María Ángela Holguín (2021). La Venezuela que viví. La historia de diez intensos años de un país que cambió para siempre. 388 págs. Bogotá: Planeta. ISBN 13:978-958-42-9613-2.

Los textos de funcionarios públicos que hacen recuento de la actividad que desarrollaron a lo largo de su vida en activo o durante un lapso concreto no son tan frecuentes como debieran. Fuera de comportar un ejercicio de exculpación, autoalabanza o de llevar a cabo un listado más o menos rico de anécdotas, son una obligada tarea de rendición de cuentas a la vez que de reflexión sobre acontecimientos vividos en primera persona que quedan, además, fijados con cierta precisión. Si quien lo escribe, por otra parte, se encuentra en una encrucijada trascendental de la historia, el documento cobra mayor valor. Lo puramente testimonial se inserta en el fluir de acontecimientos de gran relevancia que ven así adquirir un nuevo sentido. No se trata de tener la versión definitiva de los hechos, algo difícilmente alcanzable, pero sí de completarla en mayor o menor medida en función del rango que alcanzó quien es fuente de su testimonio.

Colombia desempeña un papel central en la política latinoamericana por razones históricas y geográficas indudables. También su propio devenir en el último medio siglo preñado de violencia, pero asimismo de un proceso constituyente en 1991 extremadamente vivificante; de un cambio social radical, aunque manteniendo patrones de profunda desigualdad, y de un costoso proceso de paz, la convierten en un caso interesante de irradiación de sus avatares. Todo ello trae consigo un evidente protagonismo del país desde la perspectiva académico-intelectual y desde su inequívoco liderazgo regional del que no siempre es consciente.

María Ángela Holguín fue la ministra de Relaciones Exteriores durante los dos periodos presidenciales de Juan Manuel Santos entre 2010 y 2018, lo que constituyó un récord en esa posición política en Colombia. Antes fue embajadora de su país en Caracas entre 2002 y 2004. Ambas circunstancias le hacen ser una indudable protagonista en la acción exterior del país, con centralidad en la vecina Venezuela, y, dado que el proceso se desarrolló fundamentalmente en La Habana, en las conversaciones de paz que culminaron en los Acuerdos entre el gobierno y las FARC. El determinante liderazgo de Hugo Chávez, con el que las relaciones entre ambos países mejoraron sustancialmente tras la crispación a la que en gran medida las condujo Álvaro Uribe; su enfermedad y fallecimiento; el ascenso al poder de Nicolás Maduro, con quien había compartido tareas en la condición de este de ministro de Relaciones Exteriores; y el deterioro galopante de la situación en Venezuela, con la consiguiente enorme crisis migratoria suscitada a partir de 2015, son puntos constitutivos de una agenda de la que Holguín da precisa cuenta y de la que no están ausentes otras cuestiones regionales como la relación con UNASUR o la CELALC, así como el deshielo habido en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

Sin embargo, su texto da para más. Como ministra es plenamente consciente de la enorme tarea que le compete para restablecer la reputación de un país que estaba seriamente dañada por mor de la violencia y del narcotráfico. De ahí que, como aborda en el capítulo segundo, se imponga «abrir Colombia al mundo» y, a la par, tomar conciencia de la necesidad de acometer la construcción de un Estado ausente en numerosas zonas del país (a propósito del desminado en Orejón, donde «la ausencia del estado era total», págs. 315 y ss.). Al igual hay espacio para la introspección pesimista a propósito del oficio político («los gobiernos prefieren que los proyectos mueran para no reconocer nada a su antecesor», pág. 322).

Habida cuenta del papel desempeñado por Cuba en el proceso de paz comprometido por el presidente Santos, las permanentes reuniones en La Habana y en el tramo final del proceso se van a extender durante 18 meses que canalizarán buena parte de la energía de Holguín. En el último capítulo, «Mi contribución a la paz», se dan cita un pormenorizado recuento de encuentros con los actores y una reseña de los temas en que la ministra tuvo mayor incumbencia, como en el caso de la presencia de desmovilizados de otros conflictos en diferentes países del mundo ávidos de contar sus experiencias o en la cuestión, desde una neta perspectiva de género, del papel de las guerrilleras y de sus demandas concretas.

Pero hay también lugar a la crítica en lo relativo a la materialización de los acuerdos de paz que empañaron el voto favorable en bloque del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En este sentido hay dos cuestiones fundamentales que son objeto de larga reflexión: la relativa al paso en falso innecesario de llevar a cabo la firma de los acuerdos antes de la celebración del plebiscito que condujo a «la horrible noche» del 2 de octubre de 2016 y la referente a la mediocre preparación de la campaña para propiciar el voto afirmativo de la ciudadanía colombiana sin capacidad de contrarrestar la instrumentalización de una cartilla escolar de educación sexual, así como la incubación del miedo que desde el uribismo se gestó mediante el enmarque del «castrochavismo».

En el elenco de personajes que desfilan por el libro y en lo atinente a aquellos de nacionalidad española destaco la presencia de José Luis Rodríguez Zapatero y de Felipe González, en lo atinente a las negociaciones de La Habana, así como del abogado de las FARC, vinculado a Podemos, Enrique Santiago.

Es un texto imprescindible para entender una larga década de las dinámicas que se dieron en la región y, como Federica Mogherini resalta en el prólogo, también es un libro inspirador. El libro es además estimulante porque tiene la capacidad de mostrar constantemente el lado positivo de pequeñas escenas de los entresijos de la política que pasan siempre desapercibidos desde miradas macro o demasiado dependientes de marcos teóricos excesivamente formales. Es, finalmente, la reflexión que una servidora pública entrega a la comunidad internacional en torno al ejercicio de su quehacer a lo largo de más de tres lustros.

Manuel Alcántara

Universidad de Salamanca