From unconcealment to explosion: Heidegger and García Bacca, about the essence of the technique
Yulfren Jhonattan González Ramírez
Universidad de Valladolid, España
https://orcid.org/0000-0003-1060-8151yulfrenjhonattan.gonzalez@estudiantes.uva.es
RESUMEN
La filosofía de la técnica es una reflexión acerca del hecho creador artificial, cuestionando la importancia y la razón del avance técnico-científico del hombre. La técnica es producto del intelecto y de la destreza humana. La esencia de la técnica ha sido un tema de interés para los filósofos de la ciencia, unos responden con conceptos antropológicos o instrumentales, mientras otros lo hacen con enfoques ontológicos o metafísicos. Martín Heidegger analiza la esencia de la técnica moderna tomando en cuenta la ποíησις y la ἀλήθεια como formas originarias de la misma. García Bacca reconoce en la técnica moderna una «esencia explosiva», que crea en los hombres un sentimiento de apresuramiento. Aquí mostramos la visión y el estudio de un filósofo español del exilio que en su análisis optimista sobre la técnica moderna encuentra más que un modo-de-desocultar, un modo de aceleración.
PALABRAS CLAVE
Aletheia, Poiesis, filosofía exilio, filosofía tecnología, filosofía hispanoamericana, Martín Heidegger, García Bacca
ABSTRACT
The philosophy of technology is a reflection on the artificial creative fact, questioning the importance and the reason for the technical-scientific advance of man. The technique is the product of the intellect and human skill. The essence of technique has been a topic of interest for philosophers of science, some respond with anthropological or instrumental concepts, while others do so with ontological or metaphysical approaches. Martín Heidegger, analyzes the essence of modern technique taking into account the ποíησις and the ἀλήθεια as original forms of it. García Bacca recognizes in modern technique a type of explosive “essence” that creates in men a feeling of haste. Here we show the vision and study of a Spanish exile philosopher who in his optimistic analysis of modern technique finds more than a way-to-unhide, a way-of-acceleration.
KEYWORDS
Aletheia, Poiesis, exile philosophy, technology philosophy, Latin American philosophy, Martín Heidegger, García Bacca
El siguiente trabajo tiene la intención de mostrar la importancia de la filosofía hispanoamericana, concretamente la de Juan David García Bacca que nos ha legado una importantísima visión sobre la técnica. Un reto importante para demostrar tal relevancia es contrastar esta filosofía con el pensamiento de quien es considerado uno de los más importantes filósofos del siglo XX, Martín Heidegger, autor de La pregunta por la técnica (publicado originalmente en 1954, manejamos la traducción de 2017) que es una obra muy conocida y trabajada dentro de la filosofía de la técnica. Estamos conscientes de que lo que se muestra es un breve análisis del concepto crítico sobre la técnica en ambos autores, sin embargo, uno más profuso abarcaría una extensión mucho mayor a lo que prudentemente debería ser un artículo como el que presentamos, además, sus posturas son tan claras en este tema que podemos prescindir de un largo y denso estudio, evitando así «llover sobre mojado».
Adentrarnos en el pensamiento crítico sobre la técnica en Heidegger y García Bacca nos va permitir conocer los puntos de encuentro y de desacuerdo entre estos pensadores. Lo primero que deberíamos tomar en cuenta es que ambos viven en la misma época, es decir, son testigos del desarrollo técnico y científico que se ha estado dando desde principios de siglo, por lo tanto, pueden reconocer tanto las ventajas como los peligros que se avizoran con esa nueva tecnología.
El desocultamiento como esencia de la técnica es sobradamente conocido dentro de los estudiosos de la filosofía de la técnica, no obstante, lo «explosivo» como fundamento de lo técnico, no lo es. ¿Qué hace la diferencia?, claramente, la filosofía alemana ha tenido un alcance o recepción mucho mayor a nivel internacional frente a la filosofía en castellano —que, además, es mucho menos traducida—, de hecho, cuando los miembros de la Escuela de Fráncfort se instalaron en Nueva York en 1934, para dar un ejemplo, la publicación de su revista Zeitschrift für Sozialforschung —Revista sobre la investigación social— continuó escribiéndose en alemán hasta el año 1941 (Facultad Libre, 2016). Así pues, filósofos como García Bacca, pese a su originalidad, son mínimamente traducidos, ergo, poco conocidos fuera del espectro hispanoamericano.
Mediante se avance en la lectura veremos que ambos autores entienden que existe una ruptura en el sentido de la técnica actual con respecto al de la τέχνη originaria. Para los antiguos, la técnica era un modo pro-ducir mediado por el cuidado, según Heidegger; mientras que, para García Bacca la técnica era quien prestaba auxilio a la naturaleza cuando esta no lograba llegar a su fin. En la actualidad, la técnica no es más que un desocultar pro-vocante para uno de ellos, y un modo de aceleración para el otro. En vista al rápido desarrollo de la industria tecnocientífica estos filósofos nos advierten sobre la pérdida del ser o desplazamiento del hombre dentro de un mundo tecnificado o artificioso, pero también nos brindan herramientas para evitarlo, como saber decir sí y no a la técnica, o procurar mayor educación en ciencia y tecnología.
Encontraremos en este trabajo una revisión sobre el significado que tiene para el mundo moderno la técnica y la tecnología, desde las perspectivas heideggeriana y garcíabacquiana. Iniciaremos por la pregunta por la esencia, pasando por las teorías individuales de ambos filósofos dentro de este campo y, posteriormente, analizaremos el paralelismo entre los enfoques de cada uno, sin dejar de lado sus disensos.
Cuando preguntamos por la esencia de algo, nos preguntamos por lo que algo es. Qué es lo más propio de algo. Heidegger (1953, 73) nos indica que, para los latinos, esa referencia se hacía a través de la palabra Quid, esta palabra servía para preguntar el porqué de una cosa, su quididad. Para Aristóteles, la esencia es la causa de una cosa —ούσία. «Si se considera el Universo como un conjunto de partes, la esencia es la parte primera; si como una sucesión, entonces la esencia tiene el primer puesto; pues de ella viene la cualidad, después la cantidad», traduce De Azcárate de Aristóteles (1873, 325).
La técnica es una acción —genérica— llevada a cabo para conseguir un fin. El hombre es por naturaleza un ser técnico —homo technicus—, tal habilidad emerge por su necesidad de hacer frente a un mundo que es heterogéneo a él, ahí se encuentra rodeado de peligros y de obstáculos, por lo que es necesario usar la razón para encontrar con poco esfuerzo mayores rendimientos en las tareas que realice, para así minimizar el uso de energía y aprovechar el tiempo. Para Ortega y Gasset (1982, 42) la técnica es básicamente «el esfuerzo para ahorrar el esfuerzo», lo que deja como resultado tiempo para el ocio —otium.
Para Mumford (2000, 126):
Las civilizaciones no son organismos autónomos. El hombre moderno no hubiera podido fundar sus propios modos de pensamiento particulares o inventar su actual equipo técnico sin aprovecharse libremente de las culturas que le precedieron o de las que continúan desarrollándose a su alrededor.
De tal manera que la técnica es una forma de acumulación de conocimiento que tiene, además, en palabras de Taleb, carácter de antifragilidad1. Dentro de la evolución de la técnica encontramos una primera fase en la que se muestra una técnica respetuosa de la naturaleza. Para García Bacca: «Técnica será el acto por el que el hombre desarrolla el potencial dinámico de la [Naturaleza estática]» (Saralegui, 2018, 87); mientras que, para Heidegger, «técnica» es un modo de desocultar, de traer-ahí.
La tecnología, palabra que está compuesta por el prefijo griego derivado de τέχνη y por el sufijo derivado de λóγος es, de acuerdo con Quintanilla (2005, 46), un conjunto de acciones enmarcadas en un paradigma científico con fines de tipo industrial. Pese a que la palabra «técnica» puede usarse de manera genérica, si queremos ser más precisos, podemos usar el término tecnología cuando se trata de un proceso —o procedimiento— que requiere de la incorporación de conocimiento científico para su ejecución. Sin embargo, la tecnología ha evolucionado a tal punto que, recientemente, es imperativo el uso de términos más específicos como biotecnología o antropotecnias para referirse a tecnologías que se desarrollan y aplican tanto en el hombre como en otros vivientes.
Según Lyotard, explica Preciado (2002, 120), lo que hoy unificamos como técnica, estuvo representado en griego como dos ideas ligeramente diferentes, la primera se refería a un tipo de producción artificial, mientras que la otra, lo contrario, era un tipo de generación natural; la palabra griega Tékne —técnica— es una forma del verbo tikto que mienta engendrar o generar, por lo tanto, cuando el griego se refería a un modo de creación artificializado, asociaba tékne con poiesis.
Sobre la esencia de la técnica, desde la perspectiva heideggeriana, es mucho lo que ya se ha tratado, diversos autores especialistas en filosofía de la técnica han desmenuzado el concepto crítico de Heidegger sobre este tema y sobre La pregunta por la técnica (2017)2. Como es conocido, Heidegger hace un recorrido histórico y filológico para reconocer al «desocultamiento» como esencia de la técnica y para posteriormente señalar a la técnica como un peligro, pero a la vez como salvadora. Sin embargo, a la actitud heideggeriana sobre la técnica siempre se le ha adjudicado un tono pesimista, pese a que sus seguidores no estén de acuerdo. Esto ayuda a que continúe el debate sobre la visión —optimista o pesimista— del filósofo alemán en este asunto. Lo que sí está claro es que Heidegger reconoce la importancia que tiene la tecnología para el hombre contemporáneo y que, pese a que intuye que el avance técnico-tecnológico puede llegar a ser un peligro, sería impropio considerarlo como un antitécnico o un «neoludita».
Para todos nosotros son hoy insustituibles las instalaciones, aparatos y máquinas del mundo técnico; lo son para unos en mayor medida que para otros. Sería necio marchar ciegamente contra el mundo técnico. Sería miope querer condenar el mundo técnico como obra del diablo (Heidegger, 1994, 27).
Al momento de definir qué es la técnica y cuál es su esencia, el filósofo alemán analiza el origen de ésta, tomando en cuenta lo que representaba el quehacer técnico tanto para los antiguos como para el hombre contemporáneo. En su cavilación escinde el sentido instrumental y antropológico3 del sentido ontológico de la técnica para adentrarse en la búsqueda de su esencia, así pues, encuentra palabras claves como Poiesis —ποíησιζ— y Alétheia —ἀλήθεια. En este trabajo particularmente nos enfocaremos en ellas, dado que, de ahí surge la esencia de la técnica, según el paradigma heideggeriano.
La técnica griega estuvo marcada por un tipo de hacer muy particular, uno que traía del no- presente al presente «algo», la técnica antigua era un acto poiético, respetuoso de la naturaleza, sin embargo, no necesariamente era un tipo de técnica reducida sólo a lo artesanal (Quintana, 2019, 56). Lo que Heidegger rescata de la τέχνη griega es su capacidad para traer-ahí-delante, para hacer salir lo oculto, ergo, su cualidad de pro-ducir, teniendo en cuenta el cuidado —Sorge4.
La esencia de la técnica en Heidegger es desocultamiento, alétheia, verdad. Esto aplica tanto para la técnica de otrora como para la técnica de su tiempo. Sin embargo, aunque la esencia en ambos momentos históricos sea la misma, existen diferencias entre una y otra técnica. La τέχνη servía como un modo de desvelar, haciendo que se revelara aquello que por naturaleza no podía darse sólo, es decir, el orfebre o el artesano hacían acontecer aquello que estaba en su pensamiento, el εἶδος, representándolo en algo material, o sea, fabricando algo. La técnica moderna se transformó en un desocultar pro-vocante que ve en la naturaleza una estación de servicios donde todo es susceptible al uso, en la técnica moderna se emplaza a la naturaleza para que dé de sí toda su energía en favor de la «producción» de industrial tenor. Las tareas de siembra, cultivo y recolección en el pasado, dice Heidegger, era una labranza que implicaba un cuidar y cultivar, dejando a manos de lo natural el proceso de crecimiento del cultivo, mientras que la técnica actual no deja descansar nada sobre la naturaleza, todo lo contrario, la pro-voca acelerándola con el uso de productos bioquímicos catalizadores, por ejemplo. Esta nueva forma de intervenir en la naturaleza es posible gracias al uso que hace la técnica de la ciencia moderna. La diferencia entre ambos paradigmas —τέχνη antigua y técnica moderna— radica en la intención de uso o explotación que se persigue.
El desocultar que domina a la técnica moderna no se despliega en un producir en el sentido de ποíησιζ [Poiesis]. El desocultar dominante en la técnica moderna es un provocar que pone en la naturaleza la exigencia de liberar energías (Heidegger, 1953, 62).
Ante esta situación, Heidegger (1994, 26) se plantea la necesidad de advertir sobre el peligro que entraña la técnica, ¿hasta cuándo se puede disponer de lo dispuesto sin pro-vocar daños colaterales?, ¿Qué será del hombre cuando la técnica moderna termine desplazándolo? Nuestra técnica ha tomado al mundo como un almacén no sólo de energías sino de objetos, que además deben estar disponibles. Sobre esta disponibilidad apunta el trabajo de Chillón (2017), que estudia la visión heideggeriana de la utilidad de los útiles e indica la obsesión de la técnica de hacer que todo esté Ready-to-Hand. El desocultar pro-vocante en el que está sumergido el hombre contemporáneo lo lleva a sentirse dueño del mundo, tal autovaloración lo aleja del concepto originario de la tékne —como modo del sacar a la luz— que refiere al nexo entre ποíησιζ y φυσις [Physis] como fuente del traer-ahí (Quintana, 2019, 59). Es que la técnica es la representación del brote, en su modo-de-desocultar hace que aparezca lo nuevo, de manera similar a como la naturaleza hace que de la semilla brote la flor.
Por otra parte, el peligro de la técnica se encuentra ya no en las máquinas ni en los aparatos sino en el hombre mismo: «El dominio de lo dispuesto amenaza con la posibilidad de que el hombre pueda rehusar a retrotraerse a un deoscultar más originario y así negarse a experimentar el aliento [llamada: Zuspruch] de una verdad más principal» (Heidegger, 1953, 72). Como sabemos, la respuesta que Heidegger da para contrarrestar este peligro, la plantea en Serenidad5 (1955). Esta obra nacida de una alocución en Messkirch desarrolla su idea sobre los dos tipos de pensamiento que se enfrentan en la contemporaneidad, el pensar calculador —das rechnende Denken— y el pensar meditativo o meditación reflexiva —das besinnliche Nachdenken—, de aquí surge su memorable expresión sobre la necesidad de decir «sí y no» a la técnica, dado que el hombre está inclinado a lo técnico desde su ser y cada vez quiere más y más progreso técnico-tecnológico, lo más que podemos hacer es «no querer “querer”». Así pues, el hombre debe confrontar el paradigma técnico moderno a través de una actitud serena ante las cosas y en total apertura al misterio que la técnica entraña.
Poiético y Aletheia son palabras clave para entender la esencia de la técnica, pero ¿qué significan estas palabras y por qué Heidegger las toma para su reflexión?
En cuanto a la poiesis, De Bravo (2014, 230) nos indica cómo en el Banquete de Platón se da una definición de ésta, así, Diotima le dice a Sócrates: «Tú sabes que ποíησις es una palabra para nombrar algo múltiple, pues en toda causa que haga pasar algo cualquiera del no ser al ser hay ποíησις». Para Heidegger está claro que ποíησις es pro-ducir, ya sea desde lo artesano, lo artístico o lo poético. Es por ello que la τέχνη refiere a un tipo de arte que va desde lo artesanal hasta las bellas artes (Heidegger, 1953, 61) en su étymon. La técnica es pro-ducir y a la vez un modo de desocultar que se aplica para aquello que no le es posible presentarse así mismo desde la no presencia, por lo tanto, es lo poiético. La palabra Alétheia fue usada por Parménides para contraponer aquello que se mostraba en sí mismo —la verdad— frente a la δόξα [doxa]. En Aristóteles, pragma [πρᾶγμα] y fenómeno [φαινόμενα] tienen el mismo significado y remiten a la ἀλήθεια como aquello que se muestra a la luz (Heidegger, 1927, 217).
En la mitología griega el río Lete [Lḗthē] o Leteos bordeaba la ribera de los campos elíseos, y en su fluir se adentraba hacia las profundidades del tártaro, donde las almas castigadas bebían de sus aguas para olvidar un pasado de culpas. Si este caudal de agua funge como río del olvido, entonces, «ἀλήθεια», compuesta por el alfa privativo, sería la negación del olvido. En la Divina Commedia (1472) el río Lete no pasa por el infierno, de hecho, Dante pregunta a Virgilio por la ubicación del afluente en vista de que éste no lo menciona al momento de señalar los ríos que recorren el avernus. No será hasta el final del purgatorio donde Dante llegará a la orilla del mítico río que borra los recuerdos de la vida terrenal, sin embargo, curiosamente, de la misma fuente de la que brota el Lete nace el río Éunoe, que significa «buen sentido» o «buena memoria» (Weinrich, 1999, 61), cuyas aguas contrarrestan los efectos de su gemelo, causando la alētheia. Es por ello, que los personajes que se ha encontrado en su peregrinaje siguen dotados de memoria.
Crichton (2018, 66) señala que existe un paralelismo entre la idea de desocultamiento heideggeriano y el fenómeno kantiano. La ἀλήθεια como resultado del modo en el cual actúa la τέχνη se relaciona con la manera en la cual el fenómeno [φαινόμενον] se presenta al individuo, es decir, en cómo se presenta a la luz aquello que resulta por la técnica.
La alētheia de la técnica moderna está dominada por lo dis-puesto [Ge-stell], lo cual hace que sea una forma de des-encubrimiento enfocada en descubrir, transformar, acumular, dividir y cambiar. Es ahí donde radica el peligro de la técnica moderna.
El problema originario no es, para este análisis, el uso que de la técnica se haga para la destrucción o la paz; en un nivel más originario, pre-moral si cabe decirlo así, el problema reside en un modo de acceder a la verdad que promueve “la máxima utilización con el mínimo gasto” (Sevilla, 2015, 430).
Antes de continuar, es preciso señalar que el enfoque desde el que parte García Bacca para reflexionar sobre la técnica es muy distinto al heideggeriano, ya que el navarro lo hace desde un temple del ánimo entusiasta y esperanzador, mientras que el alemán lo hace desde la angustia y lo sombrío. Visto como un paradigma, el paso de la τέχνη a la técnica moderna lo expone Heidegger entre el recelo y la zozobra, mientras que García Bacca lo celebra con orgullo y exaltación. No quiere decir esto que una visión sea buena y otra mala, sino que ambas parecen ser extremas.
Está claro que García Bacca reconoció la importancia del pensamiento crítico heideggeriano, a decir verdad, toda la filosofía de Heidegger es vista por el navarro como novedosa y como marca de un antes y un después en la tradición filosófica universal, no obstante, ese carácter hermenéutico y meramente interpretativo de la filosofía heideggeriana chocó con el proyecto filosófico bacquiano a razón de que no generaba ninguna acción transformadora de la realidad. Es por ello que a medida que el pensamiento garcíabacquiano se va haciendo más maduro, se va distanciando, progresivamente, del heideggeriano. No sobra mencionar aquel comentario de García Bacca recogido en una de las obras que dedica al estudio de la filosofía heideggeriana: «El existencialismo, esa filosofía de cuyas obras es padre Heidegger, amenaza con trocarse en una de las plagas filosóficas, sociales, literarias y aun teológicas de nuestros días»6.
Juan David García Bacca forma parte del grupo de filósofos españoles del exilio, su obra se cuenta en más de quinientos títulos —entre libros, traducciones, artículos―, al igual que Ortega es un pensador optimista de la técnica, sin que podamos decir abiertamente, que es orteguiano. Además, es un gran conocedor de la filosofía heideggeriana7, de hecho, el profuso conocimiento que tiene de la obra de Heidegger le permite hacer críticas como la siguiente: «En rigor, y por mucho que Heidegger lo sostenga, no hace metafísica, sino ontología, un poco más amplia y menos rigurosa que la que pudo hacer Kant» (García Bacca, 1990, 184).
García Bacca desarrolló una filosofía de la técnica propia, aunque claramente matizada por la influencia de otros filósofos y científicos ya que, también, se formó como matemático, físico y lógico. Su preocupación sobre la técnica se da en un contexto de grandes cambios, una etapa en la cual surgen, rápidamente, innovaciones en todos los campos. Tales cambios hacen que la vida diaria del ciudadano común también se altere y le cueste reconocer el cada vez más artificial mundo en el que vive, sin embargo, este filósofo no encara la situación llamando a un detenimiento del progreso tecnológico sino lo contrario8, reconociendo la importancia del mismo para el desarrollo del hombre, así pues, apuesta a que éste continúe con su «destino» de creador y alcance una fase superior, la de transustanciador.
Para García Bacca es la educación, el conocimiento de la estela de los artefactos —su historia— la mejor manera de combatir los argumentos pesimistas y deterministas —tecnológicos— que consideran al progreso técnico como arrollador y posible causa del fin del hombre.
La humanización de la técnica actual —el vivir, moverse y ser desembarazadamente, y andar cual Pedro por su casa, por el «primer paisaje artificial» que hombre se ha dado con su propio esfuerzo e inventiva real, y no imaginaria— se consigue por la conciencia histórica, por la historia de la técnica, por museos de historia de los inventos. Ellos son los que «datan» la cosmología real, y no los aerolitos —religiosos, mágicos, imaginarios…—; nada de lo caído del cielo hace historia real del hombre; a lo más descubre el siempre triste y deprimente espectáculo de su pordioserismo, tanto más cuanto los dones, regalos y gracias sean más espléndidos y menos merecidos (García Bacca, 1987, 111).
Para García Bacca la «técnica primera» fue esclava de la naturaleza. Desde su enfoque, tal técnica se presenta como aquella que sólo es capaz de imitar a la naturaleza o, en el mejor caso, de terminar lo que ésta no pudo concluir. Así pues, García Bacca llama a ese tipo de técnica: «naturalizada», por ser subsidiaria de la naturaleza. En este punto podemos ver que García Bacca coincide con Heidegger al ver a la técnica antigua como un tipo de técnica cercana a la naturaleza y comprometida con el cuidado o la preocupación —Sorge—, como ya se mencionó.
La concepción que tiene García Bacca de la naturaleza, para ese tipo de técnica primigenia, es el de «fin», es decir, lo que es natural es lo último, por ello la «técnica naturalizada» llega a su límite cuando no puede hacer lo «transnatural». Lo natural es frontera entre naturaleza y artificialidad, por tanto, define a ambas. Lo técnico, en su primera fase histórica tiene el poder de imitar a la naturaleza, pero no hace lo natural.
Si casa fuera una de las cosas que se engendran naturalmente, se engendraría como ahora las hace el arte; más si lo que se engendra naturalmente se engendrara además por arte, se engendraría de igual manera cual ahora por naturaleza, porque lo de arte se hace en favor de lo natural; que, en definitiva, el arte o lleva a su término lo que la naturaleza no puede terminar de hacer; o bien el arte imita (García Bacca, 1988, 332).
García Bacca reconoce el carácter mimético que jugó la técnica en la antigüedad, esa capacidad de imitar a la naturaleza le enseñó al hombre que era posible, también, crear. Así nace una técnica moderna que tiene como característica principal ser creativa y no sólo imitativa, además de contar con el sustento de la ciencia. Este soporte científico9 aporta a la técnica un carácter de «seipsi-eficiencia», permitiéndole producir lo que la naturaleza sería incapaz de crear.
Gracias a que el hombre moderno logró «intrinsecar» ciencia en los productos que elaboraba de manera artificial, consiguió atravesar el puente que dividía a la técnica primera con la tecnología, para posteriormente reafirmarse como «tecnociencia», fase en la cual la ciencia y la técnica se encuentran tan unidas que no pueden diferenciarse una de otra, y ese recorrido nos ha llevado a las tecnologías convergentes de la actualidad.
García Bacca tiene tres perspectivas sobre la idea de «mundo», cada una define un tipo de mundo que se deriva de la existencia, uso y manejo de la técnica. En primer lugar, señala el «mundo natural», aquel que se presenta al hombre apenas existe, es decir, un mundo transparente donde las cosas son tal cual se perciben. En esta visión, el hombre está rodeado de «naturi-factos», creaciones completamente naturales. Todo en derredor suyo es naturaleza, incluso él mismo. Además, en el mundo natural la interferencia del hombre es mínima, y su relación con este tipo de mundo no se extralimita a más que a la interpretación de las cosas y de los eventos que ocurren, así pues, hombre y mundo natural son dos realidades distintas10. Seguidamente describe el «mundo artificial», que es aquel que el hombre edifica al intervenir en la naturaleza mediante la técnica, aquel que empieza a llenarse de arte-factos pero continúa conviviendo entre entes naturales, de hecho, la existencia de artefactos es una condición necesaria pero no suficiente para la existencia de ese mundo artificial. El mundo artificial es el resultado del atrevimiento del hombre, que osa buscar un estado distinto ―posibilidad de transformación— de lo real en las cosas naturales, el panorama que se muestra aquí es el resultado de la transformación que hace el hombre con su estar en el mundo. En este tipo de mundo no hay esencias, hay «manu-factos», objetos manufacturados, hechos por la mano del hombre. Por último, García Bacca nos señala otra categoría, el «mundo artificioso», en el cual todos esos artefactos y manufacturas se convierten en mercancías, aquí se exacerba el valor mercantil de todas las cosas—incluido el hombre, que termina convirtiéndose en una mercancía más, tal como lo indica la teoría marxista. El defecto de esta concepción de mundo está en que las ansias de acumular capital menoscaban al trabajador ―entendido como aquel que elabora, produce o crea algo—, degradando su estatus, pasando de creador a mercancía. El mundo artificioso presenta marcadas diferencias en el acceso del hombre a las novedades e innovaciones que aparecen en el mercado, con lo cual se va distorsionando su condición de hombre social hasta llegar a la individualidad, en el sentido de aislamiento. Así pues, es necesario que el hombre consiga transustanciar ese mundo artificioso en mundo artificial. En términos más coloquiales, el mundo artificioso es la representación pura del capitalismo más voraz.
Así pues, García Bacca ve en las tres etapas una fase distinta de acción humana, iniciando con la interpretación en el mundo natural, pasando por la transformación en el mundo artificial y culminando con la transustanciación del mundo artificioso.
En la antigua Grecia, la palabra «techné» se refería al hacer artesanal pero también tenía la connotación de arte en nivel elevado. Como ya se mencionó en párrafos anteriores, Heidegger (1953, 61) verá en ella el sentido de las bellas artes y de lo poético, del mismo modo lo verá Ortega y Gasset (1982, 81). García Bacca al tener un amplio dominio de las lenguas clásicas, igualmente, afirmará que la técnica deviene de un arte. El artesano, reunía todas sus potencialidades físicas y creativas para la emergencia de un «enser», éste podía sólo servir como utensilio o como un objeto dotado de belleza ―orfebrería, escultura u otros―, para el último caso, se hace la distinción de artesano-artista.
El artesano es el hombre natural que produce enseres basado en sus experiencias y aprendizajes, las recetas y técnicas que conoce las ha adquirido fundamentalmente de la repetición y de las enseñanzas de sus maestros. El hombre actual, no es artesano, se ha convertido él mismo en «ingeniero», en inventor, en creador de obras que se presentan como transformación de lo natural, en algo nuevo u original, además requiriendo para su producción menos esfuerzo físico. El «tecnita» —τεχνίτης—, por su parte, responde a una fase superior de la técnica, es el ingeniero especializado o supra-especializado, capaz de crear y operar plantas nucleares, grandes centrales hidroeléctricas, sistemas de comunicaciones satelitales, etc. En ese devenir, de artesano a ingeniero y de ingeniero a tecnita, se ha degradado el carácter o cualidad de artesano, de tal manera que el tecnita le queda poco de ingeniero y menos de artesano.
En el contexto del artesano encontramos un taller y dentro herramientas que aprovechan las fuerzas de lo natural, tal como la musculatura, la brisa, el agua, entre otros; mientras que en el ambiente del ingeniero se encuentran las fábricas y dentro de ellas se emplean diversas maquinarias. En la actualidad, aquel que García Bacca denomina tecnita se encuentra inserto en un «tecno-cosmos», término con el que designa la integración de todos los resultados técnicos eficientes, es decir, la tecnología o tecnociencia actual que ya no ha de tener cabida en una fábrica —mucho menos en un taller— y que se abre paso hacia los grandes centros de investigación y desarrollo. Esta transición artesano-ingeniero, ingeniero-tecnita; taller-máquina, máquina-fábrica, fábrica-tecno-cosmos; nos señala la evolución de la técnica desde la perspectiva de García Bacca.
Las tres figuras son creadores y sus elaboraciones son «actualidades» del momento, así que pueden perder vigencia con el paso del tiempo, pero una antigüedad y una innovación no pierden relación, por ello cada figura es tan tempestiva como la otra. La dialéctica que existe entre el creador y su enser se manifiesta en la evolución de la técnica. En el hombre técnico actual, al ser actual en su modo de hacer, se hace contemporáneo también con el artesano y con el ingeniero, en el sentido de la originalidad del producto que presentan, no en el sentido «temporal» stricto sensu, es decir, aquello que hoy es obsoleto, en su momento, fue una creación original del artesano o del ingeniero, he ahí su contemporaneidad.
La técnica es para nuestro autor un constante transformador de obsolescencia, es como un sistema por el que entra una «actualidad», se procesa y en la salida se entrega un «obsoleto». Para ilustrar ese poder transformador de la técnica actual, dice García Bacca (1988, 348), «“obsoleto” es ya ir a verlas [las noticias] a donde están siendo y sucediendo». Teniendo la radio, la televisión y más recientemente el internet no hay necesidad de trasladarse de un punto a otro para presenciar suceso alguno, la tecnología lo hace por nosotros —materializándose ese sentido orteguiano de técnica como ahorro del esfuerzo.
Con este modelo, García Bacca busca ilustrar la evolución del hombre desde una perspectiva técnica, es decir, el hombre actual —usted— es una construcción que se ha venido dando a través del perfeccionamiento en el uso y aplicación de la técnica y de la ciencia. El artesano fue una pieza importante para entender que el hombre puede emprender el camino de la creación, pero nunca hubiese podido crear el paisaje artificial en el que nos movemos hoy. García Bacca elogia el paso de artesano a ingeniero y luego a tecnita porque ve en ello la superación del hombre mismo, aun así, no desdeña esos estadios anteriores. En la visión bacquiana el artesano, aunque limitadamente crea y transforma, no tiene la capacidad del tecnita de transustanciar, por lo tanto, es éste la cumbre del hombre creador. Heidegger por su parte, pide que ese tecnita garcíabacquiano se torne más artesano y menos ingeniero, que se retraiga a un tipo de hacer más originario. Esta es una diferencia, muy importante, para entender la orientación de la reflexión sobre la técnica en cada uno de estos pensadores.
García Bacca en su Elogio de la Técnica (publicado originalmente en 1968; manejamos la edición de 1987) narrará la historia de la técnica desde dos perspectivas. Una referente a la técnica como generadora de novedades y otra relativa a la transformación o evolución del hombre como consecuencia de la técnica.
Saralegui (2018) señala cómo García Bacca innova en la manera en la que plantea y narra la historia de la técnica en contraposición a los trabajos realizados en este mismo tema por filósofos previos o contemporáneos a él. La diferencia de su discurso se basa en que divide la historia de la técnica, ya que ve una doble evolución en ella: la perteneciente a los objetos que el hombre crea y manipula, y en los que genera cambios o innovaciones; y desde la otra cara de la moneda, el desarrollo del propio ser humano a razón de los cambios que él mismo ha generado en derredor suyo.
El análisis de Saralegui (2018) cobra valor aquí porque, entre otras cosas, también hace una valoración entre la visión heideggeriana y la bacquiana:
Si a La pregunta sobre la técnica de Heidegger le inspira un indudable carácter pesimista, otras obras poseen un espíritu más matizado, sin llegar nunca a un optimismo inconsciente de los peligros de la técnica. (…) Las opiniones de García Bacca sobre la técnica sobresaldrán por su completo optimismo (Saralegui, 2018, 83).
García Bacca nos cuenta que la técnica, en su primera ramificación, se subdivide en tres fases: la de «técnica del azar», en la cual el hombre se da cuenta que las cosas que se encuentran a su alrededor sirven para cometidos que no son parte de su naturaleza y que pueden ser aprovechados en beneficio propio, de tal manera que la técnica surgirá con un acto banal (Saralegui, 2018, 86). En segundo lugar, nos habla de la «técnica de medición» que, según Saralegui (2018, 87), «se trata del capítulo menos claro y extenso de la historia de la técnica que realiza», ya que desde Newton se busca cuantificar todo. Esta actitud de medición no es transformadora, por lo tanto, frena el potencial dinámico de la naturaleza estática y, también, de la técnica en sí misma. La última fase es la «técnica de explosión», aquella que hacer emerger el poder que los naturifactos esconden —alcanzando la transustanciación—, y el mejor ejemplo de ello es la bomba atómica. Por otra parte, en esta fase es donde el hombre se debe entender a sí mismo como «la bomba del ser», por cierto, término que García Bacca (1987:133) usa para hacer referencia a la influencia, por no decir «moda», heideggeriana que domina la filosofía de ese momento.
Saralegui (2018, 86) también resalta la correspondencia entre las dos últimas etapas de la técnica —medición y explosión— que narra García Bacca y la historia dual de la técnica que plantea Ortega y Gasset, dividida en «técnica del artesano y técnica del técnico».
En cuanto a la historia que atañe al hombre, Saralegui continúa acercando a García Bacca hacia Ortega, ya que el navarro está en contra de todo esencialismo atribuido al hombre, éste y Ortega creen que el hombre es un ser abierto, en consecuencia, Saralegui considera a García Bacca heredero de la antropología orteguiana (2018, 89). Así, en su evolución de hombre primitivo a hombre primario, pasando por hombre primero, el hombre va alejándose de su aparente naturaleza11 y mientras tanto se va dando cuenta de lo diferente que es frente a los demás vivientes, de que su condición es de apertura. Así pues, el hombre deja de ser un resignado de la naturaleza para convertirse en amo del universo, pero no se conforma con ello, a medida que consigue dominar los procesos técnicos deja de ser un mero descubridor — con la técnica de medición— y consigue transformarse en creador —con la técnica de explosión. De tal manera que el hombre primario vive en un paisaje artificial construido por y para sí, «se ha inventado un espacio, mejor o peor, pero suyo» (Saralegui, 2018, 90).
El mismo García Bacca mencionará que el hombre de su tiempo es «un hombre acelerado», acelerado como las explosiones. Los enseres creados por el hombre buscan minimizar el tiempo aumentando las velocidades, trayendo como consecuencia en el ser humano el surgimiento de ese sentimiento natural artificializado: «el apresuramiento12» (García Bacca, 1988, 352). Así que, para él, su época tiene como característica principal y diferenciadora, la aceleración. «Explosión es un caso espectacular y descomunal de aceleración» (García Bacca, 1988, 351).
La esencia de la técnica moderna es lo explosivo, término que debe ser entendido como violación de lo natural. La técnica de hoy no reconoce límites, «la técnica actual no tiene por fin la infinidad, sino la perenne e inagotable disponibilidad» como cita Izuzquiza (1984, 329) de Elogio a la técnica.
Pese a que el autor de El elogio de la técnica de García Bacca y los límites del filotecnologismo (2018) es muy claro al afirmar que «el optimismo tecnológico de García Bacca es perfectamente coherente» (Saralegui, 2018, 92), no deja de lado ciertas críticas, como la falta de reconocimiento, por parte de García Bacca, de los posibles efectos secundarios que pueden surgir con el uso y desarrollo de la tecnología, o que el progreso técnico-tecnológico que se estimula desde el proyecto bacquiano no repara en reflexionar sobre la dificultad que existe para lograr los fines que se propone. Así también, censura que según la línea bacquiana si el hombre está «destinado» a la creación técnica, ninguna invención —ni siquiera la bomba atómica— se le puede recriminar. La última crítica que hace Saralegui (2018, 93) a García Bacca se refiere a que:
No vislumbra la posibilidad de que la nueva creatura [la tecnología] se deshaga de su creador, como el ser humano se deshizo de Dios. Se trata de una visión heredera de una metafísica tradicional: el creador como dueño completo de la creatura.
Antes de continuar con este apartado, parece necesario resaltar un caro testimonio que nos deja Adolfo Sánchez Vásquez, en el que recuerda y hace honor a la capacidad crítica de García Bacca sobre el pensamiento de Martín Heidegger:
Tuve como profesores allí [en la Universidad Nacional] a Xirau padre, con el que hice un curso de Filosofía Contemporánea. Recuerdo que uno de los cursos que dio fue sobre Heidegger y ése fue uno de mis primeros contactos con ese autor; no el primero, que lo tuve en Morelia, donde hice amistad con García Bacca, que había sido invitado como profesor visitante y estuvo allí como un par de meses. […] Por la noche nos reuníamos, paseábamos, y recuerdo que él había hecho, para su propio consumo, una traducción de Ser y tiempo que no se ha publicado. La que se publicó fue la de Gaos. Pues me reunía con él, leíamos, y comentábamos textos de Heidegger (Castro Ramírez, 2012, 02).
Ya en materia, así como Heidegger en su Pregunta por la técnica (2017) analiza las cuatro causas aristotélicas, García Bacca también en su Elogio de la técnica (1987) hace una amplia reflexión sobre lo técnico —y lo natural— desde ese ángulo13.
El filósofo alemán analiza las cuatro causas para equiparar el concepto de ούσία con el de «responsabilidad», con esta equivalencia busca «desmontar la idea de instrumentalidad que subyace a la comprensión de la técnica como instrumento al servicio de un fin» (Sevilla, 2015, 429). Por su parte, García Bacca usa el paradigma de las cuatro causas para resaltar las limitaciones del sentido de la tekné usada en el mundo antiguo y la compara con la visión del hombre actual, que pese a no tener la misma relación poiética con el «traer-ahí», no deja de estar conectado con las «causas naturales» de lo producido, por tanto, la visión bacquiana «nos impide identificar la tecnología actual con una mera sofisticación de los medios al servicio de fines previamente establecidos; la razón no opera en ella como meramente instrumental» (Sevilla, 2015, 435).
Mientras que Heidegger advierte que el hombre moderno se pierde en el mundo técnico, por causa de la provocación y no logra conseguir su esencia, porque «el modo de desocultamiento que es la técnica puede ocultar otros sentidos del ser» (Sevilla, 2015, 431); García Bacca reafirma que es, justamente, el progreso que se ha alcanzado con la técnica moderna lo que reafirma la verdad del hombre, la realidad de lo que éste es, o en clave heideggeriana: su autenticidad.
En cuanto al mundo artificioso, García Bacca nos advierte que esta fase de artificialidad desmesurada del mundo puede representar un serio peligro para el ser del hombre, en vista de que, en su papel ya no de creatura de la naturaleza sino de amo y señor de la misma se siente capaz de transgredir lo natural en pro de transformar lo que hay en lo que puede ser, sin reconocer límites. Visto así, García Bacca coincide con Heidegger en cuanto a que el filósofo de Meßkirch entiende que el orden técnico ve al mundo como un stock, como un cúmulo de existencias dispuestas a la explotación. Sin embargo, hay que aclarar que la gran preocupación de García Bacca es que el hombre confunda su señorío o poder sobre la naturaleza con la explotación del propio hombre, al mercantilizarlo todo con miras a la acumulación de capital. Así pues, el mundo artificioso sería una fase en la que todos vivirían una vida inauténtica.
García Bacca ve en el mundo artificioso un estadio de voracidad económica, derivada del desarrollo tecno-científico-empresarial, lo cual resulta peligroso para el hombre mismo, debido a que lo mercantil intentará —si no lo ha logrado ya— robarle su capacidad creativa, haciendo accesible las innovaciones y los enseres sólo a aquellos que tengan la capacidad económica para adquirirlos. No obstante, si la sociedad logra revertir lo artificioso por lo artificial, es decir, «transustanciar» el egoísmo capitalista por el bienestar colectivo que puede producir la técnica, encontrará la estabilidad social que se requiere para que en cada uno el «ser» se haga presente14.
Heidegger ve en la técnica el peligro de la pérdida del ser al dejarse llevar por la pro-vocación y el pensar calculador, al no saber decir «no» al avance desmesurado de la tecnología que puede llevarnos a la destrucción de nuestra naturaleza, de nuestro mundo; haciéndonos caer en el sin-sentido.
(…) [L]a revolución de la técnica que rueda ya por la era atómica pudiera atar, hechizar, deslumbrar y cegar al hombre de modo que el pensamiento calculador quedase un día como el único en vigencia y ejercicio (Heidegger, 1994, 28).
La pérdida del ser que lleva a una existencia inauténtica —que se da cuando nos dejamos llevar por lo que los demás nos dicen, «habladurías» y, para ser más precisos, por «la avidez de novedades15»— se daría en un estadio como el mundo artificioso bacquiano. En el caso de García Bacca el peligro que ve en la exacerbación de la técnica es que el hombre se crea Dios sin serlo como consecuencia de la ausencia de un pensar meditativo y en favor de uno calculador. Así nos dice:
La técnica actual, la que nos llega de la revolución industrial, padece de la incontinencia aritmética de la naturaleza. El pretender convertir la reproducción en criterio y distintivo de la vida, en contraposición a lo inanimado, es uno de esos qui pro quo graciosos —si no fuera trágico. Es elevar la categoría del número por sobre la de cualidad; anegar el alma en cuerpos (García Bacca, 1987, 147).
Es importante destacar que a García Bacca no le preocupa la pérdida del ser, en el sentido heideggeriano, de hecho, nos increpa: «La técnica, ¿peligrosa?, ¿para quién? No para el ser, o para la realidad, que “el ser es ser y no puede ser no ser”, que “el ser es inaniquilable”, que “nada se crea, nada se aniquila; todo se conserva”…» (García Bacca, 1987, 140) pero sí le perturba que las ambiciones capitalistas degraden la originalidad, creatividad e inventiva; fruto de la mente humana a simple material bruto que sólo sirva para la producción a gran escala con la intención de generar ganancias, de ser así la consecuencia sería muy grave porque pasaríamos de ser una «sociedad» a ser simples «números», a un «Cualquiera tratado y a tratar como un Don Nadie por Grandes Don Nadie (…)» (García Bacca, 1987, 147).
Por otro lado, la tecnología no es hoy la técnica del pasado, aquella que con cautela imitaba lo natural o daba fin-final a lo que la naturaleza no podía concluir, García Bacca se da cuenta de que todo lo que hoy nos rodea es artificial, que cada vez el hombre tiende más a automatizarlo todo, generándose una angustia por ello, por la automatización, por la facilidad de una tecla, de un botón que al presionarlo resuelva todo (García Bacca, 1988, 336). Esa intención aleja al hombre de su naturalidad, es decir, lo lleva a un estado no-natural. Esa crítica depura el profundo filotecnismo de García Bacca y le acerca más a Heidegger, en cuanto a que cree que ese sentimiento artificializado, el «apresuramiento», puede conducir a una vida inauténtica o estado no-natural. Como se sabe, a Heidegger le preocupaba el hecho de que el progreso condujera al hombre, inconscientemente, a un tipo de pensamiento —calculador— que le hiciera trocar su «autoctonía» en la manera de hacer las cosas y de realizarse como ser en favor de la automatización, de tener todo a la mano a través de un botón.
Nos ponemos todavía más meditativos y preguntamos: Así las cosas, ¿Puede el hombre, puede obra humana alguna prosperar sobre un suelo patrio antes formado, y alzarse al éter, esto es a la anchura del cielo y del espíritu? ¿O va a parar todo ello a la tenaza de la planeación y las cuentas, de la organización y el funcionamiento automático? (Heidegger, 1994, 25).
E insiste cuando nos dice: «En todas las esferas de la existencia, el hombre va siendo cercado, cada vez más estrechamente, por las fuerzas de los aparatos técnicos y los automatismos» (Heidegger, 1994, 26).
Para García Bacca la naturaleza ha quedado relegada del asombro de la creación, e incluso, de la contemplación misma, ya que aquello que se consideraba natural, árboles o ríos, están cada vez más desfigurados y contaminados.
Es que nuestro arte y técnica no imita ya a la naturaleza; y la naturaleza, con toda su perfección a cuestas, y con todas sus propiedades y potencias esenciales, no da para hacer o engendrar un avión, una media de nylon, un submarino, un lápiz, un televisor, una axiomática, un esquema lógico, unas coordenadas (García Bacca, 2006, 28).
La técnica lleva al hombre a crear y a rodearse de máquinas, las cuales le sirven para apoderarse de lo natural y en ese aprovechamiento lo natural pasa a ser «material en bruto» apto para la explotación, para la producción, para el beneficio económico. Señala García Bacca (2006, 28) que, en este momento histórico, lo natural «ha sido descalificado en su constitución óntica y ontológica». Ya no se estima a los entes naturales en cuanto a lo que son, sino lo que nos pueden ofrecer con su transformación. Al igual que Heidegger, García Bacca nos alerta sobre los peligros del «desocultar provocante», aunque, con otras palabras.
No se puede pasar por alto el análisis de Sevilla (2015, 440), su conclusión, resultante del estudio comparativo de las ideas de Heidegger y de García Bacca sobre el fenómeno técnico, así nos señala:
Es cierto que la técnica, como la ve García Bacca, permite diseñar con precisión la función del hombre en el cosmos, al que convierte en material para la construcción de fines propios, posibilitando la transformación de la sociedad y de sí mismo. Caracterizar en cambio, como hace Heidegger, el post-humanismo como apertura al acontecimiento de un sentido de ser inscribe el problema en el contexto de la historia del ser, en el que el hombre puede ocupar un lugar destacado, pero no determinable conceptualmente; el humanismo, en cambio, ha de articularse desde una cierta posibilidad de autonomía, aunque ésta no pueda ser total, ni implique la completud esencial del sujeto.
La esencia de la técnica heideggeriana orbita entre palabras como poiesis y alētheia, y el vínculo entre poiesis y physis da como resultado la tékne antigua que representaba un modo-de-desocultar prudente, guiado por el cuidado. La esencia de la técnica moderna trae consigo un tipo de desocultar que, con la ayuda de la técnica y la ciencia, emplaza al mundo para extraer sus recursos con un mínimo esfuerzo, pero con un alto rendimiento. La pro-vocación lleva al hombre a perderse en el pensamiento calculador y, por tanto, acaba convirtiéndose a sí mismo en una más de las existencias —reservas, mercancías. Para García Bacca, la técnica antigua representaba lo fin-finalizador, aquello que lograba acabar la tarea que la naturaleza por sí misma no podía culminar. En su concepto de técnica moderna, encontramos una esencia explosiva, un modo-de-aceleración indomable y siempre disponible. Tanto la pro-vocación heideggeriana como el impulso «artificioso» bacquiano son sentimientos producidos por el progreso técnico contemporáneo en el hombre, para ambos filósofos esto puede conducir a una existencia inauténtica, ante esto, la respuesta de Heidegger es la serenidad, en tanto que, para García Bacca lo obvio es la «transustanciación» del mundo artificioso al mundo artificial (Beorlegui, 1993, 156). Mientras que para García Bacca la técnica moderna ha alcanzado su mayoría de edad, en cuanto a que ha logrado desvincularse de la naturaleza, superándola, hecho que refleja el propio progreso del hombre; para Heidegger, esa misma técnica ha hecho que «el hombre [pierda] su función como lugar de verdad» (Sevilla, 2015, 431), al no saber reconocer el punto en el que el sentido de la técnica se convierta en un sin-sentido. Pese a que ambos filósofos tienen una postura muy clara y distinta en relación con la técnica, como se pudo apreciar, existen puntos de encuentro que facilitan una comparación de sus ideas, cosa que no pasa con otros filósofos del exilio español republicano, como Gaos —pese a ser el primer traductor de El Ser y El Tiempo (1951) al castellano. Sin duda alguna, hay una marcada diferencia entre la visión de Heidegger sobre la técnica, heredera de una tradición filosófica pesimista y oscura; y las ideas de García Bacca sobre este mismo tema, las cuales surgen desde el campo científico, pero también, por la influencia de la filosofía de Ortega.
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2 «La pregunta por la técnica» Es el primero de los once ensayos de que consta su libro: Vortraege Und AufSaetze (Günther Neske Pfullingen 1954). Die Frage nach der Technik originalmente fue elaborado a modo de conferencia para presentarlo el 18 de noviembre de 1953 en el auditorio de la Academia Bávara de Bellas Artes, en el marco del ciclo «Las artes en la época técnica».
3 En Meditación de la técnica (1933) se hace un análisis más antropológico, fue originalmente un curso dictado por Ortega y Gasset en Santander, España. Luego se publicó en la revista La Nación de Buenos Aires.
4 García Bacca traduce este término como «preocupación» en la pág. 235 de García Bacca, J.D. (1963). Siete modelos de filosofar. Disponible en http://fundaciongarciabacca.com/archivos/7-modelos-de-filosofar.pdf [Consultado 07/08/2024].
5 Heidegger, M. (2002). Serenidad. Traducido por: Ives Zimmermann. Barcelona: Ediciones del Serbal.
6 Esta exclamación aparece en la segunda solapa de Existencialismo (1962), editado por la Universidad Veracruzana.
7 La comprensión que tiene García Bacca de la filosofía heideggeriana se hace evidente desde su escrito El sentido de la Nada en la fundamentación de la "metafísica" según Heidegger; y el sentido de la Nada como fundamentación de la experiencia mística, según San Juan de la Cruz (1944); pasando por la edición, traducción, comentarios y prólogo que hace a la obra de Heidegger: Hölderlin y la esencia de la poesía (1944), hasta Nueve grandes filósofos contemporáneos y sus temas (1947).
8 Esto es un rasgo que diferencia, claramente, la visión sobre la técnica entre García Bacca y Heidegger. Mientras el alemán busca la serenidad, el hispanovenezolano incita a la novedad, a la creación.
9 Respecto a los antiguos, señalan Chillón, José Manuel y Marcos, Alfredo (2015). “Técnica y sentido”, SCIO Revista de filosofía, n° 11, pp. 77-99, en part. p. 83. [Online] https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=2483201 [Consultado 12 de marzo de 2020], cuando describen el proceso histórico de la evolución tecnocientífica, que los griegos no aportaron gran desarrollo técnico, pero sí una excelsa ciencia; García Bacca (1988, 336) ya había pensado que la baja capacidad de inventiva griega y medieval, venía dada por su impotencia para crear «aparatos que “intrinsiquen” ciencia».
10 Aquí podemos notar un rasgo orteguiano que refiere a lo siguiente: hombre y mundo son dos entes heterogéneos, que forman una dramática combinación metafísica. Ortega y Gasset, J. (1997). Meditación de la técnica. Estudio y notas por: Jaime de Salas y José María Atencia. Santillana: Madrid. Pág. 39.
11 «Su condición abierta, su posibilidad de crearse de nuevo, hacen decir a García Bacca que “hombre natural no lo ha habido jamás” (Saralegui, 2018, 90)».
12 La prisa es un sentimiento, en principio, natural, ya que el ser humano al saberse finito pretende consumar todas las posibilidades del futuro en un espacio temporal reducido como el presente, al darse cuenta de su incertidumbre ante la duración de su vida. Pero este sentimiento se potencializa con la técnica que le da al hombre la oportunidad de abarcar más tareas debido al ahorro del tiempo que le proporciona la automatización, es por ello que García Bacca ve el «apresuramiento» como un tipo de sentimiento artificializado.
13 Para su revisión se aconseja consultar la subdivisión: «Las cuatro causas en naturaleza y técnica» pp. 39-69. En García Bacca, J.D. (1987). Elogio de la técnica, Barcelona: Anthropos.
14 En el sentido de proyección, de realización; porque sabemos que el ser se presenta ocultándose, retirándose.
15 La habladuría controla también los caminos de la curiosidad [avidez de novedades], diciendo lo que se debe haber leído y visto. El estar en todas partes y en ninguna que caracteriza a la curiosidad [avidez de novedades] está entregado a la habladuría (Heidegger, 1927, 174).