Francisco Reveles. Gobiernos y democracia en América Latina. Problemas del ejercicio del poder en las democracias realmente existentes. México: unam, 2019. 272 pp. isbn: 9786073018883.

La transición a la democracia en América Latina permitió que partidos de diverso signo ideológico accedieran al poder de forma pacífica, a través del voto ciudadano. En un primer momento fueron los partidos de derecha los que dominaron el panorama regional, sin embargo, en la primera década del nuevo siglo un nuevo tipo de izquierda, denominada genéricamente progresista, accedió al poder en varios países de la región, constituyéndose en un referente a nivel internacional. Bajo la idea de que la legitimidad de los gobiernos democráticos descansa en buena medida en la capacidad de solucionar los problemas de la sociedad, en esta obra se analizan el ejercicio del poder y los resultados de los gobiernos progresistas bajo el contexto latinoamericano y caribeño.

De acuerdo con el autor, el progresismo es una corriente de izquierda que se caracteriza por reivindicar la función social del Estado respetando las reglas de la democracia representativa y del libre mercado (principalmente en lo relativo a los equilibrios macroeconómicos) (pp. 11 y 142). A su vez, el autor divide los progresismos en extremistas y moderados. Bajo la primera categoría se ubican los gobiernos populistas que enarbolaron discursos «pobristas» y antisistema. Estos corresponden a los gobiernos del mas en Bolivia (liderado por Evo Morales); Alianza País en Ecuador (liderado por Rafael Correa); y el «Socialismo del siglo xxi» en Venezuela (liderado por Hugo Chávez y, a su muerte en 2013, por Nicolás Maduro). Por su parte, los progresismos moderados de igual forma impulsan políticas en beneficio de la población vulnerable, pero no presentan discursos radicales ni populistas. Estos están representados por el pt en Brasil (liderado por Lula da Silva y después por Dilma Rousseff); el Frente Amplio en Uruguay (liderado por José Mujica); el neojusticialismo en Argentina (liderado por Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández); y la Concertación por la Democracia en Chile (liderada por Ricardo Lagos y Michelle Bachelet).

Como señala el autor, es al término del siglo pasado cuando comienza a recuperarse la función social del Estado. Todavía en 1996 prácticamente no existían programas sociales en la región, sin embargo, para 2016 estos cubrían en promedio al 20,2% de la población: el 73,6% de personas en pobreza y del 100% en pobreza extrema (p. 158).

El gasto social se invierte principalmente en transferencias económicas directas, que se materializan en becas educativas, pensiones para adultos mayores, bonos de desempleo, vales de despensa, financiamiento base para autoempleo y proyectos productivos, etc. Son los gobiernos progresistas los que encabezan el gasto social per cápita en la región. Los que se ubican por encima del promedio regional son Brasil, Uruguay, Chile y Venezuela (además de Cuba y Costa Rica) (p. 146).

Como es bien sabido, la región latinoamericana se caracteriza por ser la más desigual del mundo; de ahí en buena medida la importancia de los programas de transferencias económicas. La evaluación que hace el autor de sus resultados es, en general, positiva, pues han ayudado a disminuir esta lacerante realidad (p. 166). Empero, debe destacarse que, a pesar de la importancia que puedan tener, no es su amplitud lo que explica, en términos generales, la reducción de la pobreza e indigencia, sino el aumento en el ingreso de las personas ocupadas (p. 163).

Por último, el autor señala las fallas de los gobiernos progresistas. Para ganar el poder las fuerzas de izquierda debieron aceptar las «reglas del juego». Esto implicó participar en elecciones y aceptar el modelo económico prevaleciente (capitalismo internacional). Por ello suele decirse que la izquierda conquistó el gobierno en América Latina, pero no el poder. Así, el principal problema consistió en continuar con el modelo de desarrollo basado en el extractivismo, pues esto coloca a los países de América Latina es situación de desventaja. Por su parte, la informalidad generó dinámicas clientelares por definición contrarias a la democracia que no fueron enfrentadas sino aprovechadas por los gobiernos progresistas. Además de que los escándalos de corrupción, como Lava Jato, generaron un fuerte desprestigio. Finalmente, los gobiernos progresistas fueron derrotados por el divisionismo en sus filas y por la incapacidad para sortear la crisis económica.

Este libro aporta una evaluación objetiva de las acciones y resultados, en términos de bienestar de la población, así como de los problemas persistentes de los gobiernos de izquierda progresista que dominaron el panorama latinoamericano a principios del presente siglo. Constituye, por tanto, una lectura obligada para los estudiosos de la democracia, las ideologías políticas, los movimientos sociales y los partidos políticos en la región.

Jorge Gerardo Flores Díaz

Universidad Iberoamericana