AMÉRICALATINAHOY

ISSN: 1130-2887 - eISSN: 2340-4396

DOI: https://doi.org/10.14201/alh.

año 2021

agosto

vol 88

159

DOI 23659

Tanya Harmer y Alberto Martín Álvarez (eds.) (2021). Toward a Global History of Latin America’s Revolutionary Left. 314 págs. Gainesville: University of Florida Press. ISBN: 9781683401698.

El siglo XX está signado por diferentes momentos históricos en América Latina que permiten establecer una línea continua en lo que se refiere a las propuestas revolucionarias de izquierda. Si bien existen dos momentos estelares definidos por la Revolución mexicana y la Revolución cubana, no es menos cierto que a lo largo del tiempo existen jalones que permiten referirse a la continuidad referida. Tales son los casos de Chile en 1932 y el gobierno de la Unidad Popular (1970-73), el febrerismo paraguayo en 1937, la Revolución de Octubre de 1944 en Guatemala, la revolución del Movimiento Nacionalista Revolucionario en Bolivia en 1952, el momento revolucionario dominicano de 1965, la Revolución peruana de 1968 y la Revolución Sandinista en Nicaragua en 1979. Todas supusieron la toma del poder, que se extendió durante periodos de duración distinta, por las urnas o por la vía armada; los actores fueron movimientos cívicos o de naturaleza militar; e inspiraron un clima regional de fervor, pero también de incertidumbre.

Todo ello no oculta la efervescencia que se dio en otros países en los que la revolución vino signada por expresiones equívocas. Sin duda, el caso más significativo fue el costarricense, en el que en 1948 el Ejército de Liberación Nacional resultó triunfante en una corta guerra civil ante una coalición de conservadores y de comunistas. Por otra parte, no triunfó, a pesar del intenso y duradero activismo llevado a cabo por la vía armada en Colombia, Perú, El Salvador y Guatemala; sin olvidar a Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay y Venezuela en las décadas de 1960 y 1970.

Además, las experiencias exitosas de los populismos brasileño y argentino bajo el liderazgo de Getúlio Vargas y de Juan Domingo Perón, respectivamente, contribuyeron al establecimiento de cierta confusión tanto conceptual como en las políticas efectivamente implementadas. Alejadas de lo que serían expresiones capitales de la izquierda revolucionaria tuvieron un efecto notable, no obstante, a la hora de azuzar el clima político del momento.

Este estado de cosas no dejó de estar vinculado a los acontecimientos que se dieron en otros lugares del mundo durante el siglo XX. Al legado intelectual y activista de emigrantes anarquistas, aunque también socialistas, que arribaron a los países latinoamericanos procedentes de Europa, se debe añadir en el primer tercio del siglo el impacto de la Revolución soviética y de su configuración en una máquina poderosa de diseminación de sus ideas como fue la Comintern a partir de 1919. Después fue la guerra civil española la que sirvió de escuela en un doble sentido: como foco de atracción de revolucionarios latinoamericanos que se involucraron en ella y como fuente de expansión de los perdedores que buscaron asilo en tierras latinoamericanas. Más adelante, a partir de 1946-48 fue la guerra fría el gran argumento dinamizador de lo que pasaría en el continente en los cuarenta años siguientes. El activismo permanente de la Unión Soviética a la par del incremento de la presencia de China como foco revolucionario mundial a partir de la década de 1960 serán aliento constante, aunque claramente diferenciado, de la izquierda revolucionaria latinoamericana.

El libro editado por Harmer y Martín Álvarez se mueve en todas estas procelosas aguas partiendo de una inequívoca visión de que América Latina es parte del mundo, como ambos se ocupan de resaltar citando a Fidel Castro en una proclama en febrero de 1962. Los jóvenes revolucionarios cubanos rechazaban cualquier noción que los separara del mundo, del proyecto revolucionario global. Una visión que estaba bien presente en los escritos del peruano José Carlos Mariátegui medio siglo atrás y conocida por los internacionalistas de la guerra civil española. Este afán intelectual, que subraya el punto de inflexión que supuso la Revolución cubana y su ruptura con la doctrina Monroe, es el que alumbra sus páginas que se estructuran en dos grandes apartados.

En la primera parte el hilo conductor viene representado por el momento sin precedente alguno que supuso la conferencia «tricontinental» que se celebró en La Habana en enero de 1966 dándose cita revolucionarios de África, Asia y América Latina. Tres son los textos que la integran. Michal Zourek evalúa el papel de Checoslovaquia como apoyo a la guerrilla latinoamericana en cuestiones de inteligencia, redes de entrenamiento y transporte. Blanca Mar León analiza el desarrollo de la citada conferencia usando fuentes del Ministerio cubano de Asuntos Exteriores. Finalmente, James H. Hersberg aborda el caso de la extrema izquierda brasileña y su relación con Cuba en el contexto de la ruptura chino-soviética de 1963.

La segunda parte se centra en la relación entre la izquierda revolucionaria latinoamericana y Europa. Gerardo Leibner analiza al Partido Comunista Italiano subrayando las contradicciones de los efectos del supuesto quiebre que se estaba dando en el seno del propio PCI a partir de la segunda mitad de la década de 1960 y su impacto en los revolucionarios brasileños; además, llama la atención acerca de la necesidad de reconsiderar el embrollo que supuso tanto en Italia como en América Latina la opción por la violencia política. Eduardo Rey Tristán realiza una minuciosa investigación en torno a la influencia que recibieron cuatro editores europeos vinculados con la izquierda (Feltrinelli, Maspero, Wagenbach y Andersson) por parte de la izquierda revolucionaria latinoamericana. Arturo Taracena Arriola centra su capítulo en el estudio de cómo el Ejército Revolucionario de los Pobres de Guatemala se afianzó gracias a la solidaridad internacional. Finalmente, José Manuel Ágreda Portero aborda el apoyo internacionalista español a la Revolución Sandinista a través del Comité Ambrosio Mogorrón que, aunque localizado en Nicaragua, fungió como catalizador y coordinador de muchos de los proyectos de solidaridad españoles con la Revolución Sandinista.

El libro concluye con unas reflexiones de Van Gosse, historiador y activista solidario norteamericano, quien enfatiza la carencia de un espacio de izquierda reconocido en las instituciones políticas de su país ni en la esfera pública nacional, constituyendo la gran diferencia con respecto al mundo europeo.

Manuel Alcántara Sáez

Universidad de Salamanca