ISSN: 1130-2887 - eISSN: 2340-4396
DOI: https://doi.org/10.14201/alh.27119

De la Red Antiimperialista de Solidaridad con Sandino a la solidaridad latinoamericana con el FSLN

From the anti-imperialist network of solidarity with Sandino to Latin American Solidarity with the FSLN

Alejandra Gabriela Galicia Martínez xtabayam@comunidad.unam.mx 1

1 Universidad Nacional Autónoma de México

Envío: 2021-08-03

Aceptado: 2022-02-02

Publicación: 2022-08-05

RESUMEN: En la historiografía antiimperialista de Latinoamérica, el caso nicaragüense tiene la particularidad de presentarse como un proceso de continuidad entre la guerrilla encabezada por Augusto C. Sandino y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). El presente trabajo problematiza la solidaridad latinoamericana con las guerrillas nicaragüenses como una de las aristas que sostiene la narrativa de dicha continuidad.

Palabras clave: red; antiimperialismo; solidaridad; Sandino; FSLN

ABSTRACT: In the anti-imperialist historiography of Latin America, the Nicaraguan case has the particularity of being presented as a process of continuity between the guerrilla led by Augusto C. Sandino and the Sandinista National Liberation Front (FSLN). This paper problematizes Latin American solidarity with the Nicaraguan guerrillas as one of the aspects that perpetuates the narrative of such continuity.

Keywords: network; anti-imperialism; solidarity; Sandino; FSLN

I. Introducción

Ante el desgaste militar y organizativo que experimentó el Frente Sandinista de Liberación Nacional a partir de 1974 se planteó una nueva estrategia para reorientar sus objetivos; esta reconfiguración privilegió los factores políticos y diplomáticos, traducidos en una política de solidaridad que buscó legitimar las acciones armadas para derrocar la dictadura de los Somoza. La convocatoria de solidaridad con Nicaragua tuvo amplia recepción entre las distintas organizaciones sociales, partidos políticos, organizaciones político-militares y algunos gobiernos de Europa y América Latina (Agreda y Helm, 2016; Cortina, 2017, 2020, 2021; Campos, 2017; Nateras, 2021). En esta última región la tendencia tercerista estableció vínculos en países como México, Cuba, Venezuela, Perú y Panamá, y organizó una serie de comités de solidaridad encargados de informar a la comunidad internacional sobre la situación de desigualdad, pobreza, violación de derechos humanos, así como la ausencia de democracia que prevalecía en Nicaragua desde 1934.

Una de las características de la política de solidaridad que configuró el FSLN en esta región fue el rescate de la experiencia latinoamericana de Augusto C. Sandino a partir de la que, como sucedió con la fundación del Frente durante el periodo de 1960 a 1964, se creó una noción de continuidad donde la figura del guerrillero fue exaltada para justificar el levantamiento armado e incorporar a actores internacionales a su lucha contra la dictadura somocista. Esta idea de continuum se fundó en la recuperación de testimonios de personajes que presenciaron los acontecimientos protagonizados por Sandino y que permitieron reinterpretar este momento desde las claves marxista y nacional popular, pilares ideológicos del Frente.

Esta interpretación tuvo un nivel interno y otro externo. El primero postuló concluir la empresa que Sandino dejó pendiente a través de una alianza de clases –campesinos, obreros y estudiantes– en contra de la dictadura e impulsar un cambio social de gran calado. Mientras en el nivel externo combatió al imperialismo estadounidense y se hermanó con los países latinoamericanos a través de una narrativa solidaria entendida como el cierre de filas entre aquellos que comparten los mismos intereses para combatir la amenaza de un enemigo común.

Los trabajos que examinan la solidaridad con el FSLN muestran, entre otros aspectos, su complejidad a nivel organizativo, su dimensión trasnacional, así como los distintos actores que se involucraron para concretar y sostener el triunfo del Frente, sin embargo, queda pendiente analizar su narrativa. La importancia de abordar esta arista radica en escudriñar los elementos constitutivos del relato que construyó el FSLN sobre la guerrilla encabezada por Sandino, que se volvió hegemónica y tuvo importantes repercusiones, pues no solo legitimó las acciones del Frente en su momento, sino que también se estableció como la versión oficial para estudiar al sandinismo de los años veinte.

El objetivo del presente artículo es analizar la narrativa que configuró el FSLN en torno a la solidaridad latinoamericana con Sandino, la cual fue uno de los pilares para articular la política de solidaridad de los años setenta. Para examinar cómo se realizó este esfuerzo nos centramos en los testimonios del mexicano Andrés García Salgado, el venezolano Gustavo Machado y el peruano Esteban Pavletich. Enfatizamos el papel que estos personajes jugaron en la configuración de la solidaridad en sus respectivos países y recogemos sus testimonios para contrastarlos con los hechos en los que participaron durante 1928 y 1929 con el fin de ubicar de qué forma reforzaron el relato del Frente.

Para analizar la complejidad de la solidaridad con Nicaragua, y establecer los patrones de continuidad y cambio entre los dos sandinismos, retomamos premisas básicas del análisis de redes. Imízcoz y Arrollo (2011) definen una red como el conjunto de relaciones efectivas entre personas u organizaciones estructuradas en un espacio y temporalidad determinados con un objetivo particular que a partir de los intercambios, la colaboración y los conflictos dan cuenta de las dinámicas e intereses de las facciones o grupos que actúan en el campo social o político. Las relaciones que constituyen una red son dinámicas, por ello, los vínculos no siempre son armónicos ni duraderos. Si la intención es incidir en el rumbo de un proceso o un problema en el momento en que deje de haber coincidencia, la existencia de la red se pone en juego. La efectividad de las relaciones de una red puede concretarse de distintas formas ya sea en términos materiales, discursivos o simbólicos con distintas vigencias.

En el caso que nos ocupa, los testimonios de García Salgado, Machado y Pavletich son el resultado de los vínculos e intereses que se establecieron en torno al levantamiento encabezado por Sandino, y su recuperación por parte del FSLN permite mostrar al ejercicio de solidaridad como una continuación a partir de la reactivación de las relaciones establecidas en la década de los veinte para configurar una nueva red solidaria. En este punto vale la pena introducir un detalle importante para nuestro análisis. En la década de los setenta estos militantes que no habían desarrollado un rol protagónico en los años veinte se convirtieron en piezas importantes para articular el movimiento de solidaridad con el Frente en tanto reforzaron la interpretación marxista ortodoxa de la organización político-militar, especialmente en la preponderancia que adquiriría el comunismo como actor protagónico de la solidaridad con Sandino.

Para analizar la relación entre estos dos momentos nuestro análisis está dividido en tres apartados. En el primero reconstruimos la Red Antiimperialista de Solidaridad con Sandino a partir de los vínculos que establecieron las distintas organizaciones antiimperialistas; en el segundo desarrollamos el papel de cada una de las organizaciones en dicha red, y, por último analizamos los casos de García, Machado y Pavletich planteando la relevancia de cada personaje, cómo se vincula con el FSLN y en qué consiste el discurso que elaboran para reafirmar la relación de continuidad entre los dos sandinismos.

II. La Red de Solidaridad con Sandino

El antiimperialismo en América Latina no podría comprenderse sin los cambios que trajo consigo el tránsito del siglo XIX al XX. Uno de los hechos que marcó la configuración política, económica y cultural de la región fue el surgimiento de Estados Unidos como una potencia imperialista. Junto a esta reconfiguración geopolítica surgieron nuevos actores sociales en el espacio público; en este marco, obreros, estudiantes, campesinos, mujeres e intelectuales reaccionaron, desde distintas posturas ideológicas, contra el proceso de expansión estadounidense. En la década de 1920 estas resistencias fueron visiblemente más orgánicas y cobraron relevancia a nivel regional e internacional al grado de conformar uno de los movimientos antiimperialistas más potentes de la historia latinoamericana.

En la construcción y rumbo de este movimiento se involucraron una serie de variables de política internacional, regional y nacional, que tuvieron en el México de la posrevolución de 1910 y la Revolución rusa de 1917 su principal escenario y, en algunos casos, su referente ideológico. Entre 1924 y 1927, se fundan y operan las organizaciones imperialistas más importantes de la época, desde aquellas con perfiles propios del liberalismo decimonónico hasta las comunistas influidas por la Komitern. Surgen entonces la Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA), la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), la Unión Centro Sud-Americana y de las Antillas (UCSAYA) y se manifiesta de forma más organizada el Unionismo Centroamericano.

La conformación de este bloque se fundó en coincidencias y confrontaciones. Entre las primeras encontramos una articulación asentada en la defensa de tópicos como la patria, la soberanía, la autonomía y una proyección continental que pretendía mostrar la viabilidad de la organización de los nuevos actores políticos y su protagonismo en los procesos políticos que definían el rumbo de las naciones latinoamericanas.

Entre 1924 y 1925 la Komintern fundó la LADLA en la Ciudad de México con el propósito de integrar en un solo ente las organizaciones antiimperialistas de distintos perfiles y establecer al comunismo soviético como un referente. Daniel Kersffeld ha documentado que esta organización llegó a tener representación en quince países de la región de forma simultánea entre los que destacaron México, Cuba, Argentina, El Salvador y Puerto Rico (2010, pp. 49-50; 2012). En el caso de México la LADLA «fue el resultado del entrecruzamiento de múltiples procesos militantes. En ella convivían desde intelectuales hasta dirigentes campesinos, artistas, líderes sindicales, militantes mexicanos, estadounidenses, y algunos otros provenientes de países latinoamericanos, conformando un amplio y variado mosaico» (Kersffeld, 2012, pp. 26-27).

Martín Bergel (2014, pp. 75-74) apunta que el proceso de conformación de la APRA comenzó en 1925 a partir de una serie de ejercicios epistolares entre Haya de la Torre y un grupo de peruanos exiliados. En 1926, con el documento ¿Qué es el APRA?, el programa de este proyecto político se perfiló como antiimperialista y solidario al incluir entre sus postulados la acción solidaria con todos los pueblos y las clases oprimidas del mundo. En el mismo texto la APRA se definió como una organización conformada por trabajadores manuales e intelectuales latinoamericanos. La intensa actividad que realizaron los militantes del APRA en 1927 tuvo el objetivo de publicitar y fundar células (Bergel, 2009, pp. 52-53), así como posicionarse como la vanguardia antiimperialista de la región.

En 1926 un grupo de exiliados latinoamericanos en México fundaron la UCSAYA, presidida por el venezolano Carlos León, su objetivo fue defender «los intereses raciales, la propaganda contra la absorción injusta de parte de los poderosos, hacer prevalecer el derecho propio contra los desmanes del imperialismo en todos sus aspectos» (León, 1927). Desde una configuración ideológica heterodoxa, que transitaba del anarquismo al liberalismo, la organización aspiró a vincularse con los gremios estudiantiles, obreros e intelectuales (Melgar, 2007). Entre los miembros más prominentes de la UCSAYA encontramos al peruano Jacobo Hurwitz, el hondureño Rafael Heliodoro Valle y el nicaragüense Hernán Robleto.

En México también se encontraron activos algunos centroamericanos que asumieron la renovación del ideario decimonónico de unir a los países centroamericanos en un solo Estado como lo fue Rafael Heliodoro Valle. En contraste con otras organizaciones antiimperialistas, el movimiento unionista tuvo un carácter básicamente intelectual y lo conformaron en Centroamérica figuras como Maximino Soto Hall, Alberto Masferrer, Sofonías Salvatierra, Santiago Argüello, Vicente Sáenz, José Joaquín García Monge y Froylán Turcios. Este movimiento tendrá su máxima expresión en el Partido Unionista de Centro América (PUCA) fundado en 1919 con magros resultados (García, 2021).

El año de 1927 fue fundamental para las organizaciones antiimperialistas latinoamericanas. En febrero se realizó el Congreso de Bruselas, al que acudieron principalmente representantes de la LADLA y la APRA, los que suscribieron las Resoluciones sobre América Latina que planteaban una serie de medidas para contrarrestar al imperialismo estadounidense, defender a la URSS, pugnar por la unión política y económica de América Latina, salvaguardar la nacionalización del suelo y subsuelo, luchar por la liberación de Puerto Rico y las Filipinas, pedir la salida de los marines de Nicaragua y Haití, y la supresión de las dictaduras (Congreso Antiimperialista de Bruselas, 1927). Cinco meses después, el 16 de julio, el general Augusto C. Sandino rechazaba los acuerdos del Pacto del Espino Negro y se rehusaba a deponer las armas hasta la retirada de los marines norteamericanos de territorio nicaragüense, surgiendo así el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua (EDSNN).

Estos dos momentos constituyeron la tensa dinámica del movimiento antiimperialista latinoamericano, pues mientras que las Resoluciones sobre América Latina fueron un factor de conflicto entre la LADLA y la APRA a causa de una disputa por encabezar la lucha antiimperialista en el continente, el surgimiento de la guerrilla nicaragüense permitió la articulación y operación conjunta de las distintas organizaciones antiimperialistas. A partir de dicha convergencia se establecieron una serie de vínculos que proporcionaron a la lucha nicaragüense apoyo económico, diplomático, militar y propagandístico. Este soporte puede analizarse a partir de una serie de relaciones efectivas que se establecieron en torno a la lucha del EDSNN, denominaré a este conjunto de vínculos Red Antiimperialista de Solidaridad con Sandino (RASS).

Esta red fue una estructura diplomática, de inteligencia y propaganda que tuvo como escenarios México y Centroamérica, pero su impacto no se limitó a estos territorios pues traspasó las fronteras de estos países permitiendo a la guerrilla encabezada por Sandino legitimar sus acciones a nivel continental y cuestionar la presencia de Estados Unidos en la Cuenca del Caribe. La efectividad de los vínculos articulados durante 1928 a 1930, periodo en el cual estuvo vigente la red, se materializó en la construcción de un bloque homogéneo en aparente acción coordinada. Sin embargo, las pugnas en su interior definieron los límites de la acción del movimiento antiimperialista y en cierta medida el rumbo de la guerrilla de Sandino.

La interacción entre las organizaciones antiimperialistas en torno a Sandino comenzó a concretarse de manera temprana. Un mes después del surgimiento de la guerrilla sandinista la UCSAYA fundó un comité con perfil humanitario para apoyar a Nicaragua (León, 1927). En enero de 1928, esta organización se convirtió en el Comité Pro Sandino, encabezado por los nicaragüenses Pedro Zepeda y Hernán Robleto y más tarde, en febrero del mismo año, se conocería como el Comité Manos Fuera de Nicaragua (MAFUENIC), presidido por el peruano Jacobo Hurwitz (Melcher, 1989), secretario de la UCSAYA. El MAFUENIC fue el espacio de coincidencia de las organizaciones antiimperialistas presentes en México y su creación tiene como antecedente el apoyo diplomático y militar que otorgó el gobierno de Plutarco Elías Calles en 1926 al depuesto vicepresidente Sacasa para incursionar en Nicaragua contra el golpista Chamorro. Este gesto permitió a personajes como Carlos León y José Pedro Zepeda un acercamiento con el mandatario mexicano que avalaría la creación y operación del MAFUENIC.

Cada uno de los actores que se involucraron en el MAFUENIC realizaron distintas tareas. Mientras que la LADLA movilizaba a las bases de las organizaciones populares que la conformaban y realizaba propaganda, los políticos e intelectuales centroamericanos desplegaron la estructura diplomática y de inteligencia que permitió el tránsito de personas, dinero e incluso armas a Las Segovias. Dos hondureños fueron fundamentales en este entramado: Rafael Heliodoro Valle y Froylán Turcios. Valle operó desde México, mientras que Turcios, en Tegucigalpa, fue el primer contacto fuera de Nicaragua que tuvo Sandino en agosto de 1927.

Turcios, una de las personalidades unionistas más destacadas de Centroamérica, fue fundamental en el entramado solidario; gracias a su activismo unionista y antiimperialista, así como su multifacético trabajo como editor, fue designado representante de Sandino y su prestigiada Revista Ariel funcionó como el órgano oficial del EDSNN (Galicia, 2019).

Entre 1928 y 1929, Turcios formó parte de la coordinación de la RASS cumpliendo con las funciones de inteligencia y propaganda. Como parte de la primera, el hondureño fue el filtro por el que pasaba todo aquel que intentaba arribar al Cuartel General de Sandino, en calidad de representante del EDSNN expedía salvoconductos y junto con un grupo de hondureños y nicaragüenses proporcionaba hospedaje y guiaba a aquellos que eran avalados para llegar a Las Segovias (Isaguirre y Martínez, 2000). De esta tarea hay muchos testimonios, por ejemplo, el periodista Carleton Beals describe que para llegar con Sandino viajó de México a San Salvador donde un grupo de nicaragüenses le expidió cartas de presentación dirigidas a Turcios, y este, avalando la procedencia de las misivas, organizó el arribo de Beals al Cuartel General de Sandino (Beals, 1983, pp. 13-14). El periodista describe la función de Turcios en los siguientes términos:

Tras una noche de viaje de San Lorenzo a Tegucigalpa, llegué ahí y me hospedé en el hotel Roma, para cuyo propietario, Venditti, llevaba una carta confidencial. A la mañana siguiente salí en busca de Froylán Turcios. Su oficina era una combinación de librería, editorial y sala. Minutos después se pareció de sweater y cachucha […] Turcios echó un vistazo a mis cartas de presentación. Dijo que conocía mi nombre y escritos. Las cartas, pues, tenían doble fuerza […]. (Beals, 1983, pp. 22)

Más adelante Beals reproduce un diálogo con Turcios en el que se revela una parte de la estructura que operaba para acceder a Las Segovias:

[…] díjome: «Vuelva usted a su hotel que yo le prepararé las credenciales» […] «Yo lo conectaré con el clandestinaje. Tenemos mensajeros que van y vienen. Pero no dejan de suceder cosas. La otra noche las autoridades cogieron a uno, y lo malmataron. A mí se me vigila constantemente, pero mi casa por suerte tiene tres puertas que les dificulta la vigilancia» (Beals, 1983, pp. 23)

La segunda tarea de Turcios fue la propaganda a través de la Revista Ariel. La fama antinorteamericana del también poeta y su prolífica tarea como editor de diarios, boletines y revistas le permitieron elaborar uno de los antiimperialismos más potentes de Centroamérica (Galicia, 2019). Desde 1927 se informó en Revista Ariel del rumbo de los enfrentamientos entre sandinistas y los marines norteamericanos a partir de información procedente del Cuartel General, especialmente de las misivas que recibía del propio Sandino. Sin embargo, su principal aportación a favor del EDSNN fue la construcción de una narrativa hispanista, modernista y antiimperialista a la que se adhirieron los intelectuales latinoamericanos más importantes de la época, así como la circulación de Revista Ariel y sus contenidos en publicaciones de América Latina, Estados Unidos y España (Galicia, 2015, 2019).

Dicho relato se caracterizó por articularse en torno de «un imaginario épico y devoto de la figura de Sandino fundado en la clara desventaja numérica, en términos de soldados, armas y recursos con la que su ejército se enfrentaba a Estados Unidos» (Galicia, 2015). En la configuración de este imaginario sobresalen las figuras de Gabriela Mistral, al denominar al ejército de Sandino el «pequeño ejército loco de voluntad y sacrificio»; de Isidro Fabela, que comparó la lucha de Sandino con el enfrentamiento de David y Goliat, o de Tristán Marof, que asemejó a Sandino con Espartaco (Galicia, 2015, pp. 151-153).

La circulación de Revista Ariel y de la información contenida en dicha publicación fue posible gracias a las relaciones que Turcios estableció con diversos intelectuales y políticos en América Latina y Europa, pero también a prácticas editoriales como las colaboraciones, los recortes y las encuestas que permitieron que la información que salía desde la imprenta de Turcios fuera reproducida en publicaciones latinoamericanas y españolas de disímiles posiciones ideológicas, por ejemplo, la información que se publicó en Revista Ariel fue recogida por revistas comunistas como las mexicanas El Machete y El Libertador, la progresista costarricense Repertorio Americano y el periódico español de tendencia monárquica ABC (García, 2020), entre otros.

III. Sandino y las organizaciones antiimperialistas:
el Estado Mayor del EDSNN

En el periodo de 1928 a 1930 varios de los latinoamericanos que arribaron al Cuartel General de Sandino a través de la estructura coordinada por Turcios formaron parte del Estado Mayor del EDSNN y en algunos casos fueron actores relevantes para el desarrollo de la lucha nicaragüense. En la entrevista que Sandino concede a José Román en 1933 reconoce que varios latinoamericanos formaron parte de su ejército en un grupo denominado La Legión Latinoamericana (1983, p. 275) y destaca entre ellos a Agustín Farabundo Martí (salvadoreño), José de Paredes (mexicano), Manuel Girón Ruano (guatemalteco), Carlos Aponte (venezolano), Gregorio Gilbert (dominicano) y Alfonso Alexander y Rubén Ardilá (colombianos). Todos ellos ostentaron un grado militar. También estuvieron presentes una serie de personajes que, aunque no participaron dentro del Estado Mayor del EDSNN, representaron los intereses de las organizaciones antiimperialistas y desplegaron una serie de acciones para intentar influir en el rumbo de la lucha nicaragüense. Destacan el peruano Esteban Pavletich, el venezolano Gustavo Machado y, en menor medida, el mexicano Andrés García Salgado. Existen importantes diferencias entre ambos grupos. Mientras que los primeros cumplieron tareas propias del Estado Mayor, es decir, de inteligencia y combate, los segundos estaban relacionados con la actividad de propaganda.

En esta lógica encontramos cuatro grupos que participaron en las decisiones y rumbo de la guerrilla sandinista. El más notorio fue el comunista representado por Aponte, Farabundo Martí y Machado, que cumplieron diferentes objetivos, y según su perfil fue el papel que desem­peñaron en la lucha sandinista. Aponte fue el primero de este grupo que formó parte del EDSNN con un perfil militar por haber participado en Cuba contra la dictadura de Machado y en el atentado del escritor Laureano Vallenilla Lanz, diplomático de la dictadura venezolana. Mientras que Farabundo Martí por su formación en derecho fungió como secretario de Sandino. Por último, Machado, que, aunque no participó directamente en el EDSNN, colaboró en la tarea de propaganda.

A pesar de la amplia recepción que tuvo la APRA entre las elites intelectuales centroamericanas su representación dentro del EDSNN fue reducida. La frustrada gira de Haya de la Torre en Centroamérica, que tenía por objetivo llegar con Sandino y que resultó en una serie de conferencias realizadas en El Salvador y Costa Rica (Pakkasvirta, 2001), fue compensada por la presencia en Las Segovias de uno de los apristas más connotados: Esteban Pavletich. El peruano militante de las causas sociales y de constantes exilios no formó parte del Estado Mayor, Sandino no lo reconoce como tal, pero sí estuvo cerca del guerrillero y el selecto grupo de latinoamericanos.

En un grupo sin filiación a alguna organización, pero sí con una postura nacionalista y antiimperialista, encontramos a Gilbert, Ardilá y Paredes. De Paredes y Ardilá se tiene poca información, sin embargo, se sabe de la relevancia de Paredes como mensajero entre Sandino y el presidente mexicano Portes Gil. Mientras que Gilbert se convirtió en una celebridad en 1916 tras asesinar al teniente norteamericano que encabezó el desembarque de los marines en San Pedro de Macorís, República Dominicana, motivo por el cual fue perseguido, encarcelado, condenado a muerte e indultado. En 1928, trabajando como tipógrafo, tomó la decisión de dirigirse a Nicaragua para incorporarse al EDSSN, y durante su viaje tuvo contacto con el líder del Partido Independentista Puertorriqueño, Pedro Albizú (Gilbert, 1975, p. 289; 1979, p. 11).

En cuanto a los unionistas centroamericanos, además de Turcios y Valle, destacan las figuras de Zepeda, Robleto, Enrique Rivera Bertrand y José Constantino González, todos ellos operando desde México. El bajo perfil con el que actuó este grupo de nicaragüenses en su articulación con la RASS no permite saber mucho de ellos. De Zepeda sabemos que fue un cercano colaborador de los liberales nicaragüenses desde 1926 en México donde se formó como médico y se vinculó estrechamente con las élites políticas. Zepeda fue una figura muy próxima a Sandino desde 1928 hasta su asesinato en 1934.

Este conglomerado de actores intervino en lo que podríamos definir como la etapa latinoamericanista de la lucha sandinista. En el periodo de 1928 a 1930 la operación de la RASS experimentaría una importante actividad propagandística y militar que llevaría a Sandino a ser considerado la figura antiimperialista latinoamericana más importante, igualándolo a Gandhi y Abd el-Krim. Sin embargo, este éxito estaría fundado en importantes tensiones entre dos grupos en particular: la LADLA y los unionistas centroamericanos.

El primer conflicto que fracturó los vínculos de la Red fue el arribo de Machado a Las Segovias para entregar 1000 dólares al EDSNN. La insistencia del venezolano de llegar al Cuartel General se encontró con la negativa de Turcios de dejarle pasar. La tensión originada por este primer roce aumentaría con la disputa de Machado por la representación del EDSNN en México que ostentaba Zepeda. El asunto del supuesto dinero que entregaría Machado fue importante. Como parte de la tarea de representante internacional de Sandino, Turcios era el encargado de recolectar el dinero y hacerlo llegar al Cuartel General, sin embargo, Machado insistió en una entrega personal. Al llegar con Sandino, Machado señaló haber dejado el dinero con Turcios creando un conflicto entre los dos centroamericanos que terminaría con las distintas posiciones que tomarían ante las elecciones presidenciales de 1928 en Nicaragua y el plan de Sandino de viajar a México para obtener apoyo militar y diplomático del gobierno de ese país, derrocar a José María Moncada e instalar una junta de gobierno encabezada por Zepeda (Wünderich, 2010, p. 220).

IMAGEN 1. Red Antiimperialista de Solidaridad con Sandino (RASS), 1928-193

Nota: Elaboración Alejandra G. Galicia Martínez (información) y Elian Tuya (diseño)

Con la ruptura entre Sandino y Turcios la red se vio minada en el ámbito operativo, pues buena parte de la infraestructura articulada por el poeta hondureño fue interceptada por la inteligencia norteamericana instalada en Nicaragua, Honduras y México. El golpe más grande que tuvo la guerrilla sandinista fue a nivel de propaganda, después de este episodio el levantamiento nicaragüense aparecería de forma esporádica en la prensa centroamericana, especialmente en Repertorio Americano. El distanciamiento entre Sandino y Turcios también implicó una reasignación de la representación internacional, puesto que fue disputado por los miembros de la LADLA y los centroamericanos. En un inicio este cargo fue designado a la LADLA, pero debido al malentendido entre Machado y Turcios, esa vocería quedó a cargo de José Pedro Zepeda.

La relación entre los comunistas mexicanos y el movimiento sandinista se trastocó a un más cuando el gobierno mexicano confinó a Sandino a Yucatán. A pesar de estas tensiones los comunistas no perdieron la esperanza de capitalizar la presencia de Sandino en México a su favor, sin embargo, sus esfuerzos se vieron truncados debido a las tensiones entre Hernán Laborde, dirigente del PCM, y Zepeda, que terminó en la acusación a Sandino de traidor y la persecución del Estado Mayor del EDSNN en el marco de la proscripción del PCM por parte del gobierno mexicano en una nueva configuración de relaciones diplomáticas con Estados Unidos.

IV. De la solidaridad con Sandino a la solidaridad con
el FSLN

Tras el asesinato de Sandino en 1934 por parte de la Guardia Nacional y la instalación de la dictadura encabezada por Anastasio Somoza, los acontecimientos ocurridos entre 1927 y 1934 fueron objeto de interpretación por parte de la dictadura somocista y de la oposición a esta. En 1934 Anastasio Somoza, por ejemplo, tergiversó los hechos en su libro El verdadero Sandino o El Calvario de Las Segovias (Somoza, 2007), en el que calificó al guerrillero como un salvaje, desequilibrado y perturbado por sus prácticas espíritas. Mientras que su contraparte, específicamente aquella encabezada por Carlos Fonseca, recuperó la figura de Sandino e interpretó el ideario del guerrillero desde el marxismo. Esta versión incluyó a personajes cercanos a Sandino como lo fue su hija Blanca Segovia Sandino Aráuz, o quienes formaron parte del EDSNN, como Ramón Raudales o el coronel Santos López. Específicamente este último fue una pieza clave para la fundación del FSLN. López formó parte del EDSNN en el «Coro de Ángeles», participó como combatiente y fue sobreviviente de la noche en que asesinaron a Sandino (Baltodano, 2014, pp. 100-106), por su experiencia y sus conocimientos sobre la guerrilla fue considerado el eslabón entre la lucha de Augusto C. Sandino y el FSLN. A partir de esta relación el Frente se asumió como la síntesis de las oposiciones al somocismo (Lozano, 1985, pp. 5-58).

Además de crear este vínculo de continuidad Carlos Fonseca adaptó la figura de Sandino y su ideario a las circunstancias y necesidades del FSLN. Por ejemplo, en 1972 Fonseca escribió el artículo «Sandino, guerrillero proletario», en el que además de acentuar el carácter marxista del Frente incluyó a Sandino en un linaje de próceres marxistas entre los que destacan Lenin, Fidel Castro, el Che Guevara y Ho Chi Ming, y enfatizó que la única vía para derrocar a la dictadura era la armada (Monroy, 1996, p. 59). La ortodoxia que se implantó en el Frente tuvo un importante impacto a la hora de interpretar el sandinismo de los veinte. Para nuestros fines sobresalen dos elementos. El primero es que, con el afán de mostrar a un Sandino proletario, la interpretación del FSLN casi anuló todo tipo de adscripción y vinculo liberal del guerrillero, mostrándolo incluso como un sujeto sin ideología, y para subsanar este movimiento designaron a la Revolución mexicana como su principal influencia ideológica. El segundo elemento es un desdibujamiento de la complejidad del movimiento antiimperialista de los veinte al reducirlo al apoyo que proporcionó la LADLA y el PCM al EDSNN. El protagonismo de estas dos organizaciones definió el antiimperialismo de Sandino en clave comunista.

La política de solidaridad que delineó el FSLN tuvo distintos objetivos. Por un lado, se buscó denunciar y condenar la dictadura de Somoza, así como hacer propaganda de las causas, fundamentos y acciones realizadas por el Frente y, por otro, procuró el apoyo político, diplomático, económico y militar de todo tipo de organizaciones políticas, militares y algunos gobiernos. Agreda Portero y Helm señalan que para conformar el movimiento de solidaridad el FSLN creó la Comisión Exterior, que tuvo por objetivo proveer información sobre el programa político del Frente y a partir de información de primera mano «[los] exiliados y activistas pudieron reaccionar inmediatamente a nuevos incidentes y presionar en sus sociedades para crear una opinión pública contraria a Somoza» (2016, p. 11).

La configuración del movimiento solidario con Nicaragua fue un proceso que comenzó en 1974 y se prolongó entrada la década de los años ochenta, involucrando a países latinoamericanos, europeos y algunos sectores de la sociedad estadounidense. En América Latina esta política comenzó a implementarse a partir de la fundación de una serie de Comités de Solidaridad con el Pueblo de Nicaragua (CSPN) estimulados por figuras como Ernesto Cardenal, Sergio Ramírez, Carlos Mejía Godoy y Francisco de Asís Fernández.

Uno de los primeros CSPN que se fundó fue en México a finales de 1974 (Galicia y Bayle, 2021) y a partir de este momento surgirán una serie de comités especialmente en 1977 «cuando el conflicto centroamericano tomó proyección internacional, sobre todo a instancias de la tendencia tercerista del FSLN que se concentró en armar una red de apoyo externo» (Galicia y Bayle, 2021, p. 173). Encontraremos así comités de solidaridad en Cuba, Los Ángeles California, Venezuela o Perú. Si bien en cada país los CSPN definieron la forma en que se vincularon y apoyaron al FSLN, un elemento común fue contar con un órgano de difusión denominado Gaceta Sandinista, desde la cual replicaban análisis y comunicados del Frente, así como registraban las actividades solidarias que realizaban.

Como una extensión del FSLN algunos CSPN replicaron la fórmula de la vinculación entre los dos sandinismos. La solidaridad en países como México o Venezuela destacaron la presencia de actores que participaron en la solidaridad con el guerrillero nicaragüense. De manera que se exaltaron los testimonios de personajes como el mexicano Andrés García Salgado, el venezolano Gustavo Machado y el peruano Esteban Pavletich, que para entonces eran de los pocos sobrevivientes de ese momento histórico. Al recuperar estos testimonios el FSLN rescataba una parte de la RASS para dar paso a una nueva configuración de relaciones solidarias que resignificaban la lucha antiimperialista de los años veinte y justificaban el apoyo militar, propagandístico y diplomático de parte de los distintos actores involucrados en el respaldo con el Frente.

García Salgado, Machado y Pavletich, además de crear un lazo entre la solidaridad latinoamericana con Sandino y el FSLN, fueron parte activa en la organización de los CSPN y por su procedencia ideológica reforzaron la interpretación marxista de Sandino. A continuación, presentamos los testimonios de estos tres personajes y los contrastamos con su actuación en los años veinte para mostrar la forma en que omitieron a personajes fundamentales en la configuración de la solidaridad con Sandino, así como cierta injerencia que tuvieron en el movimiento antiimperialista.

IV.1. Andrés García Salgado

Tanto en 1928 como en el periodo de 1974 a 1977 México fue un espacio importante para la configuración de la solidaridad con los movimientos guerrilleros de Nicaragua. Con la fundación del Comité Mexicano de Solidaridad con el Pueblo de Nicaragua (CMSPN) comenzaron a establecerse una serie de vínculos en los que colaboraron los intelectuales, políticos y artistas exiliados más relevantes de Argentina, Haití, Guatemala, El Salvador, Chile, Uruguay y Panamá (Galicia y Bayle, 2021). Como parte del apoyo del CMSPN al FSLN surgieron una serie de iniciativas que incluyeron la publicación de un órgano de propaganda denominado Gaceta Sandinista, la conmemoración del asesinato de la muerte de Sandino en importantes lugares de la Ciudad de México, la publicación de libros como Sandino y la liberación de América (Comité Mexicano de Solidaridad con el Pueblo de Nicaragua, 1976), así como la realización de mítines y jornadas de solidaridad en las que participó la plana mayor de los exiliados latinoamericanos en México.

El CMSPN replicó la idea de continuidad entre los dos sandinismos partiendo del apoyo que históricamente las guerrillas nicaragüenses recibieron por parte de los gobiernos mexicanos, ponderaron la presencia de figuras como el poeta Carlos Pellicer –que había sido parte del Grupo Solidario del Movimiento Obrero que apoyaba al MAFUENIC– y de Andrés García Salgado, uno de los pocos mexicanos que viajaron a Las Segovias y se enrolaron en las filas sandinistas. García Salgado, miembro del PCM, viajó en 1928 a Nicaragua y se incorporó a la columna Carlos Quezada del EDSNN para posteriormente ser designado parte de la comitiva que Sandino envió a México en vísperas de su viaje (García Salgado, 1979).

A pesar de que Salgado fue parte de las comitivas que acompañaron a Sandino en México su participación fue limitada pues tuvo poco acceso a las discusiones y decisiones que se tomaban dentro del Estado Mayor del EDSNN, sin embargo, su testimonio le permitió tener un papel importante en el CMSPN por ser considerado uno de los vínculos directos de México con Sandino. Con este aval el mexicano protagonizó la Segunda Jornada de Solidaridad con el Pueblo de Nicaragua (1976) y escribió el libro Yo estuve con Sandino en 1979. En la narrativa que elaboró García Salgado, sobresalen tres elementos. El primero de ellos fue poner en el centro de su argumentación la Revolución mexicana, definiéndola como un semillero revolucionario, pues él mismo explicó su ímpetu por unirse al EDSNN a causa de ser un producto típico del levantamiento armado de 1910 (Gaceta Sandinista, 1976a), y posteriormente exaltó a las figuras más representativas del aspecto social de la Revolución mexicana: Ricardo Flores Magón, Emiliano Zapata y Francisco Villa (García Salgado, 1979, p. 11) para posteriormente relacionar a Sandino con este grupo.

Un segundo elemento es la crítica a las interpretaciones «chauvinistas» de Sandino, leemos esta afirmación como un ataque al grupo de centroamericanos que manejó la RASS. A partir de la intención de mostrar un Sandino internacionalista y proletario, García Salgado calificó a los centroamericanos como «los nacionalistas pequeño burgueses, los intelectuales de inestable pensamiento le hacían el juego al imperialismo yanqui» (García Salgado, 1979, p. 45) y, alejando a Sandino política e intelectualmente de los unionistas centroamericanos, retomó la narrativa épica de la historia personal del guerrillero al relacionar su condición de hijo ilegítimo y la situación de peona de su madre con su destino como luchador social: «[Sandino] es un hombre que a muy temprana edad ha aprendido ya la necesidad de transformar la sociedad en la que vive y ha aprendido también que esa transformación la deben realizar los desposeídos, los que no tiene nada que perder sino sus cadenas y todo un mundo por ganar» (García Salgado, 1979, p. 48).

En la misma línea, enlazó el pensamiento político y la acción guerrillera de Sandino a las figuras de Mao Zedong y Ernesto Guevara. En relación al primero señaló que Sandino entendía a cabalidad la afirmación del ideólogo chino que sostiene que «Sin un fin político, la guerrilla fracasará, si sus objetivos políticos no coinciden con las aspiraciones del pueblo no podrá ganar su simpatía, aspiración y ayuda» (García Salgado, 1979, p. 52). Mientras que con Guevara relacionó los planteamientos de Sandino en tanto su «capacidad política para ampararse en la legalidad constitucional demostrando que él y sus soldados representan los derechos cívicos de todo el pueblo nicaragüense» (1979, p. 53).

IV.2. Gustavo Machado

Dentro de la RASS el venezolano Gustavo Machado es uno de los personajes más polémicos. Su participación desde 1928 se caracterizó por un protagonismo que replicaría en 1976 al declarar que él estableció las primeras relaciones entre Sandino y el MAFUENIC. Machado participó como militante en la conspiración que intentó derrocar al dictador Juan Vicente Gómez en 1919 (Melcher, 1989, p. 21), salió exiliado a Francia y posteriormente arribó a Cuba. En 1926 se instaló en México donde participó como fundador del Partido Revolucionario Venezolano (PRV) al lado de Salvador de la Plaza, Carlos Aponte y Carlos León, y en 1927 participó en el Congreso de Bruselas como delegado de la LADLA en representación de Nicaragua (Kersffeld, 2012, p. 95), dentro del MAFUENIC su principal actividad fue la propaganda al lado de Sócrates Sandino.

En la segunda mitad del siglo XX Machado participó con la oposición a Somoza en distintos actos como la conmemoración del 23 aniversario luctuoso de Sandino en México y se relacionó con la Unión Patriótica Nicaragüense (Amador, 1984, p. 92). En 1975 el político venezolano fue uno de los designados para dirigir el Comité Venezolano de Solidaridad con el Pueblo de Nicaragua, específicamente fue el encargado de la Gaceta Sandinista venezolana, en la que podrá relevancia en el papel de los comunistas en los acontecimientos de 1928 a 1929.

En entrevista para esta publicación Machado señaló que el levantamiento de Sandino significó la materialización de las premisas planteadas en el Congreso de Bruselas (Gaceta Sandinista, 1976b), y como parte de la tendencia a omitir la complejidad que significó la configuración del MAFUENIC adjudicó a la LADLA la organización de la solidaridad continental con Sandino a partir de colectas, manifiestos, actos culturales y conferencias. Además, insistió en la premisa de que el guerrillero nicaragüense se empapó en el «proceso mexicano respecto de la lucha de clases y la revolución social» (Gaceta Sandinista, 1976b).

En el testimonio de Machado se hicieron explícitos los conflictos de la LADLA con la APRA y los centroamericanos retomando el incidente de los 1000 dólares. Como parte de su narrativa exaltó su viaje a Las Segovias y su encuentro con Sandino, pero omitió que sus acciones fueron un detonante de las primeras rupturas dentro del movimiento de solidaridad. En marzo de 1928 Machado fue designado por la LADLA delegado para establecer contacto con Sandino y lograr su representación. Al llegar a Tegucigalpa se enteró de que Esteban Pavletich también se encontraba rumbo a Las Segovias con un mensaje que Zepeda enviaba a Sandino. Ya en tensiones con Turcios, Machado escribió a la Ciudad de México pidiendo a sus compañeros denunciar públicamente a Zepeda por la recolección de fondos de forma fraudulenta para la causa sandinista, situación de la cual dijo tener pruebas, lo mismo pidió que se hiciera en torno a la APRA y a Haya de la Torre (Melcher, 1989, p. 23). Ante la insistencia de entregar personalmente el dinero a Sandino, Machado logró llegar al Cuartel General sin antes escribir a México confirmando que el dinero estaba en manos de Turcios. Ya en el Cuartel General Machado se presentó como representante de distintas organizaciones mexicanas y latinoamericanas mostrando que existía un movimiento solidario fragmentado en torno a la guerrilla sandinista (Melcher, 1989, p. 24).

Estos hechos desataron una serie de confusiones dentro de la RASS. La intención de arribar a Las Segovias antes que Pavletich respondía a la rivalidad entre la LADLA y la APRA por capitalizar a su favor la guerrilla sandinista en vísperas del Congreso Antiimperialista de Fráncfort que se realizaría en 1929, de ahí que los ataques mediáticos estuvieran dirigidos especialmente a Haya de la Torre. En la lógica de incidir en el rumbo de la lucha nicaragüense, Machado disputó la representación de Sandino al grupo de centroamericanos que dirigían la estructura de solidaridad desde México, objetivo que aparentemente consiguió cuando Sandino lo nombró representante del EDSNN en México, pero abandonó este cargo unos meses después para concentrarse en la incursión a Curazao a inicios de 1929.

A pesar de que Machado reconoció el conflicto de los 1000 dólares, en su reconstrucción de los hechos omitió que las confusiones que creó su presencia en Las Segovias desgarraron el funcionamiento de la RASS, primero, creando un conflicto entre Turcios y Sandino y, posteriormente, entre el guerrillero y el PCM. Machado sustituyó estos hechos con una megalomanía que puso en el centro sus acciones con una carga más bien simbólica. Por ejemplo, exaltó que fue representante del EDSNN y el encargado de trasladar a México la emblemática bandera norteamericana firmada por Sandino que sería exhibida en el Congreso Antiimperialista de 1929.

IV.3. Esteban Pavletich (1906-1981)

De los tres personajes que recuperamos, Pavletich fue el más cercano al Estado Mayor de Sandino. El escritor e intelectual peruano participó en las principales luchas populares de la región latinoamericana. Salió de Perú en 1925 y comenzó su recorrido militante en la huelga inquilinaria en Panamá; seguiría por Guatemala, El Salvador y Cuba, para en 1927 instalarse en la Ciudad de México. Durante estas estancias Pavletich participó de la fundación y operación de las células del APRA en dichos países (Melgar y Jaimes, 2019, p. 39). En los años setenta Pavletich recibió de Carlos Fonseca y Henry Ruiz las credenciales de representante del FSLN y, años después, asumió la dirección del Comité Peruano de Solidaridad con el Pueblo de Nicaragua (Borge, 1979), su rescate como testigo de la lucha de Sandino lo ubicó como su secretario al lado de Farabundo Martí (Pavletich, 1979). La narrativa que elaboró Pavletich no se distingue mucho de las antes puntualizadas. Hay una continuidad en describir a Sandino desde la actitud épica y por minimizar la figura de Turcios y Zepeda, a quienes calificó como traidores. Esta versión contrasta con los hechos de los que fue protagonista en los años veinte.

En el marco de la fallida gira de Haya de la Torre en Centroamérica para encontrarse con Sandino se asignó a Pavletich la tarea de incorporarse a las filas sandinistas para representar a la APRA (Haya de la Torre, 1928). Su alistamiento al EDSNN fue posible por las relaciones entre los apristas y los hondureños. Pavletich comenzó una relación epistolar con Turcios desde septiembre de 1927 agradeciendo las manifestaciones de solidaridad por su expulsión de Cuba (Pavletich, 1927). La cordialidad y cooperación de estas relaciones se reflejó en el arribo de Pavletich a Las Segovias sin ningún inconveniente, y en buenos términos el peruano anunció a Turcios su llegada al Cuartel General (Pavletich, 1928), hecho que se concretará en mayo de 1928.

Según Melgar, Pavletich estuvo en el campamento sandinista alrededor de ocho meses, de mayo de 1928 a enero de 1929, sin embargo, no se sabe si obtuvo algún grado militar dentro del EDSNN. En junio de 1929 Sandino llegó a México y Pavletich se incorporó a la comitiva que acompañó al guerrillero en Ciudad de México y Yucatán. En este contexto a Pavletich le tocó presenciar el fin de la RASS, pues fue sujeto de persecución por parte del gobierno mexicano y presenció la ruptura entre Sandino y los comunistas en México. Siendo testigo de momentos clave, el peruano omitió mencionar la actuación de Machado en la estructura solidaria, pero no descartó subrayar otro pasaje fundamental de la lucha de Sandino. Durante una entrevista en 1974 (Levano) el peruano reconstruyó la llegada del guerrillero a México, que había cambiado radicalmente de aquel país que en algún momento proporcionó apoyo militar y diplomático a los liberales nicaragüenses depuestos en 1926 y que avaló la organización del MAFUENIC. Las relaciones con Estados Unidos comenzaban a ser más cordiales en el sentido de que el embajador norteamericano ayudó a los gobiernos mexicanos a consolidarse institucionalmente. Una de las condiciones que se establecieron en torno a esta relación fue la neutralización política de Sandino por parte del gobierno mexicano al confinarlo en Yucatán y negándose a recibirlo para tratar los distintos temas de apoyo diplomático y militar. En este contexto el gobierno mexicano también reaccionó en contra de las organizaciones que conformaban el MAFUENIC, específicamente contra el PCM y algunos miembros de la LADLA que, después del asesinato de Julio Antonio Mella (1929), fueron perseguidos y expulsados del país. Ante esta crisis Sandino y los comunistas rompieron relaciones de forma definitiva. En mayo de 1930 Sandino regresó a Nicaragua sin su Estado Mayor y sin la red que le permitieron resistir contra la presencia norteamericana por casi tres años.

V. Conclusiones

En estas páginas analizamos una parte de la narrativa que construyó una noción de continuidad entre la solidaridad latinoamericana con el sandinismo de los años veinte y de los setenta. Consideramos que la política de solidaridad que desplegó el FSLN en América Latina a partir de los CSPN privilegió la diplomacia con los gobiernos y las organizaciones políticas y militares, de ahí que la construcción de su narrativa tendiera a ser armónica, sin conflictos y con protagonistas bien definidos. La importancia de retomar personajes como García Salgado, Pavletich y Machado no solo fue construir una noción de continuidad entre los sandinismos de los veinte y los setenta, sino que la construcción de este tipo de relatos fue una estrategia que permitió al Frente sostener el apoyo internacional para legitimar acciones armadas y diplomáticas, y configurar una opinión pública favorable.

Esta narrativa se convirtió en la hegemónica teniendo importantes implicaciones. Por un lado, la figura de Sandino transitó un proceso de iconización que lo despojó de la complejidad que configura a todo sujeto para asignarle características propias de la militancia comunista, especialmente su adscripción proletaria. Desde este horizonte se desmarcó al guerrillero de una posición ideológica con la que era más afín: el liberalismo unionista. Por otro, esta interpretación puso en el centro de la actividad solidaria a los comunistas marginando a un nutrido movimiento antiimperialista constituido por una pluralidad de sujetos y organizaciones que condenaban la presencia norteamericana en Nicaragua, y en el que la guerrilla sandinista fue la expresión más compleja y exitosa. Este hecho invisibilizó una importante politización y movilización de organizaciones y sujetos que tuvieron la capacidad de articularse de forma efectiva, acciones que se materializaron en un imaginario antiimperialista épico y devoto que capitalizó el FSLN.

Una de las consecuencias importantes de la narrativa que construyó la solidaridad con el Frente fue la descalificación de los centroamericanos que fueron piezas clave en la solidaridad con Sandino, entre los que destacan Valle, Turcios y Zepeda. Este hecho no permite reconocer su participación real dentro del entramado en la RASS, pues siendo los primeros promotores del Comité Pro Sandino, los que armaron la estructura de inteligencia entre México y Centroamérica y aquellos que cabildearon políticamente con el gobierno mexicano, aún hay un desconocimiento de su papel en este entramado. En este mismo sentido queda pendiente el rescate de figuras como Turcios y su labor como uno de los intelectuales antiimperialistas más completos de América Latina.

Por último, queremos apuntar que esta narrativa ha tenido importantes consecuencias para nuestro análisis sobre el movimiento sandinista en general, pues una narrativa que en principio se construyó para legitimar las acciones armadas y diplomáticas del FSLN se convirtió en un canon a partir del cual se interpreta desde la academia un momento tan complejo como lo fueron los años veinte y un movimiento tan plural como el antiimperialista. En los últimos años esta narrativa ha sido matizada por análisis que han problematizado la fundación del FSLN (Ferrero, 2010); la aparente fraterna relación entre Sandino y Farabundo Martí (Jeifetz y Jeifetz, 2017), y las consecuencias que tuvo para el rumbo sandinista la presencia de Sandino en México durante el periodo de 1929 a 1930 (Galicia y Bayle, 2021); este tipo de análisis abren nuevos derroteros para analizar procesos que la misma academia considera agotados para seguir problematizando el antiimperialismo latinoamericano, la resistencia de Augusto C. Sandino y los distintos procesos que constituyen al FSLN.

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