Aldo MARCHESI. Hacer la revolución: Guerrillas latinoamericanas, de los años sesenta a la caída del muro. Buenos Aires: Siglo XXI, 2019. 267 pp. ISBN: 978-987-629-894-0.

Hay pasados especialmente presentes. No se trata solo de cercanía o lejanía cronológica, sino de trascendencia en nuestras vidas. Ese es el caso de los años sesenta y setenta, los cuales influyen de diferentes formas en nuestros hábitos políticos y culturales; ya sea porque las discusiones que protagonizaron dichos años siguen siendo válidas en nuestra actualidad, ya porque muchos de los participantes en las movilizaciones de la época ocupan lugares destacados en las esferas públicas contemporáneas. Por ello, siempre es bueno analizar dichos años, como lo hace Aldo Marchesi en su libro.

Uno de los aportes más importantes de la obra es analizar las movilizaciones sociales de la época en América Latina desde un enfoque transnacional. Para el autor, dicho enfoque tiene la ventaja de eludir la dicotomía nacional/extranjero, la cual –llevada al extremo– no permite observar las relaciones e intercambios que tuvieron muchos miembros de la Nueva Izquierda latinoamericana.

La obra se centra en los vínculos que establecieron diversas organizaciones guerrilleras del Cono Sur en los años sesenta y setenta. El autor señala que los militantes de la izquierda armada del periodo compartían ideas y tuvieron convivencias presenciales debido a exilios políticos. Marchesi documenta cómo las organizaciones armadas conosureñas de la época, que comenzaron sin relaciones entre ellas, poco a poco las fueron estableciendo. De hecho, construyeron una organización que formalizó sus relaciones: la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR), creada a principio de los años setenta. La JCR agrupó a militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile, el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) de Argentina, el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) de Uruguay y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Bolivia.

Siguiendo a Marchesi, dentro del contexto global de variadas protestas sociales, en América Latina, los movimientos armados fueron los protagonistas de la rebeldía juvenil de la época. Según el autor, dichas organizaciones compartieron dos interpretaciones centrales: «la violencia política organizada y las estrategias transnacionales como únicos caminos para alcanzar el cambio social» (p. 6). Es decir, Marchesi mantiene que la interpretación de que el camino para alcanzar la revolución debía ser violento y con una visión que superara las fronteras nacionales fue central en la América Latina de la época. En el libro, también se señala que el ascenso de gobiernos autoritarios y dictatoriales de 1964 a 1976 en la región reforzó la idea de que la violencia política organizada era el mejor camino para realizar la revolución. De manera conjunta, el triunfo de la Revolución cubana (1959) reafirmó dicha idea.

Otro tema que se analiza en el libro es el papel de las organizaciones guerrilleras durante las llamadas transiciones a la democracia de los años ochenta. En dicha década, la búsqueda de la revolución perdió centralidad en las luchas de izquierda y la defensa de los derechos humanos y las agendas liberales ocuparon su lugar. Este contexto situó a los militantes de la izquierda armada frente a un dilema: «¿Cómo mantener el equilibrio entre la tradición de la cultura política insurgente y el clima de renovación imperante?» (p. 193). La respuesta varió según cada contexto nacional, desde luego –destacó el caso de Chile, país que en la década de los ochenta mantenía una dictadura militar–; pero, en general, el autor documenta una estrategia en la que «estos militantes intentaron adaptarse al clima de los ochenta sin perder los aspectos constitutivos de su identidad» (p. 193). Para Marchesi, «en ningún caso, el abandono de prácticas conspirativas y la lucha armada fue consecuencia de una transformación ideológica radical; en cambio, siempre fue el resultado del análisis de las condiciones históricas vigentes» (p. 223). El libro concluye con que estos cambios de los años ochenta resultaron en la pérdida de protagonismo (sin desaparecer totalmente) de la idea de la lucha transnacional y de la revolución continental (central en los años setenta) a favor de las agendas políticas nacionales.

En la academia anglosajona, la perspectiva que analiza las movilizaciones de los años sesenta y setenta desde un enfoque transnacional se encuentra muy asentada, lo cual se expresa en el amplio uso y desarrollo de conceptos como long y global sixties. En América Latina, en cambio, esta agenda de investigación es aún incipiente y el periodo se ha estudiado principalmente siguiendo las características de cada país. El libro de Marchesi ofrece nuevas miradas y abre líneas de investigación enfocadas en los activismos transnacionales de la época.

Cuitlahuac Alfonso Galaviz Miranda

Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora