acción de protesta, que fue el eje articulador del #FuimosTodas, no es un hecho aislado. Tiene su raíz en la violencia sistemática que sufren las mujeres en un país donde son asesinadas, en promedio, 11 mujeres cada 24 horas y donde solo un 25 % de los casos son investigados como feminicidios, según el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (Castañeda, 2020; Barragán, 2021). Como antecedentes están las manifestaciones de mujeres registradas el 16 de agosto de 2019 (Ruiz, 2019); el 14 de febrero de 2020, en el contexto del asesinato de Ingrid Escamilla, así como las del 8 de marzo de 2020, por el Día Internacional de la Mujer en México.
La histórica marcha feminista del 16 de agosto de 2019 estuvo imbricada en una serie de acontecimientos detonadores de rabia e indignación que siguen latentes en la memoria feminista. Las autoridades y organismos gubernamentales no tomaron acciones legales ante las denuncias contra policías de la Ciudad de México, acusados de haber abusado sexualmente de dos menores de edad. La indiferencia estatal activó la protesta feminista que se extendió en varias ciudades del país y que se caracterizó por la toma del espacio público y plataformas digitales para gritar a una sola voz: #NoMeCuidanMeViolan. Un grupo de manifestantes entregó un pliego petitorio para exigir la depuración de la Policía, el mejor funcionamiento de las cámaras de seguridad en la ciudad, así como la incorporación de mujeres y personal capacitado en las Fiscalías (Animal Político, 2019).
En este contínuum de movilizaciones, las activistas realizaron marchas y plantones, tomaron edificios y pintaron monumentos[4], desmantelaron estaciones de buses y, en definitiva, llevaron a cabo acciones combinadas con el propósito de exigir a las autoridades la activación de la Alerta de Género, la protección a las víctimas de violencia machista y el castigo a los agresores. Hay que tener en cuenta que parte del feminismo mexicano actual reivindica acciones radicales, justificadas por «la ineficacia y falta de resultados cuando se han utilizado los “medios cívicos” (diálogo, negociación, etc.)» y por «la rabia condensada» que genera la constante violencia contra las mujeres (Álvarez, 2020, p. 169).
El sentimiento de dolor y rabia por la situación que viven las mujeres en México fue de hecho un elemento fundamental en esta serie de protestas, como lo expresa Yesenia Zamudio, madre de una víctima de feminicidio, quien responde así a la crítica que se hizo en los medios en contra de las manifestantes que pintaron sobre el retrato de Francisco I. Madero: «Si no está de acuerdo con que hayamos pintado su cuadro, pues yo no estoy de acuerdo con que me hayan matado a mi hija y tiene 5 años que nadie me hace caso» (Alerta de Violencia de Género, 2020a); o la colectiva Alerta de Violencia de Género: «Ningún pinche cuadro vale más que la vida de las mujeres» (Alerta de Violencia de Género, 2020b).
En su dimensión semántica, #FuimosTodas se gestó como un contradiscurso para responder al gobierno mexicano por la criminalización y la persecución sufridas por las manifestantes (Cerva-Cerna, 2021), en un momento en el que el presidente López Obrador conminaba a las activistas a protestar de forma pacífica, destacando la violencia de las manifestaciones (Animal Político, 2020a)[5]. Cuando las autoridades buscaban a las responsables de los daños al patrimonio y de las pintadas de monumentos, las mujeres respondían: #FuimosTodas.
En su dimensión narrativa este hashtag representa la convergencia de activistas feministas y usuarias de las redes digitales que, motivadas por la rabia y la injusticia, participaron en la producción y la circulación de discursos centrados en el intercambio de experiencias personales. Dicha convergencia amplía las redes de afinidades y sentidos de pertenencia, con base en el reconocimiento mutuo, pero también en un «nosotras» expansivo que flexibiliza la construcción identitaria de quienes forman parte de las protestas, reflejando un malestar colectivo en red.
La toma de la sede de la CNDH en Ciudad de México, renombrada simbólicamente como «Casa de Refugio Ni Una Menos México», después «Okupa Cuba», se empezó a fraguar el 2 de septiembre de 2020 cuando las colectivas «Ni una menos» y «Bloque Negro México» acudieron a apoyar a Marcela Alemán, la madre de una niña violada en 2017, que se encadenó al edificio para pedir avances en el caso. Junto a ella estaba Silvia Castillo, madre de un joven asesinado en 2019. La ocupación del edificio tuvo efecto replicador, hasta el punto de que en otros estados y municipios de México (Veracruz, Morelos, Tamaulipas, Ecatepec, etc.) varias colectivas feministas y familiares de víctimas ingresaron a las sedes del CNDH con carteles y con las fichas de búsqueda de las víctimas de desaparición y feminicidio (García, 2020).
Durante la ocupación de la CNDH-CDMX, las feministas recogieron una copia de las carpetas de investigación archivadas de las víctimas de violencia para entregársela a las autoridades y, además, las colectivas se organizaron para repartir despensas de alimentos a las mujeres y familias vulnerables. Después de varios días convocaron la «Antigrita»[6] en los exteriores de esa sede de la CNDH y en otras partes del país. A estas manifestaciones llegaron mujeres de distintas edades, especialmente jóvenes y de diversas organizaciones feministas, quienes postearon varias publicaciones en Facebook usando distintos hashtags como #FuimosTodas, #OkupaCNDH, #Antigrita. Algunos de esos posts iban acompañados de fotografías y videos relacionados con la Antigrita o el desalojo violento que sufrieron las activistas que tomaron las instalaciones de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (CODHEM) en Ecatepec.
Las diferentes manifestaciones (marchas, pronunciamientos, actos simbólicos y artísticos, además del uso de redes sociodigitales) hicieron posible la construcción de un discurso desde distintos lugares de enunciación, aunque siempre frente a un adversario (gobierno) que fue crucial en el proceso de construcción identitaria de las feministas en la red, lo que afianzó la «polarización discursiva» (Molpeceres y Filardo, 2020, p. 60). En este contexto las organizaciones feministas manifestaron una constante insatisfacción con respecto a las autoridades, a quienes se culpaba de no proteger a las mujeres, como bien lo expresa la publicación del Frente Feminista Tamaulipeco: «Cuando hay un estado ausente, la manifestación se hace presente. La protesta es legítima y democrática ante un Estado que ignora a las mujeres» (Frente Feminista Tamaulipeco, 2020).
Así, cuando el presidente López Obrador o los representantes de la CNDH destacaban la «violencia» de las manifestantes y sus «actos vandálicos», la indignación de las activistas desembocaba en una ola de protestas que se expandía en las redes digitales, donde las distintas voces y experiencias personales confluyeron a través de los mencionados hashtags, que se configuraron como contradiscursos para convocar y organizar nuevas acciones, narrar y responder a las autoridades.
La lucha dialógica entre las activistas y los funcionarios daba cuenta de que el cese de las protestas no estaba en negociación hasta que se resolviesen las peticiones. Érika Martínez, la vocera de la ocupación de la CNDH, advirtió a las autoridades que «esto es solo el principio…, vamos a seguir en pie de lucha hasta que esto se acabe» (E-feminista, 2020). Por otro lado, en estas protestas se observó que, si bien las colectivas feministas disponían de redes preexistentes, las mujeres que acudieron a respaldar a las madres de víctimas en la sede de la CNDH o las usuarias que postearon publicaciones de apoyo no necesariamente tenían vínculos directos con grupos feministas formales. En relación con la toma de la CNDH, una mujer desde su perfil personal publica lo siguiente: «El día de hoy decidí acuerpar a mis hermanas de la Okupa, hacer fotos quedó en segundo plano. He aprendido tanto en este día, que me olvidé por un momento que soy fotógrafa, bailé, reí y lloré, me quebré al escuchar a las madres víctimas de feminicidio, desapariciones… al escuchar la violencia que la policía ha ejercido sobre ellxs» (La Shenka MX, 2020).
#FuimosTodas inauguró varios hilos discursivos en conjunción con otros hashtags (#cndh, #OkupaCNDH, #Antigrita, #NiUnaMenos, #CNDHEcatepec), por lo que resultó ser un catalizador de lo que ocurría o de lo que iba a ocurrir en la capa física de la protesta. Sobre todo, operó como un «código libre» por medio del cual las colectivas y usuarias de la red convocaban las protestas, brindaban asesoría psicológica y legal, así como alimentos a las mujeres que estaban en la Casa Refugio y comunicaban detalles relacionados con los arrestos de las feministas que tomaron las distintas sedes de la CNDH. De modo que lo que empezó como oposición discursiva para responder a los poderes estatales se convirtió en un símbolo de una lucha feminista en la que convergieron diferentes experiencias, razones y justificaciones de los reclamos y protestas. El hashtag adquirió la categoría de condensador semiótico, pues fue capaz de tejer complejas interconexiones semánticas, emergentes, latentes y heterogéneas.
En particular, el hashtag #FuimosTodas relacionó a actores, discursos, razones, símbolos y espacios de las protestas, lo que implicó una reelaboración de significados, combinando valoraciones situadas en los feminismos de corte popular con expresiones del feminismo interseccional, y deviniendo en una forma de subjetividad feminista dinámica que provino de una diversidad de voces: colectivos Pro-Aborto, mujeres de la tercera edad, estudiantes, indígenas, mujeres con discapacidad, colectivos ambientalistas, ecofeministas, artistas y activistas de la comunidad LGBTI.
El entramado simbólico de los discursos en redes digitales convergió con el carácter simbólico de la pintada de varios monumentos históricos, como el Ángel de la Independencia, en agosto de 2019, y la grafiteada de algunos cuadros patrióticos como el retrato del expresidente Francisco I. Madero en septiembre de 2020. La imagen de este cuadro recubierto con aerosol (véase Imagen 1) fue difundida por activistas y organizaciones como Alerta de Violencia de Género, convirtiéndose en viral. Las reacciones a este acto también fueron contundentes. Desde la presidencia del gobierno hasta usuarios de Facebook reprobaban los actos señalando que no es «la mejor forma de protestar para buscar una solución» (Animal Político, 2020a). Activistas y usuarias respondieron a través de otros hashtags (#MujeresNoParedes, #PrimeroLasMujeresLuegoLasParedes, #derechoshumanos, #OkupaCNDH), creando diferentes hilos discursivos.
Imagen 1. Retrato de Francisco I. Madero presentado por
las colectivas feministas como «Indignación sobre oleo»
Fuente: Alerta de Violencia de Género (2020c).
En publicaciones recientes de noviembre y diciembre de 2020, tanto en Facebook como en Twitter, el hashtag #FuimosTodas aún sigue evocando la trayectoria de luchas feministas por la exigencia del derecho a una vida libre de violencia para las mujeres. En fechas clave como el 28 de septiembre (Día de Acción Global por el acceso al Aborto Legal y Seguro) o el 25 de noviembre (Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer), las usuarias y activistas feministas siguen posteando el hashtag para protestar, convocar y organizar acciones dentro y fuera de línea.
El 24 de noviembre de 2020, las activistas retomaron las manifestaciones a causa de la denuncia interpuesta a 13 mujeres, por los delitos de robo y daño a la propiedad ajena y a edificios públicos durante algunas protestas, incluida la toma de instalaciones de la CNDH (Navarrete, 2021. Este hecho volvió a provocar una oleada de publicaciones con los hashtags #Fuimostodas, #ProtestarNoEsDelito y #ResistenciaFeminista, entre otros, que mantuvieron la lucha discursiva entre el movimiento feminista y el Estado.
En abril de 2022, la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) y la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJCDMX) desalojaron a quienes habitaban la «Okupa Cuba» y detuvieron a tres activistas, después de que una mujer denunciara haber sido agredida por ellas cuando transitaba en su auto por esa zona. La defensa legal y sus familias denuncian una supuesta fabricación de delitos y pruebas para deslegitimar al movimiento feminista, por las contradicciones manifiestas en el proceso (Piña, 2022). A raíz de este suceso surgieron los hashtags #KarlaLibreYa, #MagdaLibreYa y la página en Facebook Libres Ya Comisión por Karla y Magda.
Los episodios de violencia y deslegitimación contra las activistas feministas no terminan ahí. Después del hackeo a cientos de miles de correos electrónicos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), el grupo de hackers autodenominado Guacamaya filtró que la institución vigila a varios colectivos feministas de México, a los cuales tiene clasificados de
la misma forma que a grupos subversivos, anarquistas y guerrillas, según los informes de inteligencia de comandancias y zonas militares (Gutiérrez, 2022). La tensión entre el movimiento feminista y el Estado mexicano sigue formando parte del escenario en el que se desarrolla la lucha feminista en este país.
Al observar los procesos que han dado lugar en los últimos años a las diferentes expresiones y reclamos feministas en México, pensamos que el movimiento feminista mexicano no se puede definir solamente desde los paradigmas tradicionales de la acción colectiva, que pondría énfasis en el hecho de reunir a personas que desean participar en la defensa organizada de sus derechos. La identidad política feminista en el contexto mexicano actual se alimenta del antagonismo ideológico representado por el choque entre el discurso estatal y el discurso de las mujeres, que toma forma a través de acciones cada vez más portadoras de rabia, en un escenario de represión policial en el que las mujeres lidian con múltiples condiciones adversas. Gran parte de las narrativas creadas por los hashtags reflejan esta tensión, observada en consignas como «Si tocan a una, respondemos todas» o «Ellas sí me representan», y reproducidas por diferentes colectivas y activistas.
Por otro lado, la centralidad de la rabia exige que contemplemos el movimiento más allá de su función instrumental (sin obviar que la lucha colectiva feminista sigue produciendo resultados palpables) y entender la intensificación de su presencia como un resultado de las redes de afecto que producen las mujeres al llevar a la práctica el ideal feminista de sororidad. Particularmente en las redes sociales, es fácil apreciar la importancia de la función expresiva del movimiento, lo que nos hace poner el foco en un elemento de la acción política colectiva generalmente poco mencionado, el beneficio emocional que produce compartir dichas acciones. El espacio digital es a vez un escenario que propicia la resignificación de lo femenino y del cambio discursivo en torno a la imagen de la activista femenina a través del reconocimiento positivo mutuo: «Y si quieren saber quiénes son las encapuchadas. Las encapuchadas son unas diosas» (La Shenka MX, 2020). Constituye el lugar principal en el que hoy se consensúan o debaten los elementos de una identidad feminista, en tanto que la presencia en él se vuelve indicativa de la pertenencia.
Las tecnologías de la escritura, ancladas en el activismo mediatizado en Internet, sirven para introducir a las personas en entornos afectivos dentro y fuera de línea, en coherencia con una política afectiva (Reestorff, 2014) que promueve la movilización social a partir del contagio emocional. A la vez, permiten decodificar las experiencias de las mujeres articulando nuevas afinidades para la reconstrucción de identidades parcializadas. Esto lo observamos en publicaciones de Facebook con una fuerte carga emocional: «Para las mujeres de este país salir a las calles, pelear para ser libres y querernos vivas, tiene un costo: una oleada de violencia machista» (Riojas, 2019) que reflejan un sentimiento fuerte de indignación, junto con publicaciones que expresan sentimientos de empatía/solidaridad (Ni Una Menos CDMX, 2020), empoderamiento / euforia (Siempre Unidas, 2020).
Enfocar la afectividad en el movimiento nos lleva de hecho a reconocer una de las particularidades de la militancia feminista actual, especialmente presente en el contexto latinoamericano joven, y a la vez desvela el potencial político de las redes afectivas (Ibarra, 2022). Como hemos observado a lo largo de este trabajo, la colaboración entre activistas, así como entre las activistas y las víctimas, resulta un acto de vinculación afectiva que transforma las bases del movimiento, pudiendo incluso desplazar las luchas ideológicas y la necesidad de gestionar internamente los disensos. Dicha particularidad refleja una nueva forma de vinculación política que resulta especialmente visible en los feminismos del Sur que se conciben como interseccionales y en muchos casos populares (Ibarra, 2022; Flórez, 2015), en los que la vinculación afectiva, y no solo la identidad compartida, puede subyacer a la conciencia sobre los problemas sociales y motivar el acercamiento a la acción política colectiva como modo de emancipación.
La centralidad del vínculo y la conectividad aleja a este movimiento del esencialismo identitario, situándolo más cerca del paradigma de Haraway, por su capacidad de articularse a partir de la coalición y las redes de afinidades. De la misma manera, el movimiento feminista mexicano tiene la capacidad de ilustrar la importancia de las emociones en el desarrollo de los movimientos sociales, tal y como defienden las teorías contemporáneas en su intento de recuperar lo subjetivo y transcender el androcentrismo de las teorías clásicas (Flórez, 2015). Desde dicha perspectiva se asume «que las emociones, las vivencias, los afectos, la amistad, la proximidad, etc., son tan importantes como la movilización de recursos, la búsqueda de aliados influyentes o la transformación de marcos cognitivos» (Flórez, 2015, pp. 76-77).
En las redes sociodigitales las experiencias personales no sólo son cruciales para la creación de afinidades basadas en el reconocimiento mutuo, sino que implican una configuración subjetiva en torno a los significados asociados a las luchas políticas. En el estudio presentado, el hashtag #FuimosTodas figuró como articulador de dichas experiencias, pues, si bien se gestó como un elemento contradiscursivo (haciendo alusión a las manifestantes que marcharon y grafitearon las paredes y monumentos del centro histórico y a quienes ocuparon las sedes de la CNDH para exigir justicia por las víctimas de la violencia de género), los discursos que se derivaron de éste se enmarcaron de distintas formas y posiciones situadas (rabia por los feminicidios, indignación por la respuesta de las autoridades, participación en los diferentes actos de protesta).
Es decir, #FuimosTodas configura una subjetividad feminista que, aun siendo difusa en las redes digitales, sirve para cuestionar el mundo pospatriarcal de hoy, y evidenciar una posición común frente a la violencia que sufren las mujeres. Permite pensar, como otras autoras proponen, más que en una subjetividad feminista estable o fija, en el devenir de las subjetividades feministas, en el contexto de las transformaciones que vivimos las mujeres en el mundo de hoy, «con las múltiples y diversas expresiones de la vida que emergen en nuestro entorno» (Paredes, 2012, p. 114), y como experiencia que transforma creativamente los imaginarios sociales que sostienen la inequidad entre hombres y mujeres (Piedrahíta, 2009).
El concepto de devenir es entendido aquí como el proceso de transformación en la dinámica de la subjetividad, resultante de nuestros permanentes cruces de encuentros y afectos. «Devenir es la actualización del encuentro inmanente entre sujetos, entidades y fuerzas que son aptas para afectarse mutuamente e intercambiar partes de cada una de manera creativa y sin envidia» (Braidotti, 2002, p. 92). De este modo, sugerimos que #FuimosTodas constituye parte de la escritura inscrita en la tecnociencia contemporánea, así como un ejemplo de los impactos positivos de la tecnología en la visibilidad del movimiento y en la creación (y ampliación) de nuevas redes de afinidades que construyen o transforman las subjetividades feministas.
La subjetividad feminista que produce la dimensión narrativa de #FuimosTodas hace referencia a un espacio virtual donde se comparten múltiples experiencias personales y colectivas que derivan en el reclamo de una sociedad más justa para las mujeres, y que generan un sentido de pertenencia y cercanía particular desembocando en un «nosotros expansivo» (Rovira, 2018) o «yo extendido digital» (Diniz y Silva, 2017). En otras palabras, el hashtag resulta fundamental en el proceso de acercamiento de muchas mujeres a una identidad política feminista, expresada principalmente en Internet mediante lo que se considera una extensión digital del «yo». Y es en esencia el instrumento que vehicula gran parte de la frustración sentida por activistas y usuarias y que las conecta afectivamente.
En resumen, no se puede negar que los imaginarios sociales y culturales del feminismo en red han sido centrales en las recientes movilizaciones de mujeres, porque han configurado las prioridades de las activistas feministas y, al mismo tiempo, son representativos de un feminismo heterogéneo, resultado de los diversos conocimientos y experiencias conectados, que generan lo que Fotopoulou (2016) denomina una política de conectividad y afecto.
Podemos concluir que, si bien en México los alarmantes índices de violencia contra las mujeres se mantienen en parte por la inacción de los sucesivos gobiernos, las voces contradiscursivas como las articuladas desde el movimiento feminista, particularmente a través de la consigna de #FuimosTodas, contribuyen a visibilizar una parte de la sociedad que no está siendo considerada. Cuando estas voces son escuchadas, como sociedad nos acercamos un poco más a la materialización de nuestras aspiraciones de justicia y democracia, lo que significa que la función del hashtag abarcaría más allá de las propias subjetividades feministas. El hashtag puede ser visto también como un instrumento necesario en sociedades en busca de emancipación y calidad democrática, como una «forma de figuración de una voluntad popular», ya que al ser viralizado su sentido se incorpora en el discurso de quien lo comparte (Zeifer, 2020). En cierto sentido, por su capacidad de expresar un sentimiento ampliamente compartido, #FuimosTodas se convirtió en una oportunidad para lograr reconocimiento positivo por parte del feminismo mexicano frente a una estructura institucional patriarcal que mantuvo en todo momento su estrategia de estigmatización del movimiento.
Para el movimiento feminista mexicano la toma de monumentos y edificios históricos, y su alteración artística, constituyó la oportunidad de subvertir simbólicamente el orden androcéntrico establecido, lo que no es algo nuevo, sino que se corresponde con los repertorios de protesta que han caracterizado al feminismo durante siglos de lucha, y que ahora han sido resignificados y recreados en el contexto de las redes sociales. Además, esta apropiación feminista del espacio público y digital ocurre desde experiencias personales y redes de afinidades que crean sentidos de pertenencia con base en el reconocimiento mutuo, el sentimiento de injusticia, la rabia e indignación de saberse invisibles ante un Estado indiferente hacia el dolor de las mujeres. Específicamente, el concepto de redes de afinidades propuesto por Haraway (1995) nos invita a pensar en el movimiento con flexibilidad y en las identidades en términos más comunitarios, pero a la vez como un proceso incompleto. Actualmente, y también en el caso mexicano, dichas redes están conformadas por diferentes experiencias femeninas y son capaces de conectar afinidades políticas que no exigen una similaridad total del «yo». Afinidades que se forman por elección, en un contexto de opresión compartido. El estudio de las subjetividades/identidades en relación con la dimensión narrativa del #Fuimostodas plantea, de hecho, muchos desafíos a la hora de discutir la visibilización del movimiento, la toma de decisiones colectivas y la formación de comunidad en la red, partiendo del innegable potencial de las redes sociales para producir y conectar historias individuales.
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[1] El ciberfeminismo surgió en la década de 1990 como una reacción ante el pesimismo de las feministas de los 80, para quienes la tecnociencia tenía una naturaleza inherentemente masculina. Sus inicios tienen un fuerte componente filosófico inspirado en las aportaciones de Haraway, Braidotti, Plant y grupos artísticos australianos como VNS Matrix (De Miguel y Boix, 2013).
[2] Es necesario reconocer que las relaciones históricas de poder basadas en el género han influido en el diseño, la innovación, la producción, el acceso y el consumo de las TIC, lo que ha generado diferentes impactos del cambio tecnológico sobre los sexos. El ciberespacio muestra a menudo las inequidades de género presentes en el mundo físico, así como representaciones tradicionales de la masculinidad y la feminidad (Gill, 2006).
[3] De acuerdo con el Informe Global Digital (2020-2021), Facebook es la segunda plataforma más usada por los mexicanos y mexicanas (95.3 %) (Alvino, 2021).
[4] Durante la jornada de protestas del 16 de agosto de 2019 se registraron intervenciones en el monumento del Ángel de la Independencia, la toma de una estación del metro y edificios de la Secretaría de Seguridad Ciudadana y la Procuraduría capitalina, así como un incendio en una comisaría de Policía (DW, 2019).
[5] Un año después, el presidente calificó el feminismo de «movimiento opositor a su Gobierno» (Salinas, 2021).
[6] El Grito de Independencia es uno de los eventos históricos más importantes en el país. El acto es encabezado por el presidente de la República cada 15 de septiembre. Sin embargo, en septiembre de 2020, las activistas y agrupaciones decidieron dar el Grito y convocar la “Antigrita” bajo el argumento de que “No hay nada que celebrar… La patria no nos representa” (Animal Político, 2020b).