ISSN: 1130-2887 - e-ISSN: 2340-4396
DOI: https://doi.org/10.14201/alh.30242

EL PROGRESO SOCIAL EN LA COSTA RICA DEL SIGLO XXI. EL DESVANECIMIENTO DEL «SUEÑO TICO»

Social Progress in 21st-Century Costa Rica. The Fading of the «Tico Dream»

Antonio Luis Hidalgo-Capitán alhc@uhu.es 1

Ana Patricia Cubillo-Guevara anapatricia.cubillo@campusviu.es 2

1 Universidad de Huelva

1 Universidad Internacional de Valencia

Envío: 2022-09-07

Aceptado: 2023-07-01

Publicación: 2023-12-30

RESUMEN: Se examina el desvanecimiento durante el siglo XXI del «sueño tico», como constructo del progreso social costarricense. Se identifican su dimensión objetiva, a través de la distribución del ingreso, y su dimensión subjetiva, a través de la percepción del bienestar. Además, se describe su origen, desde la macroeconomía del crecimiento y la macroeconomía y economía política de la distribución del ingreso. Finalmente, se describen sus impactos políticos, desde la sociología política del bienestar.

Palabras clave: progreso social; distribución de la renta; bienestar social; historia inmediata; Costa Rica

ABSTRACT: The fading of the «Tico dream» as a construct of Costa Rican social progress during the 21st Century is examined. Its objective dimension is identified through the distribution of income, and its subjective dimension, through the perception of well-being. Furthermore, its origin is described in terms of the macroeconomics of growth and the macroeconomics and political economy of income distribution. Finally, its political impacts are described, in terms of the political sociology of welfare.

Keywords: social progress; income distribution; social welfare; immediate history; Costa Rica

I. Introducción

Durante la segunda mitad del siglo XX Costa Rica fue uno de los países latinoamericanos donde se produjo un mayor progreso social (Garnier et al., 1997). Este hecho generó en su población la percepción de que la movilidad social ascendente era posible, naciendo en el imaginario nacional un constructo social, semejante al American Dream (Adams, 1931/2001), denominado «sueño tico» o «sueño costarricense».

No obstante, mientras la movilidad social del American Dream se apoyaba en algunos de los mitos de la sociedad estadounidense (libertad, democracia representativa, derechos políticos y derechos civiles), el «sueño tico» lo hace en sus propios mitos, tales como la «democracia costarricense» (representativa, con sufragio universal activo y pasivo, elecciones libres, sistema de partidos, libertad de expresión y asociación, garantías del respeto de la voluntad popular y legitimidad de los gobiernos), la «educación pública» (desde la preescolar hasta la universitaria, con educación primaria y secundaria obligatoria y gratuita y educación diversificada gratuita), las «garantías sociales» (reconocimiento de amplios derechos de protección de los trabajadores, incluyendo la cobertura sanitaria y las pensiones) y los «dividendos de la paz» (grandes inversiones en gasto público social, sobre todo en educación, sanidad y protección social, al haber abolido el ejército) (Solís, 2021).

Sin embargo, durante el siglo XXI, varios de los elementos que caracterizan el progreso social costarricense, como la amplia reducción de la pobreza, la reducción de la desigualdad socioeconómica, los altos niveles de felicidad o la apreciación del papel de las élites, comenzaron a diluirse, dando lugar a un proceso de desvanecimiento del «sueño tico».

Por ello nos preguntamos: ¿en qué consiste el desvanecimiento del «sueño tico» durante el siglo XXI?, ¿cuáles son sus orígenes? y ¿cuáles son sus principales impactos políticos? Siendo los objetivos de este trabajo identificar en qué consiste dicho desvanecimiento, describir cómo se ha originado e identificar sus principales impactos políticos, como síntomas de aquél.

Para ello, desde un enfoque transdisciplinario de historia inmediata, realizaremos tres análisis de la economía, la política y la sociedad costarricense en el siglo XXI: el primero centrado en la macroeconomía del crecimiento y la distribución de la renta; el segundo centrado en la economía política de la distribución de la renta; y el tercero centrado en la sociología política del bienestar. No obstante, antes de ello explicaremos en qué consiste el constructo social del «sueño tico».

II. El «sueño tico»

La expresión «sueño tico» se utiliza con dos acepciones semejantes, una vinculada con las migraciones y otra vinculada con el progreso social. En Nicaragua, el «sueño tico» hace referencia a la idea de emigrar hacia Costa Rica para aprovechar las oportunidades que este país ofrece para prosperar en la vida (Tórrez, 2015); mientras que en Costa Rica el «sueño tico» se refiere a «ser un país con una gran clase media [...] que sabe compartir lo que produce para darle oportunidades a todos, especialmente a [...] aquellos [...] grupos más [...] vulnerables» (Partido Liberación Nacional, 2005, pp. 25-26) y a «nacer en cuna humilde y trepar a base del esfuerzo propio hasta las más grandes alturas» (Figueres, 2022, 2 min, 24 s).

Este «sueño tico» surgió en Costa Rica en el siglo XX como un constructo social, perteneciente al campo del progreso social, y forma parte del imaginario social de la nación. Podríamos definir el «sueño tico» como la esperanza del pueblo costarricense de que, gracias a la existencia de la «democracia costarricense», de la «educación pública», de las «garantías sociales» y de los «dividendos de la paz», con la formación y el esfuerzo personal, la movilidad social estaba garantizada y cada costarricense podría prosperar en la vida con tan sólo proponérselo, con independencia de su origen social. El «sueño tico» descansaba sobre la confianza del pueblo costarricense en el Estado social de derecho, establecido en el país por sus élites políticas (socialcristianas y socialdemócratas) durante los años cuarenta y cincuenta del siglo XX.

Esta aspiración costarricense de progreso social durante la segunda mitad del siglo XX tenía una dimensión objetiva, relacionada con la mejora en la distribución de la renta, que hacía a las personas no sólo menos pobres, sino también más iguales (Madrigal, 2015, p. 5). De hecho, abundan los estudios que muestran la reducción de la pobreza y de la desigualdad en Costa Rica durante la segunda mitad del siglo XX (de un 50 % de hogares pobres en 1961 a un 21 % en 2000, y de un índice de Gini del 0,50 en 1961 a otro de 0,38 en 1997) (Céspedes y Jiménez, 1995, pp. 49-104; Hidalgo-Capitán, 2003, pp. 58-61, 293-305, 317-321). Pero dicha aspiración tenía también otra dimensión subjetiva, relacionada con la percepción del bienestar social, que hacía a la ciudadanía costarricense sentirse cada vez más feliz, al tiempo que valoraba muy positivamente a las benevolentes élites políticas (Chaves, 2019, párr. 2).

La dimensión objetiva del progreso social costarricense durante la segunda mitad del siglo XX ha sido objeto de análisis en diferentes trabajos (Garnier et al., 1991, 1997), en lo que se ha destacado cómo el Estado, por medio de las políticas públicas de seguridad social, salarios, empleo, salud, educación, vivienda y protección social, ha contribuido a la mejora del nivel de vida y de la equidad del pueblo costarricense.

No obstante, la dimensión subjetiva de dicho progreso social no ha sido objeto de análisis. No existen estudios sobre bienestar subjetivo o felicidad para Costa Rica durante la segunda mitad del siglo XX; sin embargo, existe una percepción generalizada en la población costarricense de mayor edad de que, hasta la crisis de 1981, se vivía muy bien en este país, y que, incluso, pasada la crisis, se siguió viviendo bien durante la segunda mitad de los años ochenta y durante los años noventa del siglo XX (testimonios personales).

Respecto de la valoración de presidentes, en el país existe una percepción muy favorable de los presidentes anteriores a 1978, especialmente de los dos líderes históricos, el socialdemócrata Figueres Ferrer y el socialcristiano Calderón Guardia (testimonios personales). Y respecto de la valoración según las encuestas que existen, a partir de los años ochenta y noventa, los presidentes Monge, Arias y Calderón resultaron bien valorados a un año de finalizar sus mandatos (no así Carazo, que gobernó durante el estallido de la crisis, ni Figueres, que implementó las políticas de ajuste estructural más controvertidas) (CID/Gallup, 2021).

Además, la baja abstención que se dio en Costa Rica durante la segunda mitad del siglo XX (de alrededor del 20 % desde los años sesenta), junto con un sistema político casi bipartidista, en el que los dos grandes partidos moderados (el socialdemócrata Partido de Liberación Nacional y el socialcristiano Partido de Unidad Social Cristiana y sus precursores) se alternaron en el poder, pone de manifiesto la existencia de una gran confianza en las élites políticas costarricenses en ese período.

Sin embargo, durante el siglo XXI el «sueño tico» se ha ido desvaneciendo en el imaginario costarricense. La pobreza no termina de desaparecer, los niveles de desigualdad del pueblo costarricense son cada vez mayores, las élites económicas son cada vez más ricas, la población costarricense es cada vez menos feliz y las élites políticas están cada vez más cuestionadas (Chaves, 2019).

III. Explicación del desvanecimiento del «sueño tico»

En este apartado daremos una explicación transdisciplinaria e integral del desvanecimiento del «sueño tico» (Figura 1). En primer lugar, analizaremos la macroeconomía del crecimiento y la distribución de la renta en Costa Rica en el siglo XXI, centrándonos en el triángulo crecimiento económico, desigualdad socioeconómica y pobreza según canasta básica. En segundo lugar, analizaremos la economía política de la distribución de la renta en Costa Rica en el siglo XXI, centrándonos en el papel de las élites económicas y políticas y en la orientación de las políticas públicas del Estado costarricense. Y, en tercer lugar, analizaremos la sociología política del bienestar en Costa Rica en siglo XXI, centrándonos en la evolución de la felicidad nacional bruta, en la percepción social de las élites y en el comportamiento electoral del pueblo costarricense.

FIGURA 1. EL DESVANECIMIENTO DEL «SUEÑO TICO»

Fuente: Elaboración propia.

III.1. Macroeconomía del crecimiento y la distribución de la renta en Costa Rica en el siglo XXI. El triángulo crecimiento, desigualdad y pobreza

La evolución de la economía costarricense durante el siglo XXI ha venido determinada por su modelo histórico-estructural multiexportador, que comenzó a explicar la dinámica económica del país tras la implementación del modelo reformista de desarrollo durante la década de los ochenta del siglo XX (Hidalgo-Capitán, 2003).

Como consecuencia de ello, la economía costarricense ha sido exitosa en lograr un crecimiento estable y sostenido. Salvo en 2009 (como consecuencia del estallido de la gran recesión en los países desarrollados) y 2020 (como consecuencia de la pandemia del COVID-19), sus tasas de crecimiento real han sido siempre positivas entre 2000 y 2021, tanto en términos globales como en términos per cápita, con un crecimiento medio anual del 3,6 % y un crecimiento medio anual per cápita del 2,4 %[1] (Figura 2).

Aunque el dato de crecimiento relevante para el bienestar de la sociedad costarricense es el del aumento de la renta per cápita (crecimiento medio anual per cápita del PIB). Así, en términos constantes con año base en 2018, la renta per cápita costarricense pasó de ser 7.624 $ en 2000 a 12.863 $ en 2021 (Figura 3).

FIGURA 2. CRECIMIENTO ECONÓMICO EN COSTA RICA, 2000-2021

Fuente. Elaborado a partir de datos de Cepalstat.

FIGURA 3. RENTA PER CÁPITA EN COSTA RICA, 2000-2021

Fuente. Elaborado a partir de datos de Cepalstat.

Este crecimiento económico tiene uno de sus principales fundamentos en el tirón de las exportaciones, que representan en torno a la tercera parte de la economía nacional; aunque hasta la gran recesión de 2008 las exportaciones de bienes y servicios superaban el 40 % del PIB (Figura 4). Esto nos indica que la entrada en vigor en 2009 del Tratado de Libre Comercio entre República Dominicana, Centroamérica y Estados Unidos (TLC) no ha favorecido el aumento de la relevancia de las exportaciones costarricenses en su PIB, sino lo contrario. Desde el 2009 la demanda externa ha perdido importancia en la producción costarricense (Figura 4), siendo compensada por el aumento del consumo público, vinculado al incremento de gasto social.

Costa Rica ha basado su crecimiento económico durante el siglo XXI en una diversificada y equilibrada gama de exportaciones agropecuarias (22 % del total en 2000 y 25 % en 2021; banano, café, azúcar, frutas tropicales…), manufactureras (42 % del total en 2000 y 37 % en 2021; productos agroalimentarios, material médico, medicamentos, neumáticos, microprocesadores, componentes mecánicos, eléctricos y electrónicos…) y de servicios (36 % del total en 2000 y 38 % en 2021; turismo, call centers, consultoría…) (Banco Mundial, 2023; Procomer, 2023). Y esta combinación flexible de bienes y servicios exportables ha contribuido sensiblemente al crecimiento económico costarricense (Figuras 2 y 3).

No obstante, un segundo motor de este crecimiento se encuentra en el consumo de las familias costarricenses, que representa entre el 60 % y el 65 % del PIB y que se ve favorecido por los bajos niveles de pobreza y desigualdad socioeconómica que existían en Costa Rica en 2000 y que siguen existiendo en 2021 (pese al aumento de la desigualdad).

FIGURA 4. EXPORTACIONES DE BIENES Y SERVICIOS DE COSTA RICA,
2000-2021

Fuente. Elaborado a partir de datos de Cepalstat.

El aumento de la desigualdad socioeconómica en Costa Rica entre 2000 y 2021 puede apreciarse en la evolución del índice de Gini, que pasó del 0,479 en 2000 al 0,501 en 2021 (Figura 5). No obstante, entre 2000 y 2013 la tendencia de la desigualdad fue creciente, apreciándose una ligera reducción de la desigualdad entre 2013 y 2020, que se vio truncada en 2021 (cuando se acusaron los efectos sociales de la pandemia).

FIGURA 5. GRADO DE CONCENTRACIÓN DE LA RENTA EN COSTA RICA, 2000-2021

Fuente: Elaborado a partir de datos de Cepalstat.

El incremento global de la desigualdad socioeconómica también se aprecia en el hecho de que el 20 % más rico de la población costarricense (el quintil 5, identificable con la clase alta) ha pasado de apropiarse del 53 % de la renta en 2000 a hacerlo del 55,2 % en 2021. Ese incremento de 2,2 puntos de la apropiación de renta de la clase alta se hace en detrimento de los quintiles 1 (clase baja), 2 (clase media-baja), 3 (clase media-media) y 4 (clase media-alta), que dejan de apropiarse, respectivamente, de 0,3, 0,7, 0,6 y 0,6 puntos de la renta nacional (Figura 6).

FIGURA 6. DISTRIBUCIÓN DE LA RENTA EN COSTA RICA,
2000 Y 2021

Fuente: Elaborado a partir de datos de Cepalstat.

Dicho de otro modo, las clases medias costarricenses son las grandes perdedoras de los negativos efectos distributivos del modelo multiexportador durante el siglo XXI; y lo son en beneficio de las clases altas costarricenses. La clase baja, por su parte, también sale perjudicada por este modelo, aunque en menor medida, ya que las políticas de lucha contra la pobreza han compensado parcialmente los negativos efectos distributivos del modelo.

La tasa de pobreza, entendida como aquel porcentaje de la población que no tiene acceso a una canasta básica alimentaria y no alimentaria, se ha reducido ligeramente en Costa Rica entre 2000 y 2021, debido fundamentalmente al efecto derrame del crecimiento económico a través del mercado (Aghion y Bolton, 1997).

No obstante, dado que el crecimiento económico per cápita total a largo plazo fue del 68,7 % (entre 2000 y 2021), y asumiendo que por cada punto de crecimiento económico per cápita a largo plazo la pobreza se reduce entre 2 y 3 puntos (Ravallion y Chen, 1997), cabría esperar una reducción muy intensa de la tasa pobreza, de manera que ésta se hubiese acercado a un nivel próximo a la «pobreza cero». Sin embargo, la tasa de pobreza sólo se redujo un 29,5 % en el largo plazo y alcanzó sólo el nivel del 15,4 % en 2017 (19,4 % en 2020 y 17,3 % en 2021, incluido el efecto de la pandemia) (Figuras 2 y 7). Y ello es aún más relevante cuando observamos las tasas de pobreza extrema o indigencia (referidas a las personas que no tienen acceso a una canasta básica alimentaria), que sólo se han reducido un 24,5 %, pasando del 4,9 % en 2000 al 3,7 % en 2021, con un mínimo del 3 % en 2007. Así, parece existir un suelo en la indigencia en Costa Rica, en torno al 3 % de la población, difícil de rebasar (Figura 7).

FIGURA 7. POBREZA E INDIGENCIA EN COSTA RICA, 2000-2021

Fuente: Elaborado a partir de datos de Cepalstat.

La escasa reducción de la pobreza y la indigencia se explicaría por varios factores. El primero de ellos son los bajos niveles de pobreza y de indigencia de Costa Rica en 2000, con unas tasas del 27,5 % y del 4,9 %, respectivamente, lo que hace que sus ritmos de reducción sean necesariamente más lentos (Bourguignon, 2003). Y ello es así, porque las personas pobres con mejores opciones para insertarse favorablemente en el mercado laboral son las primeras en ser contratadas y en salir de las estadísticas de pobreza, permaneciendo en las bolsas de pobreza aquellas personas con menores opciones de inserción laboral; personas que, en muchas ocasiones, no son sólo pobres, sino también socialmente excluidas (analfabetas, enfermas, discapacitadas, sin techo, exconvictas, alcohólicas, drogodependientes, ludópatas…) (Silver, 1994), muchas de ellas indigentes. De hecho, el aparente suelo de la reducción de la indigencia estaría relacionado con la exclusión social de las personas indigentes (Figura 7).

Parece evidente que la capacidad del efecto derrame para reducir la pobreza y la indigencia es muy limitada y que se necesitan políticas públicas de lucha contra la pobreza para reducir los niveles de pobreza, especialmente los de indigencia, cuando éstos son relativamente bajos (Bourguignon, 2003). Ello supondría focalizar los esfuerzos en la reducción de la informalidad, el aumento de los salarios mínimos y el cumplimiento de su pago, y el aumento del gasto público social (Cecchini et al., 2021).

Igualmente es evidente que el crecimiento económico costarricense en el siglo XXI no ha reducido los niveles de desigualdad. La distribución de la renta emanada del mercado no es equitativa y el simple crecimiento económico no altera dicha distribución. Para ello sería necesario implementar políticas públicas que redundasen en una reducción de la desigualdad socioeconómica, tales como políticas laborales que incidiesen sobre la reducción de la informalidad, el aumento (efectivo) de los salarios mínimos y medios y el cierre del abanico salarial, y políticas fiscales que incidiesen sobre la (efectiva) progresividad impositiva y la focalización del gasto público social (Cecchini et al., 2021).

III.2. Economía política de la distribución de la renta en Costa Rica en el siglo XXI.
El comportamiento de las élites y la orientación de las políticas públicas

El quintil 5 de renta, la clase alta o las élites económicas en Costa Rica, se ha enriquecido de manera significativa durante el siglo XXI, acumulando en promedio más del 54,6 % de la renta nacional anual (Figura 8).

Estas élites económicas siempre han tenido un comportamiento político basado en dos estrategias, el control directo del Estado y la influencia directa sobre éste cuando ello
no es posible. El control directo del Estado lo obtienen transformándose en élites políticas o estableciendo lazos familiares con ellas (Mosca, 2004). De hecho, las élites políticas suelen pertenecer a las mismas familias que conforman las élites económicas; familias que suelen tener «un pie» en la política (lo que les aporta capacidad de control del Estado) y «otro pie»
en la economía (lo que les aporta los recursos necesarios para financiar su actividad electoral y los períodos en los que están fuera de la primera línea de la política)[2]. Es habitual que quienes ostentan la Presidencia de la República, las vicepresidencias, los ministerios y los viceministerios de las áreas económicas y algunas curules de las fracciones legislativas del PUSC, del PLN y del PAC[3] formen parte de familias con importantes negocios de ámbito nacional, cuya prosperidad, por lo general, está vinculada con algunas decisiones tomadas desde el ámbito de la política, ya sea en el Gobierno, ya sea en la Asamblea Legislativa (e incluso en el Poder Judicial)[4] (Blanco, 2010; Robles-Rivera y Cárdenas, 2021).

FIGURA 8. PORCENTAJE DE LA RENTA ACUMULADA POR LA CLASE ALTA EN COSTA RICA, 2000-2021

Fuente: Elaborado a partir de datos de Cepalstat.

En la medida en que las élites económicas van perdiendo capacidad de control político directo del Gobierno y de la Asamblea Legislativa, éstas utilizan la influencia política
para defender sus intereses (Ferguson, 1995). Así, estas élites financian las campañas electorales de los diferentes partidos con opción de gobierno y de representación legislativa relevante (PUSC, PLN, PAC…) y se convierten luego en grupos de presión, por medio de asociaciones empresariales o de think tanks, para conseguir que el Gobierno y/o la Asamblea Legislativa aprueben medidas que les favorezcan (como las exoneraciones fiscales que tienen las grandes empresas costarricenses); aunque, otras veces, la presión viene desde organismos públicos autónomos que estas élites han conseguido controlar durante décadas (Banco Central de Costa Rica, Contraloría General de la República…) (Arias, 2019; Díaz, 2020; Ugarte, 2020).

Dichas élites económicas y políticas tienen una ideología neoliberal que se manifiesta en la gestión política del Gobierno y de la Asamblea Legislativa, hasta 2022 controlados por partidos políticos neoliberales (PUSC, PLN y PAC). De las seis administraciones que han existido entre 1998 y 2022, dos han estado presididas por políticos del PUSC (Rodríguez y Pacheco), dos por políticos del PLN (Arias y Chinchilla) y dos por políticos del PAC (Solís y Alvarado). Si tomamos como referencia las curules ocupadas por los partidos neoliberales (PUSC, PLN, PAC y las diferentes escisiones del PUSC), tenemos que el peso de estas élites en la Asamblea Legislativa ha sido del 89 % en 1998-2002, del 98 % en 2002-2006, del 95 % en 2006-2010, del 88 % en 2010-2014, del 77 % en 2014-2018, del 67 % en 2018-2022 y del 60 % en 2022-2026.

Conviene recordar que, para el neoliberalismo, la reducción de la desigualdad socioeconómica va en contra de su concepción de justicia social, inspirada en la igualdad de oportunidades y no en la igualdad de resultados (Summers, 2012). La reducción de la pobreza, por el contrario, sí es asumida como objetivo por éstos, en la medida en que la existencia de la pobreza impide la igualdad de oportunidades y, sobre todo, porque obedece a su criterio de paz social, basado en un orden público que permita el adecuado funcionamiento del libre mercado; y esto es así porque la reducción de la pobreza reduce también los delitos cometidos por necesidad económica (hurtos, robos, menudeo de drogas, prostitución, violencia pandillera…) (Marshall, 1949/1997).

Puede comprenderse entonces la escasa relevancia otorgada por las seis administraciones citadas a las políticas laborales y tributarias (que pueden incidir sensiblemente en la reducción de la desigualdad), siendo la preocupación por las políticas sociales algo mayor (por cuanto se pueden focalizar en la reducción de la pobreza).

Así, en Costa Rica durante el siglo XXI no ha habido una política eficaz dedicada a reducir la informalidad laboral, y el empleo informal ha pasado de representar el 34,7 % del total del empleo en 2011 al 40,8 % en 2021 (Figura 9).

La reducción de la informalidad en Costa Rica pasaría por reforzar la inspección laboral y sancionar a las empresas que empleen mano de obra sin un contrato laboral en regla. De nada sirven las garantías sociales, si cuatro de cada diez personas que trabajan en el país no pueden disfrutar de ellas. La reducción de la informalidad laboral es un imperativo constitucional que todos los partidos que han gobernado el país han eludido; y sin ello no puede existir justicia social porque no todas las personas asalariadas tienen las mismas oportunidades para disfrutar de los frutos de su esfuerzo. Además, las personas con empleos informales, muchas de ellas inmigrantes, se localizan mayoritariamente en los dos primeros quintiles de renta; y en el primero de ellos es donde se localiza la pobreza. Además, estas personas carecen de derechos laborales (salarios mínimos, vacaciones, descansos, indemnizaciones por despido…) y no realizan cotizaciones sociales, por lo que, ante situaciones de vejez o invalidez, sólo tendrían derecho a pensiones no contributivas.

FIGURA 9. EMPLEO INFORMAL EN COSTA RICA, 2011-2021

Fuente: Elaborado a partir de datos de Ilostat.

La reducción de la informalidad en Costa Rica pasaría por reforzar la inspección laboral y sancionar a las empresas que empleen mano de obra sin un contrato laboral en regla. De nada sirven las garantías sociales, si cuatro de cada diez personas que trabajan en el país no pueden disfrutar de ellas. La reducción de la informalidad laboral es un imperativo constitucional que todos los partidos que han gobernado el país han eludido; y sin ello no puede existir justicia social porque no todas las personas asalariadas tienen las mismas oportunidades para disfrutar de los frutos de su esfuerzo. Además, las personas con empleos informales, muchas de ellas inmigrantes, se localizan mayoritariamente en los dos primeros quintiles de renta; y en el primero de ellos es donde se localiza la pobreza. Además, estas personas carecen de derechos laborales (salarios mínimos, vacaciones, descansos, indemnizaciones por despido…) y no realizan cotizaciones sociales, por lo que, ante situaciones de vejez o invalidez, sólo tendrían derecho a pensiones no contributivas.

Con los salarios, la situación es similar. Los salarios mínimos han crecido en Costa Rica en términos reales en torno al 24 % entre 2000 y 2021; partiendo de un salario mínimo de 201 $ mensuales en 2000 y llegando a los 516,6 $ en 2021. No obstante, la subida de los salarios mínimos en términos reales en Costa Rica no comenzó hasta 2009 (Figura 10).

Unos salarios mínimos altos y crecientes favorecen significativamente la reducción de la pobreza; siempre que las personas pobres tengan empleos formales y que no haya incumplimientos en el pago de dichos salarios. Sin embargo, la tasa de informalidad en el país supera el 40 % de las personas asalariadas y la tasa de incumplimiento del pago del salario mínimo supera el 30 % de las personas con un empleo formal (Trejos, 2014). Por ello, el efecto del incremento del salario mínimo sobre la reducción de la pobreza ha sido muy reducido (Trejos, 2015). La reducción del incumplimiento del pago del salario mínimo en Costa Rica pasaría por reforzar la inspección laboral y sancionar a las empresas que retribuyesen a su mano de obra por debajo del salario mínimo.

FIGURA 10. SALARIOS MÍNIMOS Y MEDIOS EN COSTA RICA, 2000-2021

Fuente: Elaborado a partir de datos de Cepalstat.

Por su parte, el salario medio ha crecido en términos reales un 45 % en Costa Rica, más deprisa que el salario mínimo (Figura 10), por lo que ha contribuido a ampliar el abanico salarial y a aumentar la desigualdad socioeconómica entre las personas asalariadas. Una política que hubiese querido incidir en la reducción de la desigualdad socioeconómica debiera haber impulsado una subida del salario mínimo superior a la del salario medio; pero ninguna de las seis administraciones ha querido utilizar esta herramienta por un injustificado temor a la pérdida de competitividad de las exportaciones (Vargas, 2019). Sin embargo, la competitividad vía precios está más vinculada con el salario medio que con el salario mínimo, dado que las personas empleadas en los sectores dedicados a la exportación tienen salarios muy diversos.

Las políticas tributarias en Costa Rica durante el siglo XXI se han caracterizado por su baja presión fiscal, en línea con lo que cabría esperar de gobiernos neoliberales. El volumen de los ingresos tributarios respecto del PIB (incluyendo cotizaciones sociales) no ha superado el 25 % hasta 2021[5] (Figura 11); cantidad sensiblemente inferior al 40 % que suelen representar dichos ingresos en los países con Estados del bienestar consolidados. Esta insuficiencia de los ingresos públicos respecto de los gastos públicos ha contribuido al crecimiento de la deuda pública durante el siglo XXI.

FIGURA 11. INGRESOS TRIBUTARIOS EN COSTA RICA, 2000-2021

Fuente: Elaborado a partir de datos de Cepalstat.

La baja presión fiscal costarricense es coherente con el concepto de justicia social neoliberal, por cuanto renuncia a utilizar los impuestos como instrumento de redistribución de la renta emanada del mercado y asume que dicha distribución es más justa que la resultante de una acción pública redistribuidora; al margen de que la negativa de las élites económicas y políticas costarricenses a la redistribución de la renta es coherente con sus intereses (Acemoglu et al., 2003).

Esta renuncia a la redistribución se aprecia también en el carácter regresivo del sistema tributario costarricense. Sin considerar las finalistas cotizaciones sociales, entre 2000 y 2021 la recaudación por impuestos indirectos (sobre las ventas, selectivo de consumo y derechos de importación) siempre ha superado a la obtenida por impuestos directos (sobre la renta y sobre los activos) (Figura 11). No obstante, conviene señalar que la regresividad fiscal costarricense presenta una cierta tendencia a la reducción, debido a pequeños ajustes en los tipos de gravámenes de los diferentes impuestos. Así, en 2000 los ingresos tributarios indirectos respecto del PIB superaban a los directos en 5,5 puntos, mientras que en 2021 la diferencia era de 1,4 puntos (Figura 11).

Por su parte, las políticas sociales han recibido un importante impulso durante el siglo XXI; en especial a partir de 2006, porque entre 2001 y 2006, durante las Administraciones Rodríguez y Pacheco, el gasto público social respecto del PIB se redujo en 1,8 puntos. Entre 2006 y 2010, durante la Administración Arias, por el contrario, aumentó en 5,6 puntos, pasando del 16,9 % del PIB al 22,5 % del PIB; y desde entonces, entre 2010 y 2020, bajo las Administraciones Chinchilla, Solís y Alvarado, dicho gasto se ha mantenido entre el 21 % y el 25 % del PIB, con una ligera tendencia al alza. El resultado ha sido que el gasto social ha pasado de representar el 17,3 % del PIB en 2000 al 24,6 % en 2020 (Figura 12).

FIGURA 12. GASTOS SOCIALES EN COSTA RICA, 2000-2020

Fuente: Elaborado a partir de datos de Sides-Mideplan.

Este aumento del gasto social se ha focalizado en tres grandes partidas: protección social, educación y salud. Entre 2000 y 2020 el gasto en protección social ha pasado de representar el 6 % del PIB al 8,1 %; el gasto en educación ha crecido desde el 4,7 % al 7 %; y el gasto en salud ha aumentado del 5 % al 6,9 %. La cuarta partida del gasto social es vivienda y servicios comunitarios, que se ha incrementado en el mismo período desde el 1,5 % al 2,4 %. Los demás gastos sociales son los dedicados a actividades recreativas, deportivas, culturales y religiosas y se mueven entre el 0,1 % y el 0,2 % del PIB (Figura 12). Este incremento del gasto social es coherente con la preocupación neoliberal por reducir la pobreza, para generar igualdad de oportunidades (por medio de las mejoras en educación[6] y salud[7]) y paz social (por medio de las mejoras en protección social[8] y vivienda y servicios comunitarios[9]).

Llama la atención que, pese al aumento del gasto público social durante la Administración Alvarado, entre 2018 y 2020, los niveles de pobreza hayan aumentado (Figuras 2 y 7). Esto pone de manifiesto que ha sido el bajo crecimiento económico (derivado de un menor consumo público ante una restricción fiscal y del posterior impacto de la pandemia) el responsable principal del aumento de la pobreza; y ello nos indica la sensibilidad del aumento de la pobreza a la caída del ritmo de crecimiento económico.

III.3. Sociología política del bienestar en Costa Rica en el siglo XXI. La evolución de la felicidad, la apreciación del papel de las élites y el comportamiento electoral de la población

Si vemos la tendencia del índice de felicidad nacional de Costa Rica en la última década (Sustainable Development Solutions Network, 2012-2023), podemos apreciar cómo el nivel de felicidad de la población costarricense ha ido disminuyendo, entre 2011 y 2022; disminución que se observa incluso antes de la pandemia (Figura 13).

Tomando en consideración que los niveles de felicidad de las personas surgen del contraste entre sus aspiraciones y aquello que realmente consiguen (Veenhoven, 2009), el contraste
entre la aspiración de movilidad social del pueblo costarricense y el empeoramiento del nivel de vida de la mayoría de éste (lenta reducción de la pobreza y aumento de la desigualdad socioeconómica) influye en la disminución de los niveles de felicidad de la población costarricense.

Además, el empeoramiento del nivel de vida de la población costarricense también influye en su negativa percepción respecto de sus élites políticas y económicas, a las que suelen responsabilizar de la escasa reducción de la pobreza y, sobre todo, del aumento de la desigualdad (testimonios personales). Así, puede apreciarse como el índice de aprobación presidencial a un año del final de su mandato ha sido negativo en los casos de Rodríguez, Chinchilla, Solís y Alvarado; sólo Pacheco y Arias obtuvieron una valoración positiva (CID/Gallup, 2021) (Tabla 1).

No obstante, todas las administraciones se han encontrado con contestaciones populares en la calle, como las protestas referidas al combo energético (Rodríguez), al TLC (Pacheco y Arias), a temas sectoriales (Chinchilla, Solís y Alvarado), al combo fiscal (Alvarado) y a las restricciones por la pandemia (Alvarado) (Tabla 1).

FIGURA 13. ÍNDICE DE FELICIDAD EN COSTA RICA, 2011-2022

Fuente: Elaborado a partir de datos de los World Happiness Reports. Los datos de cada informe se atribuyen al año anterior. Se ha optado por establecer el eje vertical entre 6,5 y 7,5 para que se aprecie adecuadamente el descenso en el índice de felicidad.

TABLA 1. CLIMA DE MALESTAR CON LAS ÉLITES POLÍTICAS EN COSTA RICA (1998-2022)

Período

Administración

presidencial

Índice de

aprobación presidencial

Temas de

protestas

Escándalos

de corrupción

1998-2002

Rodríguez

-5 (01/2001)

Combo energético

«Alcatel-ICE»

2002-2006

Pacheco

27 (01/2005)

TLC con EE. UU.

«Donaciones»

2006-2010

Arias

36 (01/2009)

TLC con EE. UU.

«Crucitas»

2010-2014

Chinchilla

-35 (01/2013)

Sectoriales

«La Trocha»

2014-2018

Solís

-3 (01/2017)

Sectoriales

«Cementazo»

2018-2022

Alvarado

-25 (01/2021)

Sectoriales, combo fiscal y restricciones

«Cochinilla»

Fuente: Elaborado a partir diversas noticias de prensa.

Dichas protestas, que pudieron ser más o menos coyunturales, han venido acompañadas de un clima de desconfianza del pueblo costarricense respecto de sus élites políticas y económicas, evidenciadas por los escándalos de corrupción que han sacudido bien directamente a quienes han ocupado la Presidencia de la República, bien a algunas personas a su cargo. Así, el expresidente Rodríguez fue acusado de corrupción por el caso «Alcatel-ICE» (relacionado con concesiones de servicios de telefonía) y llegó a ser condenado a prisión; el expresidente Pacheco fue cuestionado por «donaciones» recibidas de entidades extranjeras durante su campaña electoral; el expresidente Arias fue investigado por el caso «Crucitas» (relacionado con concesiones mineras); la expresidenta Chinchilla fue investigada por el caso de malversación de fondos públicos «La Trocha» (relacionado con obras de una carretera fronteriza con Nicaragua); el expresidente Solís fue cuestionado porque bajo su mandato se produjo un tráfico de influencias en el caso del «Cementazo» (relacionado con una autorización de importación de cemento extranjero); y el expresidente Alvarado ha sido igualmente cuestionado por el caso de corrupción «Cochinilla» (relacionado con la concesión de obra pública), que afecta a personas a su cargo (Tabla 1).

Además, las encuestas de opinión pública elaboradas desde 2013 indican que la valoración de las Administraciones Chinchilla, Solís y Alvarado siempre fueron muy negativas (con tres excepciones en julio de 2014, julio de 2017 y abril de 2020) (Universidad de Costa Rica [UCR], 2022a).

Así, en Costa Rica, la percepción social que tienen las personas de sus propias vidas y de las élites políticas y económicas ha hecho crecer progresivamente el malestar social en el país. Y este malestar, atendiendo a la idiosincrasia cívica costarricense, se ha ido manifestando en el comportamiento electoral de la población, en especial en un abstencionismo activo racional de rechazo (Flanigan, 1968) o, más específicamente, en un abstencionismo político derivado de la erosión de las simpatías ciudadanas por los partidos tradicionales (Raventós et al., 2005, pp. 229-230, 234). De hecho, antes de 1998, la abstención en Costa Rica se encontraba en torno al 20 %, entre 1998 y 2018, entre el 30 y el 35 %, y en 2022 superó el 40 % (Figura 14).

El malestar durante la Administración Rodríguez se manifestó en un aumento de la abstención de 1,2 en 2002, en la pérdida del PUSC de 8 curules, en la revalidación de la presidencia por parte del PUSC en segunda vuelta y en la emergencia del PAC con 14 curules.

El malestar durante la Administración Pacheco hizo crecer la abstención en 3,6 puntos en 2006, hizo perder al PUSC 12 curules (condenándolo a ser un partido minoritario desde entonces) y favoreció el crecimiento del PAC en 3 curules; las esperanzas del pueblo costarricense en 2006 se volcaron en la reelección del expresidente Arias, gracias a lo cual el PLN ganó 9 curules.

La buena percepción de la Administración Arias redujo la abstención en 2010 en 3,9 puntos, perdiendo el PLN sólo 1 curul, que ganó el PUSC, mientras que el PAC perdió 6 curules y permitió además la elección de Chinchilla. Sin embargo, la falta de resultados de la Administración Chinchilla, que se limitó a continuar las políticas de la Administración Arias, hizo aumentar la abstención en 0,9 puntos en 2014, dio la presidencia al PAC (en segunda vuelta) e hizo perder al PLN 6 curules; las esperanzas del pueblo costarricense se depositaron esta vez en el PAC, que, pese a tener menos curules que el PLN, arrasó en número de votos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.

FIGURA 14. ABSTENCIONISMO EN COSTA RICA, 1998-2022

Fuente: Elaborado a partir de datos sobre elecciones generales del Tribunal Supremo de Elecciones de Costa Rica.

Sin embargo, la frustración social con el continuismo de la Administración Solís respecto de la Administración Chinchilla hizo crecer la abstención en 2,5 puntos en 2018, situándola en niveles similares a la de 2006, e hizo perder al PAC 3 curules. Además, en las elecciones de 2018 fue muy significativa la emergencia del partido evangélico, ultraconservador y populista, Restauración Nacional (RN, conocido popularmente como los ramashekos), que fue el más votado, obteniendo 14 curules y cuyo candidato pasó a segunda vuelta enfrentado al candidato del PAC; el PAC sólo consiguió revalidar la presidencia en segunda vuelta por el temor de una parte del pueblo costarricense a un gobierno de RN.

Pero la Administración Alvarado, que tuvo que lidiar con la pandemia, terminó generando un malestar aún mayor que las anteriores administraciones, provocando en 2022 un aumento de la abstención de 6 puntos (batiendo un récord al alcanzar el 40,3 %) y la pérdida de los 10 curules del PAC (que se quedó sin representación parlamentaria). Al tiempo, en 2022, emergió un nuevo partido, Progreso Social Democrático (PPSD), que obtuvo 10 curules y la presidencia en segunda vuelta[10].

En línea con las tesis de Tocqueville (1856/2018) de que el malestar social aumenta habitualmente cuando, con anterioridad, se ha vivido una etapa de mejora de las condiciones
de vida y, posteriormente, la situación empeora, y de que dicho malestar se expresa en forma de
protesta contra las élites, podemos afirmar que la reducción de los niveles de felicidad y el cuestionamiento permanente del papel de las élites (derivado de la escasa reducción de la pobreza y del aumento de la desigualdad) en Costa Rica durante el siglo XXI han contribuido, de manera significativa, a la tendencia al aumento de la abstención y al castigo electoral a los tres grandes partidos nacionales (Sura-Fonseca, 2019).

IV. CONCLUSIONES

Tras el anterior análisis, la primera conclusión que podemos extraer estaría referida al desvanecimiento del «sueño tico» en el siglo XXI como un progresivo proceso de desencanto del pueblo costarricense respecto de sus esperanzas de progreso social, que ha durado más de
20 años. Este proceso tiene dimensiones objetivas, relacionadas con la distribución de la renta, como la lenta y escasa reducción de la pobreza y de la indigencia y el ligero aumento de la desigualdad, unido al enriquecimiento de las élites económicas. Pero dicho proceso tiene también dimensiones subjetivas, relacionadas con el bienestar social, como la disminución del nivel de felicidad nacional bruta y el cuestionamiento de élites políticas, que ya no son percibidas como élites benevolentes.

Una segunda conclusión estaría referida al origen del desvanecimiento del «sueño tico». Así, tenemos que la lenta reducción de la pobreza y de la indigencia obedece, en primer lugar, al bajo nivel de pobreza y de indigencia que existía en 2000; dado que cuanto más bajo es el nivel de pobreza más difícil es aún su reducción. En segundo lugar, obedece al simple efecto derrame del mercado, derivado del incremento del empleo generado por un crecimiento económico estable, fruto del funcionamiento del modelo multiexportador de la economía costarricense. Y, en tercer lugar, obedece a la implementación de unas políticas sociales (claramente insuficientes y más orientadas a la consecución de la paz social que de la igualdad de oportunidades), por parte de un Estado poco decidido a intervenir en la economía por estar controlado y/o influido por las élites políticas y económicas neoliberales.

Mientras tanto, el ligero aumento de la desigualdad socioeconómica obedece, en primer lugar, al bajo nivel de desigualdad socioeconómica que existía en 2000; dado que cuanto más bajo es el nivel de desigualdad menor es el interés social por su reducción. En segundo lugar, obedece a la natural distribución inequitativa de la renta generada por el efecto derrame del mercado imperfecto, generado por un crecimiento económico estable, fruto del funcionamiento del modelo multiexportador de la economía costarricense. Y, en tercer lugar, obedece a la implementación de unas insuficientes políticas públicas, por parte de un Estado que ha renunciado a una regulación efectiva y protectora del mercado laboral y a una redistribución de la renta derivada del mercado, y que sólo trata de favorecer ligeramente la igualdad de oportunidades, debido a que está controlado y/o influido por las élites políticas y económicas neoliberales.

Y una tercera conclusión estaría referida a los impactos políticos del desvanecimiento del «sueño tico», como síntomas de éste. Así tenemos, en primer lugar, un aumento del abstencionismo electoral derivado de la reducción de los niveles de felicidad de la población costarricense y del cuestionamiento de las élites políticas y económicas por parte de la ciudadanía. Y, en segundo lugar, un castigo electoral a los partidos políticos neoliberales, identificados con las élites políticas y económicas nacionales, derivado, igualmente, de la reducción de los niveles de felicidad de la población costarricense y del cuestionamiento de dichas élites.

Del «sueño tico» ya sólo queda la nostalgia de lo que un día fue y ya no es… y como señala el filósofo alemán Boris Groys, «la nostalgia tiene un potencial revolucionario».

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[1]. En este documento se utilizan preferentemente las estadísticas de Cepalstat, para permitir comparaciones regionales.

[2]. En algunos casos, estas familias también tienen «otros pies» en la justicia, con altos cargos en la Corte Suprema de Justicia, la Contraloría General de la República, la Procuraduría General de la República, la Defensoría de los Habitantes y la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Solís, 2016).

[3]. El Partido de Unidad Social Cristiana (PUSC) es un partido político, originalmente conservador, que desde la década de 1980 se transformó en un partido neoliberal; en el siglo XXI ha gobernado Costa Rica durante las Administraciones Rodríguez (1998-2002) y Pacheco (2002-2006). El Partido de Liberación Nacional (PLN) es otro partido político, originalmente progresista, que desde la década de 1980 también se transformó en un partido neoliberal; en el siglo XXI ha gobernado Costa Rica durante las Administraciones Arias (2006-2010) y Chinchilla (2010-2014). El Partido de Acción Ciudadana (PAC) es un partido político progresista, constituido en 2000 por algunos políticos procedentes del PLN, disconformes con la orientación neoliberal del mismo; no obstante, cuando el PAC llegó al poder en 2014, bajo la Administración Solís (2014-2018), incorporó en su gobierno a políticos que habían abandonado el PUSC y el PLN, con lo que su orientación progresista quedó bastante diluida; disolución que se incrementó a partir de 2018, durante la Administración Alvarado (2018-2022), cuando se conformó un gobierno de coalición entre el PAC, el PUSC y el PLN (junto a otros partidos minoritarios); todo esto hace que el PAC sea también considerado como neoliberal.

[4]. Paradigmático es el caso del presidente Arias (del PLN), propietario de negocios de café y azúcar y procedente de una de las familias de la burguesía cafetalera con una amplia trayectoria política en la historia de Costa Rica. La exesposa de Arias, quien fuera primera dama en su primera administración, pertenece a una de las familias de la burguesía financiera, era pariente del expresidente Figueres Ferrer (fundador del PLN) y fue, posteriormente, fundadora y diputada por el PAC. La actual esposa de Arias pertenece a la burguesía comercial, siendo hija del propietario de la Corporación Fischel y sobrina segunda de quien fuese vicepresidenta durante la Administración Rodríguez (del PUSC). Arias designó en dos ocasiones como ministro a su hermano y socio en los negocios familiares; quien también fue asesor del presidente Pacheco (del PUSC), diputado por el PLN y presidente de la Asamblea Legislativa. Arias, ante la imposibilidad constitucional de ser reelegido como presidente, tras no conseguir que la Asamblea Legislativa aprobara una modificación constitucional para permitir dicha reelección, recurrió a la Sala Constitucional, que rechazó por cuatro votos a tres la anulación de la reforma constitucional de 1969, que impedía la reelección. Descontento con la decisión, influyó para que la Asamblea Legislativa designara a dos nuevos magistrados de su confianza al renovar dicha sala; tribunal que aprobó la anulación por cinco votos a dos (Bravo, 2004; «Óscar Arias Sánchez», 2023).

[5]. En 2018 se aprobó una reforma tributaria orientada a incrementar la presión fiscal, cuyos efectos recaudatorios no se notaron hasta 2021. Reforma que apenas afectó a la tributación de la renta del quinto quintil (porque el impuesto de la renta de las personas físicas es muy poco progresivo) y que afectó sensiblemente a la tributación de la renta del primer y segundo quintil (porque se gravan con el impuesto del valor añadido productos de primera necesidad que antes estaban exentos o que tributaban a un tipo inferior). Esta reforma vino acompañada de una reducción del consumo público, con importantes recortes en los salarios de las personas empleadas en el sector público y la ampliación de la edad de jubilación.

[6]. En la calidad y el aumento de la escolarización en educación secundaria.

[7]. En la calidad y la construcción de hospitales y centros de atención primaria (Ebais).

[8]. Incluyendo las pensiones contributivas (Invalidez, Muerte y Vejez y planes obligatorios de pensiones) y no contributivas (Régimen No Contributivo), los programas de transferencias monetarias condicionadas (Superémonos y Avancemos) y los programas de asistencia social (Puente al Desarrollo).

[9]. Programas Bono Familiar de Vivienda, Ahorro, Bono y Crédito y Erradicación de Asentamientos en Condición de Precario y Tugurio.

[10]. Además, la Administración Chaves (2022-2026) comenzó con un 79 % de respaldo popular a su presidente tras los primeros 100 días de gobierno; en especial tras el nombramiento de un gobierno formado por personas ajenas a las viejas élites políticas costarricenses del PLN, el PUSC y el PAC, que también obtuvieron un respaldo popular del 71 % (UCR, 2022b).