Diana Carolina Rico Revelo y Julián López García (comps.). Territorio, conflictos y posconflictos. Mirada interdisciplinar. Barranquilla: Universidad del Norte Editorial, 2018. 213 pp. isbn: 978-958-741-881-1.
Los autores de este libro están vinculados a la Red Internacional de Estudios sobre Territorio y Cultura (retec), una entidad que agrupa a varias instituciones académicas. El tema que presentan gira en torno a la construcción de la territorialidad, con la finalidad de «explorar las múltiples dimensiones sociales del conflicto y posconflicto desde el conocimiento del contexto para contribuir a necesarios consensos sociales» (p. 6).
A lo largo de nueve capítulos, los autores presentan un análisis detallado de varios conflictos y posconflictos en diferentes partes del mundo. Para esto se sirven de algunas herramientas. Comienzan presentando un contexto previo a la reflexión: falta de presencia del Estado; debilidad institucional en los sectores medios (facilidad para cooptar mandos medios); institucionalización del terror. Así mismo incorporan un importante bagaje conceptual: territorio; territorialización; territorialidad; limpieza territorial; ‘frentear’ (afrontar) el conflicto; poder infraestructural. A estos conceptos se suman algunos mecanismos para la superación de conflictos: fortalecer la democracia; apoyar las instituciones; aumentar la participación ciudadana; visibilizar a las víctimas.
La apertura de la reflexión comienza en los años ochenta, en pleno auge del Partido Comunista Peruano Sendero Luminoso, cuya visión instrumental y oportunista hizo del departamento de Ayacucho (Perú) el símbolo de sus acciones, encaminadas a la apropiación de la vida social mediante «las retiradas», su máxima expresión de violencia, dejando a la población civil frente a un muro de vigilancia que fue complementado por las ff. aa. y su violencia «legítima»: a dos voces se anuló cualquier clase de neutralidad ciudadana.
La resistencia es el modo de contrarrestar la violencia desde cualquier ámbito; sin embargo, los habitantes de las riberas del río Magdalena en Colombia aprendieron a «frentear el conflicto», que implica mantenerse en el territorio y asumir la posibilidad de enmienda. Más allá del terror «cotidianizado» o la victimización como herramientas de relación con el Estado, sus acciones presentan una visión colectiva que permite comprender el modo en que las personas han tenido que asumir el conflicto desde sus territorios a la sombra de una contradicción primigenia: «la defensa de la memoria y el elogio del olvido» (p. 56).
Al otro lado del mundo, en Puertollano, provincia de Ciudad Real (España), se escenifica la relación vencedor-vencido y la aplicación del concepto de «limpieza territorial»: borrar el contenido simbólico y los sentidos territoriales para reescribir la historia por medio de la apropiación y resignificación de los lugares centrales de la vida social, logrando así la institucionalización del terror.
En una dinámica diferente, pero con una lógica semejante, puede ocurrir que un grupo preserve su territorio apelando a diversos recursos legales a nivel nacional e internacional. Esto ha ocurrido con la comunidad Wixarika de San Sebastián en Jalisco (México). Para esto, han logrado dos objetivos: poner en evidencia las diferencias en las cosmovisiones y relación con el entorno y advertir sobre la necesidad de pasar de la política de bandos como momento previo para evitar que los conflictos solamente cambien de forma.
Por otra parte, la experiencia de la Mesa Departamental del Atlántico (Colombia) escenifica una de las nociones centrales del texto: la territorialización como el «conjunto de acciones humanas que definen y producen el territorio en cuanto espacio material, pero que a su vez fortalecen o renuevan los valores que fundamentan una territorialidad» (p. 113). Si bien el rol del Estado es muy importante, en casos como este, donde hay poca o nula presencia estatal, la no participación de las víctimas en el proceso de posconflicto hace inviable la reconstrucción del territorio; por este motivo es fundamental estructurar organizaciones de víctimas, legitimar y fortalecer liderazgos.
Otro de los conceptos clave para el análisis es el de «poder infraestructural», que personifica el sentido de la gestión pública: la capacidad que tiene el Estado para implementar sus decisiones y desplegar sus acciones en favor de los ciudadanos a lo largo del territorio. El texto arguye que, en el caso colombiano, fortalecer las autoridades locales es una oportunidad para recuperar los niveles de eficacia, eficiencia y desempeño fiscal de los municipios que lideran los procesos de desmovilización tras los Acuerdos de Paz, con la finalidad de construir verdaderos procesos de reterritorialización.
En otra zona marcada por la violencia y los conflictos, la extinta Yugoslavia de posguerra, se presenta un escenario propicio para analizar la posterior ruptura y balcanización de su territorio: exaltación de los nacionalismos; favorecer al poder central y no a los poderes regionales; irrespeto a la diversidad; maximización de la violencia. Todo esto quedó evidenciado en los conflictos y el terror generalizado que fue migrando de un territorio a otro, alimentado por los liderazgos autoritarios y el debilitamiento institucional. Este sería un ejemplo de territorio donde predomina lo ideológico sobre lo geográfico, donde lo político está determinado por el conflicto.
De vuelta en Latinoamérica, la presencia fragmentaria del Estado en el Caribe colombiano facilitó la estructuración de redes de narcotráfico, que encontraron un espacio ideal para el acopio y la exportación. La presencia de actores armados que tienen vínculos políticos activos ha facilitado que estos se conviertan en «empresarios de la seguridad» materializando intereses particulares, haciendo que, pese a los procesos de desmovilización, haya una creciente mutación de la violencia, lo que a fin de cuentas se traduce en una precarización de la democracia. La dialéctica desigual entre los protagonistas del conflicto aún demanda la participación de los partidos políticos para construir un sistema integrado
El libro en su conjunto permite tener una visión integrada de la territorialidad del conflicto, fenómeno que, aunque cambia de rostro, sigue teniendo la misma lógica: afectar a los más vulnerables, frente a quienes el Estado no ha podido dar respuestas y soluciones. Se abre así la invitación para reflexionar sobre la necesidad de aumentar nuestra responsabilidad ciudadana y demandar el fortalecimiento de las instituciones, para lo cual este libro constituye un aporte de inestimable valor.
Manuel Antonio Piedra Durán
Universidad de Salamanca