ISSN: 1130-2887 - e-ISSN: 2340-4396
DOI: https://doi.org10.14201/alh.29747

Ganar perdiendo: oportunidades y limitaciones de una coalición antipopulista en Ecuador

Winning while Losing: Opportunities and Limitations of an Anti-Populist Coalition in Ecuador

Paolo Moncagatta pmoncagatta@usfq.edu.ec 1

Carlos Espinosa Fernández de Córdova cespinosaf@usfq.edu.ec 1

Mateo Pazmiño mapazminofl@flacso.edu.ec 2

1 Universidad San Francisco de Quito

2 FLACSO Ecuador

Envío: 2022-06-29

Aceptado: 2023-07-06

Publicación: 2023-11-17

RESUMEN: Después de haber sido gobernado por izquierdas populistas durante la mayor parte del siglo XXI, en 2021 el Ecuador eligió al derechista Guillermo Lasso como su nuevo presidente. El artículo explica la coyuntura que llevó a Lasso al poder gracias a la conformación de una «coalición antipopulista» que aglutinó a diversos sectores heterogéneos. Este artículo analiza las fortalezas y las debilidades de esta coalición antipopulista, tanto en la disputa electoral como ya en el ejercicio del poder.

Palabras clave: coalición antipopulista; anticorreísmo; comportamiento electoral; derecha; Ecuador

ABSTRACT: After being governed by left populists for most of the 21st century, in 2021 Ecuador elected right-wing Guillermo Lasso as its new president. This article explains the juncture that brought Lasso to power thanks to the formation of an anti-populist coalition that agglutinated diverse heterogeneous sectors. It also analyzes the strengths and weaknesses of this anti-populist coalition, both in the electoral contest as well as in the exercise of power.

Keywords: anti-populist coalition; anti-correísmo; electoral behavior; right-wing; Ecuador

I. Introducción

A pesar de la sombra que proyecta el correísmo sobre la política ecuatoriana, Guillermo Lasso, político de derechas y líder del Movimiento CREO, ganó las elecciones presidenciales ecuatorianas en abril de 2021. Al no poder presentarse a dicho proceso debido a una condena por corrupción, Rafael Correa depositó sus esperanzas de recuperar su hegemonía en Andrés Arauz, un joven tecnócrata, que no estaba personalmente manchado por los escándalos de corrupción del gobierno de Correa. Inicialmente, todo parecía indicar que Arauz podía ganar las elecciones en el contexto de la pandemia del COVID-19, que afectó especialmente a los estratos populares. Sin embargo, Lasso fue capaz de atraer a un amplio espectro de votantes para ganar las elecciones en la segunda vuelta. ¿Cómo se explica que un candidato aparentemente débil –que solo obtuvo el 19.7 % del voto popular en la primera vuelta electoral– haya podido remontar a tal grado de ganar la segunda vuelta y asumir la presidencia?

La hipótesis que presentamos en este artículo postula que el proyecto político de identidad conservadora y neoliberal de Guillermo Lasso difícilmente habría logrado alcanzar el poder sin la formación de una «coalición antipopulista»: una causa común capaz de incorporar en una coalición amplia a varios sectores políticos y sociales heterogéneos. Para derrotar a Arauz en la segunda vuelta, Lasso se vio obligado a matizar su identidad política de derechas hacia el centro ideológico, atendiendo demandas sociales que no figuraban en su programa de campaña inicial. Contrario a su ideología medular conservadora-neoliberal, buscó el apoyo de movimientos indígenas, feministas, colectivos LGBTI y ecologistas. Logrando acercarse a sectores progresistas, Lasso logró reducir su distancia ideológica respecto a ellos en cuanto a sus valores (donde los polos antagónicos son el cosmopolitismo/progresismo versus el conservadurismo) (Roberts, 2022). Así mismo, el cambio discursivo de Lasso en el eje «pro-mercado-redistributivo» (Roberts, 2022) también fue fundamental, pues en los países latinoamericanos las izquierdas corren con ventaja en el campo electoral considerando que sus propuestas suelen centrarse en la redistribución, agenda que en contextos de alta desigualdad es prioritaria para el votante medio (Luna y Rovira Kaltwasser, 2014).

El artículo muestra cómo el mensaje y la plataforma de Lasso se redefinieron estratégicamente, especialmente durante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2021, para construir una amplia «coalición antipopulista» o una «contra movilización antipopulista» (Roberts, 2022; Stavrakakis y Katsambekis, 2019). Para lograrlo, Lasso y CREO tuvieron que redefinir el clivaje correísta-anticorreísta existente, que inicialmente coincidía con una polaridad izquierda-derecha. Esto significaba aprovechar la desconfianza de los sectores progresistas hacia el correísmo y transmutar el clivaje progresismo versus conservadurismo en una ventaja. Con habilidad, Lasso y sus estrategas no solo presentaron a Correa como un enemigo de los movimientos sociales, sino que también apelaron a las demandas de los votantes progresistas incorporando sus preocupaciones en su plataforma y retórica electoral. De este modo, las causas progresistas –y, por ende, su antipatía hacia el desarrollismo y el sujeto populista unitario– se integraron en un marco antipopulista.

Proponemos además que, si bien la heterogénea «coalición antipopulista» que Lasso y CREO lograron formar les sirvió para llegar al poder, fue esta misma la que ha hecho del actual gobierno ecuatoriano uno de suma debilidad. La coalición funcionó en el momento electoral para aglutinar a diversos sectores caracterizados por un sentimiento «anticorreísta», pero, una vez asumido el poder, las diferencias originales existentes entre estos sectores volvieron a aflorar. Lasso desde su inicio tuvo dificultades para gobernar y formar alianzas en la Asamblea Nacional o con sectores sociales. Hoy, dos años después de haber asumido el poder, enfrenta un juicio político en el que existen buenas probabilidades de que sea depuesto. Así, la coalición «antipopulista» que inicialmente lo llevó al poder se habría convertido en el factor que ha hecho del gobierno de Guillermo Lasso uno de suma fragilidad.

Por esta razón, el triunfo de Guillermo Lasso en 2021 se vuelve un caso de sumo interés para el análisis de las victorias electorales en contextos donde predominan las identidades «anti» (Meléndez, 2022). Podría postularse que –al igual que con Pedro Castillo en el Perú– las victorias en segunda vuelta donde se han conformado «coaliciones anti» terminan generando importantes debilidades y obstáculos para la gobernabilidad de los presidentes electos.

II. El proyecto político de Guillermo Lasso

En el año 2006 el economista y outsider de izquierdas Rafael Correa accedió a la presidencia ecuatoriana con la promesa de derrocar a las élites políticas reinantes e instalar un modelo estatista de bienestar social y desarrollo. Aunque en Ecuador las reformas de corte neoliberal que se promovieron en Latinoamérica en los 80 y 90 fueron muy tenues (Huber y Solt, 2004), el desprestigio del Consenso de Washington y la crisis del sistema de partidos ecuatoriano precipitaron el debilitamiento de la derecha partidista, sumergiendo al país en la llamada «marea rosa».

Más o menos al mismo tiempo, Guillermo Lasso, banquero guayaquileño del Opus Dei, fundaba el think-tank «Fundación Ecuador Libre» con la intención de erigir una plataforma de intelectuales y policymakers encargados de diseñar un plan de gobierno para una futura candidatura presidencial. Aunque inicialmente Ecuador Libre abanderaba los ideales del liberalismo clásico, el proyecto con los años derivó en una comprensión libertaria de la economía. Además, si bien los ideólogos de Lasso no eran personajes polémicos ni anti-establishment como el influencer y diputado argentino Javier Milei, estos igualmente se lanzaron a la esfera pública para divulgar su propuesta política que abanderaba la fórmula del antiestatismo y antiprogresismo (Stefanoni, 2021).

En el 2012, Lasso formalizó su movimiento político CREO y se presentó como la única alternativa política viable al proyecto hiperpresidencialista que Correa había instaurado. Esta iniciativa se vio facilitada no solo por sus vastos recursos financieros, sino por un paisaje político carente de opositores fuertes. Para ese entonces, la hegemonía electoral del correísmo había arrinconado a los principales partidos de oposición, incluyendo el Partido Social Cristiano-PSC (la única fuerza política de derecha con alcance nacional que sobrevivió el colapso del sistema de partidos). Desde un punto de vista pragmático, CREO surgió ante la necesidad de Guillermo Lasso de contar con un vehículo electoral personalista que estuviera libre del desprestigio de los partidos tradicionales y permitiera la toma de decisiones verticales y unilaterales a conveniencia.

Los hechos antes mencionados –la creación del think-tank Fundación Ecuador Libre y del Movimiento CREO– ejemplifican dos de las tres estrategias que, según Luna y Rovira Kaltwasser (2014), las derechas latinoamericanas adoptaron para resistir la hegemonía de los gobiernos de izquierda a partir del 2000. Es decir, la adopción de «mecanismos no electorales» de participación y la construcción de plataformas electorales no partidistas. La otra estrategia, ausente en este caso, sería la construcción de partidos institucionalizados para la participación electoral; sin embargo, esta es incongruente con la naturaleza del Movimiento CREO, la cual responde más bien a lo que Luna et al. (2021) han calificado como «partidos disminuidos». Así, si bien la construcción del proyecto político de Lasso puede considerarse exitosa si evaluamos su efectividad para conjugar la creación de un vehículo electoral no partidista con la creación de un think-tank, cabe recalcar que ambas estrategias solo podrían catalogarse como requisitos necesarios que Lasso debía solventar antes de saltar a la arena electoral.

La primera estrategia, que contempla la creación de «mecanismos no electorales» de participación, tiene como referente empírico a la Fundación Ecuador Libre. Para Luna y Rovira Kaltwasser (2014), la creación y la financiación de centros de investigación destinados a moldear la opinión pública, organizar eventos de difusión de ideas desde la sociedad civil y preparar a las generaciones jóvenes fueron de las estrategias más innovadoras adoptadas por las derechas sudamericanas durante el giro a la izquierda. En el caso de Ecuador Libre, es indudable que una importante parte de los funcionarios de confianza que Lasso ubicó en las dependencias estratégicas del Ejecutivo tras acceder a la presidencia provinieron de este think-tank.

Por otro lado, la fundación del movimiento CREO constituye una «estrategia electoral no partidista», considerando su naturaleza personalista y no institucionalizada (Luna y Rovira Kaltwasser, 2014). En primera instancia, esto se evidencia en las tres participaciones que el movimiento ha tenido en los comicios presidenciales del 2013, 2017 y 2021, pues previo a esos procesos nunca se organizaron elecciones primarias en donde Lasso haya tenido que competir con algún otro precandidato por la nominación presidencial. Así mismo, hasta la fecha Lasso es la principal y única cara estable del movimiento, lo cual genera dudas sobre la capacidad de supervivencia de la organización si Lasso opta por dejar en algún momento la vida política.

Para el 2013, Lasso participó en su primera campaña presidencial, en la que comenzó a destacar el imperativo de volver a un Estado liberal con pesos y contrapesos y pluralismo político pleno. También contrastó su visión de la libertad económica con el modelo de estatismo de Correa (Moncagatta y Espinosa, 2019). Este discurso apeló a un clivaje de régimen, que contrapuso el Estado liberal versus la hegemonía populista. Así, la construcción inicial de Lasso de la división correísmo-anticorreísmo fue en gran medida coincidente con la polaridad ideológica izquierda-derecha. Lasso también se mantuvo profundamente unido a su conservadurismo moral de inspiración religiosa, el cual irónicamente es similar al conservadurismo moral del correísmo (Sánchez y Pachano, 2020).

La apuesta de Lasso por convertirse en el antagonista natural de Correa tuvo un éxito modesto al principio. Con el boom de las materias primas en su punto álgido, Correa seguía en la cresta de su popularidad (Meléndez y Moncagatta, 2017), lo cual le permitió una fácil reelección en 2013, obteniendo el 57 % de los votos en la primera vuelta. Sin embargo, Lasso logró captar una importante parte del voto de la oposición, obteniendo el 23 % de los votos. El 20 % restante se repartió entre otros seis candidatos (Consejo Nacional Electoral, 2018). Como veremos a continuación, Lasso tuvo más éxito en aprovechar el clivaje izquierda-derecha en 2017. Luego, en 2021, construyó un clivaje más abarcador, aprovechando el fortalecimiento del bloque progresista, una corriente política emergente y cada vez más antagónica frente al correísmo.

III. La creación de una coalición antipopulista

Tras las elecciones generales del 2021, varios analistas han intentado identificar los clivajes que operaron en el proceso. Javier Rodríguez Sandoval, en una serie de breves artículos en un medio digital, ha puesto énfasis en la división correísta-anticorreísta, indicando, de forma coherente con nuestro argumento, que los votantes alineados con el anticorreísmo se hicieron más heterogéneos a lo largo del tiempo (2013-2021), abarcando más votantes de «izquierda» (Rodríguez Sandoval, 2021c, 2021b, 2021a). Aunque en general es acertada, la concepción de Rodríguez sobre la ampliación del apoyo a Lasso más allá de su base de derechas, se equivoca al clasificar a los partidarios de Lasso que no son de derechas como «de izquierdas». En lugar del término «izquierda», «progresista» resulta más adecuado en el contexto de las elecciones de 2021. Referirse a los votantes no derechistas atraídos por las sucesivas candidaturas de Lasso como «de izquierdas» pasa por alto las marcadas diferencias entre un programa progresista con hincapié en las identidades étnicas, el aborto, los derechos LGBTI y el ecologismo, frente a un programa populista de izquierdas centrado en promesas redistributivas, estatistas, desarrollistas y dirigido a un sujeto populista unitario. Pazmiño y Arrieta, en otro artículo en el mismo medio digital, evaluaron correctamente al correísmo-anticorreísmo y al progresismo-conservadurismo como los dos clivajes operativos en las elecciones de 2021 (Pazmiño y Arrieta, 2021). Es necesario ver cómo estos clivajes se subsumieron en un clivaje más amplio.

Estudios recientes sobre el antikichnerismo en Argentina han identificado una división relevante para Ecuador: el clivaje populista-antipopulista (Roberts, 2022). En el contexto de una revisión de las perspectivas teóricas sobre la formación del clivaje entre el populismo y el establishment, Roberts identifica la posibilidad de una «movilización antipopulista» capaz de integrar reclamos heterogéneos y trazar una frontera antagónica entre un «nosotros versus un ellos» (2022). A su vez, Stavrakakis y Katsambekis (2019) han explorado cómo en Grecia surgió una coalición antipopulista en oposición al populismo de izquierdas de SYRIZA que identificó la heterodoxia económica inicial de SYRIZA como profundamente irracional e irresponsable, incluso como una amenaza para la estabilidad económica de la Unión Europea. Biglieri y Perelló (2020) se basan en Stavrakakis y Katsambekis para analizar la construcción de una coalición antipopulista en Argentina dirigida contra el kirchnerismo en la década de 2010. Los autores encuentran, en línea con la política personalista dominante en Argentina, que los sentimientos antipopulistas se centraron directamente en la figura polarizadora de Cristina Kirchner como enemiga de la nación. De hecho, sostienen que la cohesión del antipopulismo en Argentina no dependía de la lealtad a su líder, el poco carismático Mauricio Macri, como ocurre en el populismo, sino del rechazo hacia la líder populista, Cristina Kirchner (Biglieri y Perelló, 2020). En una línea distinta a la del antipopulismo, pero similar en el argumento de fondo, Meléndez (2022) ha postulado que, considerando que en Latinoamérica la simpatía e identificación con los partidos políticos se encuentra cada vez más debilitada, la identidad política antipartidista se ha consolidado con fuerza en los últimos años. Esta identidad se caracteriza por el profundo rechazo hacia un partido (o actor político que lo representa), y tiene el potencial de incluir a varios sectores gracias a la ausencia de una identidad específica. Un claro ejemplo de este caso sería el frente político que se articuló en contra de la candidatura de Pedro Castillo en la segunda vuelta de las elecciones peruanas del 2021. En dicho proceso, varios sectores que han militado por años en contra del fujimorismo (como la derecha liberal de Vargas Llosa) respaldaron la candidatura de Keiko Fujimori bajo el lema del «anticomunismo».

Los ejemplos anteriores dan indicios importantes sobre el potencial de efectividad de las coaliciones que tienen como núcleo central el rechazo hacia un actor o proyecto específico. Por esta razón, antes de explicar por qué consideramos que el triunfo de Lasso se debe a la articulación exitosa de una coalición antipopulista, es importante identificar sus características y limitaciones más relevantes.

A pesar de las múltiples experiencias por las que Latinoamérica ha transitado con líderes y procesos populistas de larga data, el estudio sobre el antipopulismo ha sido subestimado (Enríquez Arévalo, 2020). En buena medida esto se debe a que el mainstream de los estudios populistas, tanto a nivel regional como global, se ha concentrado en el análisis discursivo y de las estrategias de articulación de la lógica amigo/enemigo contra las élites o sectores que se conciben como parte del establishment a derrocar.

Según Stavrakakis (2018), el antipopulismo representa un espacio donde confluyen diferentes sectores políticos y sociales heterogéneos que comparten un antagonismo hacia otro sector/actor específico. Esto significa que la naturaleza de este campo sociopolítico es intrínsecamente transideológica (Enríquez Arévalo, 2020); es decir, que es capaz de aglutinar identidades promercado, estatistas, conservadoras y progresistas en un mismo bando. Precisamente por las características antes mencionadas, ciertos académicos han alertado sobre la naturaleza puramente temporal e inestable de este tipo de coaliciones. Para Moffitt (2018), el antipopulismo difícilmente puede convertirse en «una clara disposición ideológica o modo de gobierno». Así mismo, Van Dyck (2019) considera que la heterogeneidad ideológica y socioeconómica de este tipo de coaliciones tiene el difícil reto de gestionar agendas potencialmente conflictivas. Por estas razones, estas coaliciones, además de contar con una baja capacidad de cohesión, también afrontan fuertes incoherencias internas.

En consonancia con las expectativas de la literatura mencionada, Lasso articuló demandas heterogéneas en una coalición antipopulista. Quizá más que en el caso griego o argentino, la coalición antipopulista en Ecuador fue tan amplia que abarcó reivindicaciones progresistas. Como en Argentina, las antipatías antipopulistas en Ecuador se centraron no solo en la oposición a un conjunto de políticas populistas de izquierdas, sino más directamente en el líder populista, en este caso Rafael Correa. Correa, que opacó a su candidato proxy Andrés Arauz, en el imaginario político antipopulista llegó a simbolizar cualidades negativas como la corrupción, la represión y la ambición hegemónica. Asimismo, el antipopulismo ecuatoriano no se centró en lealtad a un líder –Guillermo Lasso– que es manifiestamente poco carismático, sino en el enemigo de la coalición antipopulista, Rafael Correa. Es decir, el frente antipopulista representó una especie de «coalición poliárquica implícita entre sociedad civil y mercado» (Bustamante Ponce y Medina Pérez, 2021) ante la opción estadocéntrica.

Un contraste entre las elecciones de 2017 y las de 2021 ilustra el aprovechamiento de los clivajes por parte de Lasso. Para Lasso, el clivaje inicial izquierda versus derecha (o su entonces equivalente correísmo-anticorreísmo) había sido claramente una oportunidad política excepcional, que trató de capitalizar en 2017. En las elecciones de 2017 (como en las de 2013), Lasso cultivó eficazmente la imagen del antagonista natural de la derecha frente al correísmo de izquierda. Los votantes de derecha proporcionaron a Lasso una base electoral lo suficientemente contundente en las elecciones de 2017 como para llegar a la segunda vuelta, obteniendo el 28.1 % de los votos. Ya en la segunda vuelta contra Lenin Moreno, el candidato de la izquierda correísta, Lasso estaba bien posicionado para amplificar su apoyo aprovechando el electorado de otros competidores de derecha a los que se enfrentó en la primera vuelta, principalmente Cynthia Viteri, del PSC, quien cosechó el 16.3 % de los votos. Si bien resulta difícil comprobar el traslado de votos de la candidata del PSC a Lasso, es un hecho que el número de votantes de derecha evidenciado en la primera vuelta, solo sumando los de Lasso y Viteri, era alto, cerca de un 44 %, y generaba una reserva de votos que Lasso podía captar en la segunda vuelta. Lasso obtuvo el 48.8 % de los votos en la segunda vuelta, y, aunque perdió la presidencia frente a Moreno –que contaba con el respaldo del aparato estatal y electoral correísta–, esto supuso un buen rendimiento electoral para Lasso.

Los votantes progresistas no parecen haber contribuido mayormente al buen desempeño de Lasso en 2017. La identidad claramente conservadora de Lasso en esas elecciones no le permitió aprovechar la emergente polaridad progresismo-conservadurismo. Además, el voto progresista no era tan grande como lo sería en 2021. Pachakutik –el brazo político del movimiento indígena ecuatoriano–, a juzgar por sus resultados legislativos de 2017, poseía una base electoral de alrededor del 3 %, mientras que el voto del candidato presidencial del partido socialdemócrata Izquierda Democrática, Paco Moncayo, fue del 6 %. Es probable que el correísmo, en ese momento, aún fuera capaz de aglutinar a algunos progresistas, a pesar de que Correa ya había ignorado y despreciado sus demandas en su tercer mandato (2013-2017). Al contrario, un Lasso católico y neoliberal seguía siendo en gran medida anatema para el votante progresista medio.

En 2021 el voto por los candidatos progresistas se amplió considerablemente. En la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2021, el candidato de Pachakutik, Yaku Pérez, obtuvo el tercer lugar con el 19.4 % de los votos y el candidato del partido socialdemócrata Izquierda Democrática, Xavier Hervas, el 15.7 % de los votos, dando a los progresistas una cuota de votos cercana al 35 %. Lasso no podía ignorar una reserva tan amplia de votantes potenciales. ¿Por qué el voto del bloque progresista se amplió en 2021, haciendo que su cuota fuera crucial para las aspiraciones presidenciales de Lasso? Una de las razones es que la llamada «revolución silenciosa» de valores (Inglehart y Welzel, 2005) había ido ganando fuerza en Ecuador, profundizando la división entre progresistas y conservadores. Un indicador del creciente apoyo al feminismo, los derechos LGBTI y el aborto son las recientes sentencias de la Corte Constitucional a favor del matrimonio homosexual y del aborto en casos de violación. La Corte Constitucional no habría actuado con tal grado de activismo, a no ser que percibiera que se estaba perfilando un consenso social a favor de los valores progresistas. Encuestas como el Barómetro de las Américas muestran que el apoyo ciudadano al matrimonio homosexual en el Ecuador ha pasado del 9 % al 23 % en menos de una década (Montalvo y Moscoso Moreno, 2020). La creciente conciencia medioambiental entre los jóvenes votantes también se manifiesta en los esfuerzos de varios colectivos ecologistas por conservar las biodiversas cuencas amazónicas de la extracción de recursos y en un potente movimiento antiminero. Igual de relevantes para el fortalecimiento del voto progresista en 2021 fueron las protestas sociales de octubre de 2019, que galvanizaron el apoyo no solo a los derechos indígenas, sino también al ecologismo radical. Cerca de una semana de protestas sociales violentas, de grupos indígenas y colectivos juveniles urbanos, en apariencia contra la eliminación de los subsidios a los combustibles, empoderaron al bloque progresista y lo llevaron a creer en su capacidad de transformar la sociedad, recuperando el dinamismo que el movimiento indígena había exhibido cuando estalló por primera vez en la década de 1990.

Atraer a los líderes y votantes progresistas a una alianza antipopulista fue posible gracias a la creciente fisura que ya se había abierto entre el correísmo y los progresistas. Aunque inicialmente podían haber sido considerados como aliados, las relaciones entre ambos se habían agriado con el tiempo. Los movimientos sociales progresistas en Ecuador apoyaron en el 2006 el proyecto de izquierda populista de Correa en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales; luego, en 2007-2008, los progresistas consideraron la convocatoria de una Asamblea Constituyente por parte de Correa como una oportunidad única para avanzar en su agenda. Sin embargo, a medida que Correa alcanzaba la hegemonía política, se mostró menos partidario de las demandas progresistas e impuso sus preferencias culturalmente conservadoras y desarrollistas, que eran antitéticas al progresismo. Correa formuló una vertiente de izquierda católica, que era igualitaria, pero también profundamente conservadora en lo moral. El conservadurismo valórico de Correa no era solo una cuestión de convicción personal, sino también de oportunidad política: convocaba a los sectores populares marginales rurales y urbanos de la costa ecuatoriana, su base electoral clave desde las elecciones de 2013. Correa expresó reiteradamente su apoyo a las definiciones heterosexuales de familia y su oposición tajante al aborto. Asimismo, la matriz de izquierda desarrollista y estatista de Correa heredada de los años setenta era bastante prominente en su programa de gobierno y contradecía al ecologismo progresista. Su concepción de un sujeto populista unitario, «el pueblo» o «la ciudadanía» en singular, también chocó con la visión indígena de una comunidad política compuesta por múltiples identidades y derechos abigarrados (Conaghan, 2016). La divergencia ideológica entre el bloque progresista y el populismo socialmente conservador de izquierdas no solo había provocado una brecha creciente entre los dos campos, sino que también había estallado en un conflicto social de baja intensidad. Durante su régimen, Correa reprimió a menudo las protestas antiextractivistas de los movimientos indígenas y ecologistas.

Para aprovechar este bloque de votos progresistas ampliado y construir una alianza antipopulista, Lasso tuvo que amalgamar las críticas de derecha al populismo de izquierda correísta con las que el progresismo había formulado frente al correísmo. Asimismo, se vio obligado a ser receptivo ante las demandas sociales progresistas. Entre las estrategias adoptadas para captar el voto progresista, se reunió con colectivos feministas y ecologistas, y se acercó al movimiento indígena. Para ello, acuñó el eslogan de un «Ecuador del Encuentro». Su campaña, sobre todo en la segunda vuelta, trató de proyectar una imagen centrista, y prometió un gobierno basado en un amplio consenso sociopolítico programático. En campaña, Lasso proclamó: «Seguiré siempre siendo la misma persona, con los mismos principios, con los mismos valores, pero tengo que llegar a entender que hay amplios sectores de la sociedad ecuatoriana que no coinciden con mis principios, mis valores, y que yo como presidente del Ecuador tengo la obligación de oírlos, de mantener una actitud absolutamente tolerante y de promover un diálogo y un debate sobre muchos temas que les preocupan a los jóvenes, como el tema de la naturaleza» (Lasso, 2021). Esta afirmación es importante, pues demuestra que Lasso trató de despolitizar sus compromisos católicos y conservadores convirtiéndolos en una cuestión de preferencia personal, en lugar de los principios rectores de la política pública. Entre los compromisos políticos progresistas específicos que asumió en las elecciones estaban luchar contra la violencia hacia las mujeres, emprender una campaña contra la desnutrición rural y –en un sentido muy amplio– cuidar el medio ambiente. Aunque algunos dudaron de la sinceridad de sus compromisos, tales promesas, junto con el repudio que se condensaba en torno a la figura de Correa, ayudaron a que los votantes de los partidos progresistas –tanto de Pachakutik como de la Izquierda Democrática– confiaran su voto a Lasso o, al menos, se mantuvieran neutrales anulándolo en la segunda vuelta de 2021.

La Tabla 1 muestra datos de una encuesta original que preguntó a la ciudadanía ecuatoriana sobre su voto en las elecciones presidenciales de 2021. En ella se puede ver claramente cómo se dio el traspaso de votos entre la primera y la segunda vuelta. Del 100 % de personas que afirmaron haber votado por Yaku Pérez en la primera vuelta, el 50 % votó por Lasso en la segunda, el 30.3 % anuló su voto y solo el 17.8 % votó por Arauz. De manera similar, entre quienes votaron por Hervas en la primera vuelta, el 62.5 % afirmó haber votado por Lasso en la segunda vuelta, mientras que el 25.8 % anuló su voto y solo el 10 % votó por Arauz. Estos datos a nivel individual, sumados a los que mostraremos posteriormente a nivel provincial, despejan cualquier duda de que la mayoría del voto progresista de la primera vuelta se decantó por Guillermo Lasso en la segunda vuelta.

TABLA 1. TRASPASO DE VOTO DE PRIMERA A SEGUNDA VUELTA (ELECCIONES PRESIDENCIALES ECUADOR 2021)

voto 2.ª vuelta

voto 1.ª vuelta

Arauz

Lasso

Pérez

Hervas

Otro

Nulo/blanco

No votó

Arauz

83.1

2.6

17.8

10.0

12.9

5.7

3.7

Lasso

10.5

94.7

50.0

62.5

36.2

13.7

6.8

Nulo/blanco

4.9

2.2

30.3

25.8

40.3

77.4

2.9

No votó

1.5

0.5

1.9

1.7

10.6

3.2

86.5

Total

100

100

100

100

100

100

100

Fuente: Moncagatta et al. (2022).

Utilizando datos de la encuesta «Ethnicity, Inequality, Trust and Politics in Ecuador» (Moncagatta et al., 2022), estimamos dos modelos de regresión logística para explicar el voto por Guillermo Lasso en 2021. Las dos variables dependientes, respectivamente, son el voto por Lasso en la primera vuelta y en la segunda vuelta. Entre las variables independientes se encuentran varias características sociodemográficas, una medida de religiosidad, cuatro indicadores de ideología y una variable que mide las actitudes hacia Rafael Correa[1]. La Tabla 2 muestra los resultados de los dos modelos de regresión logística, expresados en odds ratios.

TABLA 2. ESTIMADOS DE REGRESIÓN LOGÍSTICA PARA VOTO
POR GUILLERMO LASSO

1.ª vuelta

2.ª vuelta

Edad (años)

1.007
(0.005)

0.989*
(0.004)

Mujer

0.717***
(0.064)

0.798**
(0.063)

Educación (niveles)

1.159***
(0.048)

1.312***
(0.049)

Clase social (autoubicación)

1.234***
(0.068)

1.293***
(0.064)

Asistencia servicios religiosos

1.017
(0.038)

1.045
(0.035)

Ideología (izquierda-derecha)

1.160***
(0.034)

1.121***
(0.029)

Rol del Estado 1: creación de empleos

1.022
(0.044)

0.948
(0.038)

Rol del Estado 2: reducción de desigualdades

0.860***
(0.039)

0.917*
(0.039)

Rol del Estado 3: provisión de servicios de salud

1.029
(0.046)

1.094*
(0.045)

Correísmo vs. anticorreísmo

0.480***
(0.022)

0.417***
(0.020)

Observaciones

3259

3253

Pseudo R2

0.130

0.156

Coeficientes exponenciados (odds ratios); errores estándar en paréntesis.

* p < 0.05, ** p < 0.01, *** p < 0.001.

Fuente: Elaboración de los autores, usando datos de Moncagatta et al. (2022).

Los resultados de los modelos de regresión proveen evidencia que respalda nuestra hipótesis. Si bien existen diversas variables con coeficientes significativos en ambos modelos, hay una variable que sobresale por su potencia por sobre las otras: la de «correísmo vs. anticorreísmo».

Entre las variables sociodemográficas, queda claro que las mujeres tienden a votar menos que los hombres por Lasso, y que las personas más educadas y de clases sociales más altas tienden a votar más por él. Entre las variables que miden posicionamiento ideológico de las personas, no sorprende encontrar que quienes se ubican más hacia la derecha tiendan a votar más por el actual presidente, así como quienes piensan que el Estado no debería encargarse de reducir las desigualdades de ingresos entre ricos y pobres.

Pero, aun si las variables mencionadas tienen efectos estadísticamente significativos, estos efectos no parecen ser demasiado fuertes para explicar el voto por Lasso –o, al menos, no cuando se comparan sus coeficientes con el de la variable de «correísmo vs. anticorreísmo»–. Esta variable tiene –por lejos– el coeficiente más fuerte de entre todas. Es un coeficiente negativo, lo que quiere decir que, a más «correístas» los encuestados, tienden a votar en mucha menor proporción por Lasso. Tomados juntos todos los resultados de los modelos de regresión, se ve que, más allá de la ideología, de su religiosidad y de características sociodemográficas, fue el sentimiento «anticorreísta» el que le permitió a Guillermo Lasso aglutinar un electorado amplio y heterogéneo para ganar las elecciones y llegar al poder[2].

IV. Rendimiento electoral de CREO

La trayectoria ideológica de Lasso, que pasó de neoliberal católico a anticorreísta de derechas, a encabezar una coalición antipopulista que incluía a votantes progresistas, puede comprenderse también a través de un análisis más detallado de los resultados electorales de CREO entre 2013 y 2021. Tras su fundación en 2012, el movimiento CREO participó por primera vez en un proceso electoral en las elecciones generales de 2013, cuando Lasso se presentó por primera vez a la presidencia. Desde entonces, el movimiento ha presentado candidatos en todos los procesos electorales que han tenido lugar en Ecuador, ya sean elecciones generales o seccionales. La Tabla 3 reporta la trayectoria de CREO en los diferentes procesos electorales.

La primera aparición de CREO en un proceso electoral se produjo en 2013. Mientras Correa ganaba de forma aplastante con más del 57 % de los votos, Lasso comenzaba a consolidarse como su principal antagonista, obteniendo cerca del 23 % de los votos en la primera vuelta. Esto es especialmente relevante al observar que el candidato que ocupó el tercer lugar en esa elección, el expresidente Lucio Gutiérrez, solo obtuvo el 6.7 % del voto popular (Consejo Nacional Electoral, 2018).

TABLA 3. RESULTADOS ELECTORALES DE CREO
(ELECCIONES GENERALES Y SECCIONALES)

 

2013

2014

2017

2019

2021

Voto Lasso 1.ª vuelta

22.7 %

28.1 %

19.7 %

Voto Lasso 2.ª vuelta

(Sin 2.ª vuelta)

48.8 %

52.4 %

Asambleístas

9(137)

34(137)

12(137)

Alcaldes

22(221)

34(221)

Prefectos

1(23)

1(23)

Nota: Los números de los miembros de la Asamblea Nacional, los alcaldes de condado y los prefectos provinciales incluyen a los elegidos en coaliciones. Los números entre paréntesis indican el número total de dignatarios elegidos.
Fuentes: Consejo Nacional Electoral, 2014, 2019, 2021.

La popularidad de Rafael Correa alcanzó su punto máximo en 2014 cuando, según datos del Barómetro de las Américas del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP), más del 70 % de la población evaluó positivamente su gestión presidencial (Meléndez y Moncagatta, 2017). A pesar de ello, los resultados de las elecciones seccionales de 2014 mostraron los primeros síntomas del debilitamiento correísta, que se plasmó en la pérdida de importantes alcaldías como las de Quito y Cuenca. Cuando el boom de las materias primas comenzó a desvanecerse y la ciudadanía empezó a percibir una disminución del gasto público y la desaceleración de la economía, la popularidad de Correa disminuyó. Las evaluaciones positivas de la gestión de Correa, la satisfacción con el funcionamiento de la democracia y el apoyo al ideal democrático cayeron significativamente entre 2014 y 2016, mientras que la cantidad de encuestados que consideraban que «la economía» era el principal problema del país se duplicó (pasando del 39 % al 79 %) en el mismo período (Meléndez y Moncagatta, 2017). Así mismo, la polarización ideológica, que había experimentado un crecimiento constante y gradual a partir de 2006, alcanzó sus niveles más altos en más de una década en 2016 (Moncagatta y Poveda, 2021). Esto refuerza la visión de que la división correísmo-anticorreísmo inicialmente coincidía con una polaridad izquierda-derecha ubicada en un eje principalmente definido en términos económicos.

En el contexto del declive de Correa y la creciente polarización ideológica, las elecciones generales de 2017 mostraron a un Lasso fortalecido en la disputa por la presidencia. Obtener cerca del 30 % de los votos en la primera vuelta; cuadruplicar los escaños de CREO en la Asamblea Nacional (con relación a 2013), y casi derrotar al candidato designado por Correa, Lenin Moreno, en la segunda vuelta lo proyectaron como el opositor definitivo del correísmo. El bloque progresista era débil en ese momento y Lasso no pudo obtener su apoyo de manera efectiva. Posteriormente, en las elecciones seccionales de 2019, CREO obtuvo 34 de las 221 alcaldías posibles, aumentando en más de un 50 % el número obtenido en 2014.

Los resultados de las elecciones de 2021 muestran que la base de apoyo electoral propio de Lasso se había debilitado con respecto a las elecciones de 2017. Esto podría atribuirse al crecimiento del bloque progresista como una opción atractiva para los votantes anticorreístas, ya que ninguna formación política de la derecha compitió realmente con Lasso. Mientras que en 2017 el segundo y tercer lugar fueron para los candidatos conservadores de derecha (Lasso y Cynthia Viteri, del Partido Social Cristiano), que en conjunto obtuvieron algo más del 44 % de los votos, en las elecciones de 2021 aparecieron dos nuevas figuras –con agendas progresistas– en la papeleta: Yaku Pérez, de Pachakutik, que obtuvo el 19.4 % de los votos, y Xavier Hervas, de Izquierda Democrática, que obtuvo el 15.7 % (Consejo Nacional Electoral, 2021). Sin embargo, en un campo fragmentado, Lasso pudo pasar a la segunda vuelta con una ligera ventaja de apenas unos treinta mil votos. En la Tabla 4 detallamos los resultados de las elecciones presidenciales de 2021 a nivel provincial.

Como muestra la Tabla 4, Lasso obtuvo resultados extremadamente pobres en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2021. Solo pudo ganar en tres de las veintisiete provincias y circunscripciones (dos de las cuales fueron las más pequeñas: Galápagos y la circunscripción perteneciente a los ciudadanos ecuatorianos residentes en América Latina, el Caribe y África). Además de estas dos, Lasso solo ganó en Pichincha, sede de la capital, Quito, donde ha mantenido un apoyo constante de las clases medias y medias-altas urbanas a lo largo de su carrera política. Los dos candidatos que dieron una cierta sorpresa fueron Yaku Pérez, de Pachakutik, que quedó en tercer lugar, y Xavier Hervas, de Izquierda Democrática, que quedó en cuarto lugar. Pérez se adjudicó la victoria en trece provincias, en la mayoría de los casos con porcentajes importantes, superiores al 40 %. Se trataba, en su mayoría, de provincias donde la población indígena es importante en Ecuador, tanto en la sierra como en la región amazónica. Hervas, aunque solo pudo proclamarse vencedor en una provincia, fue capaz de obtener un apoyo regular en todo el país, lo que le permitió llegar con seguridad al cuarto puesto con más del 15 % del total de los votos.

La Figura 1 ilustra claramente cómo se desplazó el voto en la segunda vuelta de 2021, en beneficio de Guillermo Lasso. En todas las provincias donde Yaku Pérez había resultado triunfador en la primera vuelta, Lasso ganó en la segunda vuelta, con la única excepción de la provincia amazónica de Sucumbíos. Esto cobra especial relevancia en las provincias de la sierra central y sur como Cotopaxi, Bolívar, Chimborazo, Cañar y Azuay. En todas estas provincias se concentran las poblaciones indígenas, y en todas ellas el candidato de Packakutik, Pérez, tuvo un desempeño excepcional. Lasso, en cambio, tuvo un desempeño bastante pobre en estas provincias en la primera vuelta, quedando en tercer o cuarto lugar con porcentajes inferiores al 15 % en todas ellas. Esto también ocurrió en Carchi, la única provincia en que ganó Xavier Hervas en la primera vuelta.

Los resultados finales de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2021 muestran que el correísmo mantuvo su bastión en la costa, mientras que la sierra, donde se concentra el voto proindígena y progresista urbano, se definió por Lasso. De las Tablas I y IV y la Figura I se desprende la importancia de los votos de Yaku Pérez y –en menor medida– de Xavier Hervas para determinar quién sería el nuevo presidente ecuatoriano. Aunque resulta paradójico, el triunfo de Guillermo Lasso parece el resultado de la coalición antipopulista que logró aglutinar votos progresistas que –en condiciones normales– nunca hubiesen votado por un candidato conservador y neoliberal.

TABLA 4. ELECCIONES PRESIDENCIALES 2021 EN ECUADOR
(PRINCIPALES RESULTADOS)

Primera vuelta

Segunda vuelta

Provincia

Votantes

Arauz

Lasso

Pérez

Hervas

Votantes

Arauz

Lasso

Azuay

488351

21.01 %

14.14 %

42.17 %

15.07 %

494913

43.84 %

56.16 %

Bolívar

142943

14.00 %

13.73 %

47.92 %

12.51 %

146139

30.57 %

69.43 %

Cañar

149588

23.23 %

12.08 %

44.23 %

13.41 %

149497

48.11 %

51.89 %

Carchi

118901

20.42 %

16.71 %

20.67 %

28.22 %

123640

36.39 %

63.61 %

Chimborazo

329838

16.90 %

14.95 %

41.55 %

15.74 %

339447

34.09 %

65.91 %

Cotopaxi

319770

18.58 %

11.26 %

43.80 %

14.98 %

327107

36.80 %

63.20 %

El Oro

441141

36.83 %

17.73 %

14.42 %

20.79 %

448401

51.64 %

48.36 %

Esmeraldas

332463

44.26%

20.86 %

12.34 %

9.12 %

340283

55.75 %

44.25 %

Galápagos

15520

24.09 %

33.71 %

16.27 %

15.31 %

15546

34.66 %

65.34 %

Guayas

2583170

41.83 %

25.27 %

8.74 %

9.94 %

2627299

53.05 %

46.95 %

Imbabura

309190

29.37 %

17.19 %

22.39 %

18.54 %

316220

45.57 %

54.43 %

Loja

309262

19.26 %

17.17 %

30.47 %

26.16 %

311506

32.46 %

67.54 %

Los Ríos

581169

46.84 %

15.24 %

12.09 %

9.03 %

588224

62.35 %

37.65 %

Manabí

1049066

52.22 %

14.75 %

6.05 %

12.57 %

1064962

66.10 %

33.90 %

Morona Santiago

102330

16.32 %

9.63 %

52.08 %

15.30 %

104261

30.79 %

69.21 %

Napo

77676

13.59 %

17.18 %

43.90 %

12.86 %

79722

25.01 %

74.99 %

Orellana

104583

25.83 %

12.04 %

34.02 %

15.05 %

107044

44.50 %

55.50 %

Pastaza

61189

14.38 %

17.33 %

40.68 %

17.78 %

62307

26.63 %

73.37 %

Pichincha

1867493

22.53 %

25.86 %

16.71 %

23.25 %

1917788

35.35 %

64.65 %

Santa Elena

232212

42.77 %

13.96 %

14.86 %

12.36 %

234244

61.10 %

38.90 %

Sto. Domingo de los Tsáchilas

314298

35.93 %

17.39 %

16.22 %

17.93 %

320198

49.19 %

50.81 %

Sucumbíos

122693

34.92 %

8.23 %

37.01 %

11.76 %

125767

56.31 %

43.69 %

Tungurahua

375224

12.06 %

18.40 %

32.28 %

23.53 %

382354

24.59 %

75.41 %

Zamora Chinchipe

68389

16.88 %

12.53 %

40.03 %

24.80 %

68966

30.73 %

69.27 %

América Latina, Caribe, África

9884

35.41 %

36.18 %

10.03 %

6.33 %

7741

46.65 %

53.35 %

Estados Unidos, Canadá

24773

36.09 %

27.23 %

24.05 %

5.93 %

30834

46.73 %

53.27 %

Europa, Asia, Oceanía

85147

47.97 %

12.06 %

18.32 %

10.09 %

95413

63.59 %

36.41 %

TOTAL

10616263

32.72 %

19.74 %

19.39 %

15.68 %

10829823

47.64 %

52.36 %

Nota: Los candidatos que quedaron en los cuatro primeros puestos aparecen en los resultados de la primera vuelta.

Fuente: Consejo Nacional Electoral, 2021.

FIGURA 1. ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 2021 EN ECUADOR (GANADORES POR VUELTA)

Fuente: Consejo Nacional Electoral (2021).

V. Conclusiones

El triunfo de Guillermo Lasso en las elecciones presidenciales de 2021 constituye un caso de estudio muy relevante para comprender los verdaderos determinantes del potencial político de la derecha en la región latinoamericana. El éxito de la coalición antipopulista que llevó a Lasso al poder evidencia que en este caso no es del todo pertinente diagnosticar una mejora en sus niveles de competitividad electoral, sino que su ascenso debe analizarse a la luz de las circunstancias específicas del proceso en el que fue elegido. En este sentido, Lasso no fue ajeno a la oportunidad política y no tuvo reparos en ajustar su discurso y estrategia para construir una amplia coalición antipopulista. Logró algo improbable para un católico-neoliberal: movilizar el voto progresista a su favor subsumiendo las antipatías anticorreístas y demandas progresistas en una amplia contramovilización. La coalición antipopulista resultante dirigió su rechazo contra la figura de Rafael Correa, que aparecía como la encarnación de cualidades negativas, como la corrupción, la represión y la ambición hegemónica.

Con Lasso ya en la presidencia, las tensiones entre su discurso medular católico-neoliberal y los cambios estratégicos suscitados en la segunda vuelta siguen siendo relevantes. Si bien al inicio de su gestión buscó el apoyo progresista (Pachakutik e ID) para formar una mayoría legislativa, esta alianza pronto se fracturó y, tras buscar infructuosamente otros aliados, se fue quedando sin apoyos en la Asamblea. Este aislamiento facilitó, en junio de 2022, el estallido de una fuerte revuelta indígena que no estuvo lejos de provocar su destitución y el adelantamiento de elecciones generales. Así mismo, durante los primeros meses del 2023 Lasso sufrió dos importantes derrotas que afectaron mucho más la legitimidad de su mandato. En la arena electoral, perdió en todas las preguntas de una consulta popular que impulsó con el objetivo de poner en marcha una reforma política, con la que aspiraba contar con mayor gobernabilidad tras quedarse sin aliados ni apoyo ciudadano. En la arena legislativa, en cambio, sus opositores han iniciado un proceso de juicio político que busca su destitución tras el estallido de una serie de escándalos de corrupción que vinculan a su cuñado y a varios miembros de su gabinete.

Los hechos mencionados ratifican las advertencias formuladas por Moffit (2018) y Van Dyck (2019) sobre las limitaciones de gobernabilidad que las coaliciones antipopulistas deben enfrentar en el caso de acceder al poder. Si bien varios miembros del gabinete de Lasso que provenían de Ecuador Libre y representaban el ala más «libertaria» del gobierno renunciaron con el fin de que el Ejecutivo pueda proyectar una faceta económica con mayor tinte social, los niveles de desconfianza y decepción popular respecto de su gestión no han logrado revertirse. Así mismo, ciertas políticas como la creación del Ministerio de la Mujer y los Derechos Humanos fracasaron en su intento por recobrar la confianza de ciertos colectivos progresistas como el movimiento feminista.

Esta evidencia refuerza nuestro argumento de que el respaldo que ciertos sectores progresistas y de izquierdas brindaron a Lasso en las elecciones del 2021 se limitaba a la coyuntura electoral. Actualmente las posibilidades de que Lasso, quien optó por gobernar apegado a su identidad política genuina (conservadora y neoliberal), pueda revitalizar su disminuido apoyo popular son mínimas. Por supuesto, tal y como han apuntado Polga-Hecimovich y Sánchez (2021), las dificultades con las que Lasso se ha encontrado al momento de gobernar también parecen responder a un estilo político fundamentado en la errónea creencia de que la productividad corporativa puede ser replicada en la administración política. Así mismo, la falta de experiencia de su equipo de gobierno en el campo de
la Administración P
ública representa una de sus más serias limitaciones, pues muchos
de sus colaboradores han terminado absorbidos por las patologías de un sistema político que agudiza sus debilidades.

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VII. ANEXO I – Variables utilizadas en los modelos de regresión logística

El proyecto Ethnicity, Inequality, Trust and Politics in Ecuador (Moncagatta et al., 2022) realizó una encuesta semirrepresentativa entre los meses de febrero y marzo de 2022 en Ecuador. Una limitación de la encuesta es que usa una muestra principalmente urbana: el 95.5 % de encuestados provinieron de la capital Quito y de la segunda ciudad más importante del país, Guayaquil. A pesar de esta limitación, la encuesta permite indagar comportamientos y actitudes muy relevantes para la comprensión de la política ecuatoriana. Por ejemplo, hasta donde sabemos, no hay microdatos abiertos al público sobre comportamiento electoral en las elecciones presidenciales de 2021, y esta encuesta incluyó varias mediciones al respecto. Además, incluyó una variable crucial para nuestro análisis: la medida de «correísmo vs. anticorreísmo». A continuación, describimos las variables utilizadas en los modelos de regresión logística del artículo «Crónica de una debilidad anunciada: oportunidades y limitaciones de una coalición antipopulista en Ecuador».

Variables dependientes

1) Voto Lasso 1.ª vuelta: 0 = no voto por Lasso; 1= voto por Lasso

2) Voto Lasso 2.ª vuelta: 0 = no voto por Lasso; 1= voto por Lasso

Variables independientes

1) Edad (años): ¿Cuál es su edad en años cumplidos? ___

2) Mujer: 0 = no; 1 = sí

3) Educación (niveles): ¿Cuál es el último nivel de estudios que Ud. realizó?

a. Ninguno (1)

b. Primaria incompleta (2)

c. Primaria completa (3)

d. Secundaria incompleta (4)

e. Secundaria completa (5)

f. Universitaria incompleta (6)

g. Universitaria completa o más (7)

4) Clase social (autoubicación): La gente algunas veces se describe a sí misma como perteneciente a una clase social. ¿En qué clase social se ubicaría usted?

a. Baja (1)

b. Media baja (2)

c. Media (3)

d. Media alta (4)

e. Alta (5)

5) Asistencia servicios religiosos: Aparte de matrimonios y funerales, ¿con qué frecuencia asiste Ud. a servicios religiosos?

a. Nunca o casi nunca (1)

b. 1-2 veces al año (2)

c. 1 vez al mes (3)

d. 1 vez por semana (4)

e. Más de una vez por semana (5)

6) Ideología (izquierda-derecha): A continuación, verá una escala del 1 a 7, en la que 1 significa «izquierda» y 7 significa «derecha». Cuando piensa sobre su punto de vista político, ¿dónde se encontraría usted en esta escala?

a. 1 - Izquierda (1)

b. 2 (2)

c. 3 (3)

d. 4 - Centro (4)

e. 5 (5)

f. 6 (6)

g. 7 - Derecha (7)

7) Rol del Estado 1: creación de empleos: ¿Qué tan de acuerdo o desacuerdo está Ud. con la siguiente frase? El Estado ecuatoriano, más que la empresa privada, debería ser el principal responsable de crear empleos

a. Muy en desacuerdo (1)

b. Algo en desacuerdo (2)

c. Ni en desacuerdo ni de acuerdo (3)

d. Algo de acuerdo (4)

e. Muy de acuerdo (5)

8) Rol del Estado 2: reducción de desigualdades: ¿Qué tan de acuerdo o desacuerdo está Ud. con la siguiente frase? El Estado ecuatoriano debe implementar políticas firmes para reducir la desigualdad de ingresos entre ricos y pobres

a. Muy en desacuerdo (1)

b. Algo en desacuerdo (2)

c. Ni en desacuerdo ni de acuerdo (3)

d. Algo de acuerdo (4)

e. Muy de acuerdo (5)

9) Rol del Estado 3: provisión de servicios de salud: ¿Qué tan de acuerdo o desacuerdo está Ud. con la siguiente frase? El Estado ecuatoriano, más que el sector privado, debería ser el principal responsable de proveer los servicios de salud

a. Muy en desacuerdo (1)

b. Algo en desacuerdo (2)

c. Ni en desacuerdo ni de acuerdo (3)

d. Algo de acuerdo (4)

e. Muy de acuerdo (5)

10) Correísmo vs. anticorreísmo: Respecto al correísmo, usted se considera...

a. Extremadamente anticorreísta (1)

b. Moderadamente anticorreísta (2)

c. Ni correísta ni anticorreísta (3)

d. Moderadamente correísta (4)

e. Extremadamente correísta (5)

Notas

[1]. Para detalles sobre la base de datos y las variables utilizadas en los modelos de regresión, referirse al anexo.

[2]. Es interesante ver que la medición de religiosidad («Asistencia servicios religiosos») no tiene coeficientes estadísticamente significativos en ninguno de los modelos. Esto da aún mayor respaldo a nuestra hipótesis de que el voto por Lasso se dio más por un sentimiento «anticorreísta» que por un apoyo a su ideología nuclear conservadora.